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Roma demostró su poder y su brutalidad a través de los animales exóticos

Los espectáculos con bestias enseñaban lo que los romanos hacían con sus enemigos, pero también eran una forma de escenificar su dominio sobre el mundo

Roma fue la primera civilización europea fascinada por los animales salvajes y exóticos. Símbolos de poder, armas de guerra, utilizados para castigos despiadados contra criminales o disidentes como los cristianos —”A los leones” es la frase favorita del Julio César de Astérix y Obélix— o para espectáculos en los grandes anfiteatros, durante los que eran cazados, la explotación del medio natural por parte de los antiguos romanos fue tan implacable que provocaron extinciones en la fauna del norte de África.

Un gladiador se enfrenta a un tigre en un moisaico del siglo IV conservado en Tuscolo (Italia).Roma demostró su poder y su brutalidad a través de los animales exóticos

LIBRO

El escritor estadounidense Paul Bowles, que vivió la mayor de su vida en Tánger y fue un gran viajero por el Sáhara, escribió en su libro clásico Cabezas verdes, manos azules (Alfaguara): “Gran número de elefantes salvajes que vagaban por la zona norte del desierto fueron capturados y adiestrados para formar parte del Ejército cartaginés, pero fueron los romanos quienes finalmente aniquilaron la especie con objeto de obtener marfil destinado al mercado europeo”.

El capítulo sobre Roma del libro de Marina Belozerskaya La jirafa de los Medici y otros relatos sobre los animales exóticos y el poder (Gedisa, traducción de Alcira Bixio) se titula significativamente ‘La naturaleza, sometida en la arena romana’. “Alimentados por el dominio que ejercía Roma en tierras extranjeras y sobre sus recursos”, escribe esta investigadora, “los combates con animales exóticos fueron creciendo en tamaño y esplendor con cada conquista territorial.

Comenzaron como una manera de entretener y controlar al populacho y hacerle compartir simbólicamente la gloria del Estado. Pero a medida que el pueblo se hacía cada vez más adicto a estas exhibiciones, los políticos tuvieron que promoverlas para asegurarse el apoyo popular. Finalmente, la reputación de un gobernante terminó dependiendo de los juegos que organizaba”.

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Dos gladiadores se enfrentan a un tigre, en un mosaico conservado en la actual Estambul.


COMBATES

Los animales se utilizaban para organizar combates contra fieras (venationes), para simples exhibiciones (las jirafas eran uno de los bichos que más asombro despertaban entre el pueblo) o para ejecuciones, especialmente crueles, las famosas damnatio at bestias, donde se utilizaban grandes felinos, pero también toros o elefantes.

Las imágenes de cristianos devorados por leones se han convertido en uno de los tópicos más difundidos sobre la antigua Roma en películas, novelas o cuadros, pero se acercan bastante a la realidad: existen mosaicos, como uno que apareció en Zliten (Libia), en el que se ve como un hombre, con un látigo en la mano, sujeta a un condenado desnudo sobre el que se abalanza un león.

Los animales eran aniquilados a una escala realmente formidable. Keith Hopkins y Mary Beard relatan en su libro dedicado al Coliseo de Roma —The Colosseum (Profile Books), no traducido al castellano— que solo en unos juegos organizados por Pompeyo el grande se mataron 20 elefantes, 600 leones y 410 leopardos, mientras que Augusto calculó que durante su reinado murieron en espectáculos unos 35.000 animales.

Y no se trataba de espectáculos sencillos: tanto en las damnatio como en las venationes se recreaban en muchas ocasiones escenas mitológicas o históricas. “La lógica de estos espectáculos estaba muy clara”, escriben Hopkins y Beard. “Se trataba de una dramatización de la conquista del mundo por parte de Roma. Sería difícil contemplar la matanza durante el reinado de Augusto de cocodrilos del Nilo en la arena, sin pensar en que reflejaba el hecho de que Egipto acababa de ser sometido por Roma”.

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Mosaico que refleja unos juegos en el anfiteatro de Susa, Túnez.

Pero todos estos festivales de la crueldad y la muerte plantean una cuestión ante la que solo se tiene una respuesta parcial: ¿cómo se capturaban y manejaban todas esas bestias salvajes, que en algunas ocasiones viajaban desde lugares tan lejanos como la India?

Como se puede ver en Gladiator, los tigres de Bengala también estaban presentes en la arena (es lo único realista, según los expertos, de aquella escena en la que Máximo Décimo Meridio se enfrenta a la vez al emperador Cómodo y a los grandes felinos).

Las crónicas también reflejan la presencia de rinocerontes, tanto asiáticos como africanos, y hasta de osos polares. Una investigadora española, María Engracia Muñoz-Santos, ha publicado uno de los estudios más completos sobre este tema, Animales in Harena. Los animales exóticos en los espectáculos romanos (Confluencias), del que se acaba de publicar una nueva edición ampliada.

Aunque muchos autores clásicos, como Plinio, Plutarco, Séneca o Dión Casio, escribieron sobre los espectáculos con bestias, Muñoz-Santos señala que la mayoría de los datos que han llegado hasta nosotros sobre la caza y captura de los animales salvajes procede de mosaicos, relieves y pinturas. “De todas estas manifestaciones artísticas, los mosaicos son los que quizás nos ofrezcan una mayor información sobre la fase de captura del animal”, escribe.

  • El apresamiento comenzaba seguramente con un encargo para organizar un espectáculo por parte de alguien poderoso y los cazadores eran una combinación de nativos y legionarios.

“Hay evidencias de la participación de soldados romanos. Probablemente, se tratase de parte del deber de un soldado o de su formación”.

“Hay evidencias de la participación de soldados romanos. Probablemente, se tratase de parte del deber de un soldado o de su formación”.

Se utilizaban seguramente sistemas de trampas, ya sea a través de jaulas con cebos o agujeros en el suelo, aunque, explica la autora, “Plinio y Plutarco nos cuentan que el sistema no funcionaba del todo bien con los elefantes debido a su carácter de manada y su instinto de cooperación”.

Para las panteras se utilizaba una técnica inesperada: se llenaba un charco con vino y, al emborracharse, el felino se volvía manso —no creo que a ningún legionario le hiciese ilusión ser la persona que comprobase si el truco había funcionado—.

Sobre la forma de transporte hasta la metrópoli, la mayoría de los indicios indican que se realizaba por mar. Existen mosaicos que muestran a elefantes subiendo a barcos a través de una rampa, mientras que Muñoz-Santos agrega que se conservan numerosas pinturas y mosaicos, todos fechados entre finales del siglo III y el siglo IV, con jaulas en las que se encontraban apresados desde osos hasta leones.

Todos esos carísimos y sofisticados sistemas para capturar y transportar animales desde los confines del mundo conocido hasta los anfiteatros romanos tenían como objetivo algo más que divertir al populacho con sádicos espectáculos, que a su vez mostraban lo que Roma hacía con sus enemigos, básicamente, despedazarlos en público en las fauces de leones, tigres y osos.

Eran, ante todo, una muestra de poder, un relato de que nada iba a detener a Roma en su voluntad de dominar el mundo.



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