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De los zapatistas a ‘V de Vendetta’: desvelados los mil misterios de la máscara

El Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona inaugura ‘La máscara nunca miente’, una gran exposición sobre los enmascarados reales o ficticios del arte, la literatura, el cine y la historia

Como si se tratara de rasgar el velo de Maya, el engaño y la ilusión que cubren la realidad, el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) se ha conjurado en una extraordinaria exposición para levantar la máscara y ver qué hay detrás, qué misterios esconde. La máscara nunca miente es el paradójico título de la muestra, riquísima y amplísima en sus numerosísimas propuestas, inesperadas múltiples direcciones y sugerencias, plena de literatura, cine, arte y política, que el centro ha presentado hoy y que podrá visitarse desde mañana miércoles hasta el 1 de mayo.

Máscaras de luchadores mexicanos en exposición.De los zapatistas a ‘V de Vendetta’: desvelados los mil misterios de la máscara

El recorrido arranca con una máscara ritual neolítica de 9.000 años, una “proto death mask“, según Rocha, procedente de Israel; y tras ese cara a cara el visitante se embarca en un recorrido asombroso, muchas veces estremecedor, con encuentros tan inquietantes como los de los demonios folclóricos europeos y sus ejércitos espectrales enmascarados, el Ku Klux Klan, Fantomas, los sueños raros embozados del surrealismo y dadá, las gueules cassées (rostros desfigurados) de los soldados de la Primera Guerra Mundial, con las turbadoras prótesis de Anna Coleman; máscaras antigás espectrales procedentes del Museé de l’Armée de París; la obsesión policial por clasificar las caras y las evanescentes organizaciones modernas decididas a mantener en secreto la identidad de sus activistas, desde el Colegio Invisible rosacruciano, Black Mask y Angry Brigade a Anonymous o las Pussy Riot.

Hay lugar tanto para la cambiante máscara de Rorschach (de los Watchmen de DC Comics) como para máscaras etnográficas, algunas de enorme valor e interés, y una, africana, que parece la inspiración para la doble boca de colmillos de Predator. En el camino, la exposición, al cabo realizada por dos entusiastas de la subcultura y la contracultura como Costa y Rocha, toma bifurcaciones imprevisibles para propiciar encuentros con creadores, soñadores y máscaras sorprendentes. Ahí están los forajidos Anti-Rent del Far West con sus capuchas con cuernos, Eduardo Arcos, el Fantomas español; Léo Taxtil, mixtificador de la masonería, el Cabaret Voltaire y su intento de volver a llenar de magia el mundo, con artistas como la bailarina enmascarada Sophie Taeuber-Arp; la hibridación de la vanguardia europea y las colecciones etnográficas del museo de Leyden de Hannah Höch; el vestuario-máscara expresionista de la suicida Lavinia Schulz, de la que se muestran sus enormes vestidos-máscara, o las máscaras rarísimas de Leonora Carrington para su pieza teatral Opus Sinistrum.

Uno de los corazones de la muestra, que hay que visitar con tiempo, es el espacio consagrado a la lucha libre mexicana y sus ídolos populares, una sala que sugiere un campo del juego de pelota ritual mesoamericano con un centenar de máscaras de luchadores ?identificadas una a una: Gallo Tapado, Sangre Chicana, Mil Caras, Rayo de Jalisco, Huracán Ramírez o Cobarde (!)? situadas como espectadores o, más siniestramente, como calaveras de un tzompantli, el bastidor de cráneos azteca. Unas pantallas proyectan escenas impagables de películas del famoso Santo el Enmascarado de Plata, el gran reverso de Cantinflas pero teñido como él de curiosos significados sociales.

Costa recuerda  que hubo una época, en los sesenta, en que el mundo de Santo no nos era aquí nada ajeno: “De niño yo veía sus películas, como Santo contra la invasión de los marcianos, que nos proyectaban en las sesiones dobles del cine de los maristas, creo que toda una generación conocimos de esa manera, como algo muy próximo, ese mundo”. El apartado de los luchadores, “fuerza social sin rostro”, subraya los vasos comunicantes del fenómeno con la reivindicación popular (incluso gay y ecologista), a través de personajes como Superbarrio Gómez, entregado a la causa de los sin casa tras el terremoto de 1985, o el cura Fray Tormenta, que impartía la comunión enmascarado (hay foto) y tanto daba hostias como hostias.

La exposición continúa con otro movimiento mexicano enmascarado, el de los zapatistas, con el subcomandante Marcos enfatizando la colectividad bajo el pasamontañas, “que no esconde un yo sino un nosotros”, como dijo él mismo.

“La máscara miente y revela”, ha subrayado la directora del CCCB, Judit Carrera, en la presentación de la muestra, recalcando la ambigüedad de la prenda, que hoy presenta elementos tan inquietantes como “a la vez proteger y ser ejemplo del control biopolítico”. Costa ha recordado que la exposición no es oportunista, sino que se gestó antes de la pandemia y, de hecho, ha habido que actualizarla con este último apartado.

El punto de partida, remarcó, ha sido el libro de Rocha. La muestra nos lleva de finales del XIX hasta ahora y sigue especialmente siete de las historias que aparecen en la obra. “Aunque ninguna idea sobre la máscara es ajena a la muestra, no es una exposición integral sobre ella, ni sobre su sentido antropológico, todo el mundo echará en falta algunas emblemáticas”, ha advertido Costa. “No está la de Spiderman, aunque sí las de otros superhéroes, como la de V de Vendetta, que tanto ha inspirado al activismo político”. En cuanto a ese personaje, se explica su vinculación al viejo y polvoriento Guy Fawkes, y se exhibe un dibujo preparatorio original de David Lloyd. Costa ha destacado el riquísimo apartado sobre el KKK y su historia, enraizada en el carnaval, y cómo el éxito de la organización tiene que ver con la evolución de su indumentaria. A Fantomas, el ficticio archivillano de rostro fluido que fascinó a Magritte, se le dedica también amplio espacio y se destaca su nacimiento justo cuando comienza el control policial sobre la identidad.

Rocha ha señalado que todo el mundo le dice que, vista su afición, debe estar contento por realizar una exposición con él y todo el público enmascarado. “La verdad es que es terrible, y que genera un efecto muy singular pasear así por la muestra; es imposible no sentir algo muy curioso, nos hemos transformado todos por obligatoriedad legal, y aún no sabemos bien cómo tratar al otro enmascarado”. Rocha finaliza con una nota tan inquietante como la exposición: “El castigo máximo para muchos de los que retratamos y evocamos aquí era el desenmascaramiento; nadie sabe lo que puede suceder cuando caen las máscaras”.

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Un miembro del KKK en una imagen de la muestra.

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Cartel de un filme de Santo, el enmascarado de plata.



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