Cómo evitar un segundo confinamiento
El autor defiende una vía para evitar un segundo cierre total basada en lugares seguros y una campaña masiva de tests
Vamos hacia un nuevo confinamiento. ¿Es inevitable? Yo creo que no. Pero para evitarlo, hace falta cambiar la aproximación al problema. Antes que nada, debemos dejar de centrarnos exclusivamente en el lado sanitario del problema. Tiene muchas más aristas. Por eso no funciona la estrategia de rastreo y confinamiento de positivos y aislamiento de contactos directos. Hay muchas personas que no pueden permitirse permanecer en sus casas porque su situación económica es muy mala. Otras no lo harán por pura fatiga o porque satisfacer un deseo presente palpable es más estimulante que afrontar una amenaza etérea. Por fin, todos sabemos que hay quienes niegan incluso la existencia del virus. Sería extraño que cumplieran voluntariamente las recomendaciones de salud pública.
¿Y si introducimos sanciones ejemplarizantes en la ecuación? Suena bien, pero funcionará mal, me temo.
Convertiría rápidamente a quien cooperase con un rastreador en un delator. E incentivaría pequeñas vendettas con los conocidos y vecinos que nos generen poca simpatía. Y eso sin contar con la dificultad de controlar a miles de personas con los medios de los que disponemos respetando las garantías de un Estado de derecho.
Y culturalmente no somos China, ni Vietnam, ni Singapur. Conviene recordarlo.
“Pongamos controles de acceso a los espacios cerrados que sólo puedan traspasar quienes demuestren que no contagiarán al resto”
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El resultado final de esta suma de factores es que no hay forma de evitar que haya portadores de virus entre nosotros.
Basta con que algunos provoquen eventos de supercontagio en entornos proclives a tal fin para que tengamos serios problemas.
En estas circunstancias, parece que sólo es posible resetear el sistema con un confinamiento como el de marzo-abril. El problema es que esto nos puede matar económicamente, por no mencionar que acabaría de fundirnos psicológicamente. En confinamientos, como en guerras mundiales, puede haber un segundo o un tercero como máximo. El siguiente sería ya a pedradas.
Creo que existe una alternativa a esta estrategia que convendría probar. La clave para parar la pandemia es, como dice la OMS, hacer test, muchos test. Pero un cribado masivo, sin más, no sirve, porque no asegura que las personas se comporten de acuerdo con los resultados obtenidos. Eso es precisamente lo que hay que incentivar. Y la mejor manera de hacerlo es cambiar la perspectiva. Dejemos de centrarnos sólo en las personas. Miremos a los espacios. Pongamos controles de acceso a los espacios cerrados que solo puedan traspasar quienes demuestren que no contagiarán al resto. De este modo conseguiremos muchas cosas: reducir el número de personas aisladas, ampliar espacios y asegurar que los positivos no propaguen la enfermedad. A eso hay que sumar que cuantas más personas tengan certificados en vigor, más factible será que acaben imponiéndose en las reuniones familiares y sociales, que son las que más propagan el virus.
¿Cómo puede conseguirse esto? Lo más sencillo sería obligando a cualquiera que desee entrar en un espacio seguro a hacerse una prueba, naturalmente subvencionada por el empleador o las Administraciones públicas, para evitar problemas de equidad.