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Colón vio en el Nuevo Mundo esclavos que traficaron con esclavos

La figura del descubridor de América esta entredicho luego de muchas protestas que lo culpan de racismo

A Stephen Hawking no le parecía nada bien eso de andar mandando señales alegremente al espacio exterior. Estaba convencido de que si algún día los extraterrestres visitaban la tierra serían hostiles. Aplicaba al encuentro con los alienígenas la conducta humana, mediante la que una inteligencia superior sometería a la inferior, poniendo como ejemplo el viaje más alucinante, y el mayor choque de civilizaciones que ha conocido hasta el momento el planeta, la conquista de América.

Estatua de Cristobal Colón en la avenida Reforma en la Ciudad de México.Colón vio en el Nuevo Mundo esclavos que traficaron con esclavos

Desde España, entre otras cosas, se le recordó su origen español y el de gran parte de una población que se tendría que pedir perdón a sí misma. Un problema menor en EEUU, donde Colón ni estuvo, y donde los conquistadores anglosajones se mezclaron poco con los nativos, según los historiadores, ya que preferían ejecutarlos directamente por su dificultad para considerar a los indios seres humanos. 

El Día de Colón, que sobrevivía el 12 de octubre en Estados Unidos, ha pasado a llamarse Día de los Pueblos Indígenas en 130 ciudades de ocho estados del país. Antes ya se purgó en 2002 en la Venezuela de Chávez como Día de la Resistencia Indígena; en 2010 en Argentina, como Día del Respeto a la Diversidad Cultural, y en Bolivia, como Día de la Descolonización.

Al mismo tiempo, en este siglo, también había resurgido una literatura de ensayo políticamente incorrecta sobre las conquistas española y portuguesa. Siete mitos de la conquista española del antropólogo Matthew Restall es un buen ejemplo de la primera. Mientras el periodista Leandro Narloch convirtió la incorrección en superventas con Guía políticamente incorrecta de la historia de Brasil. 

En ella Narloch empieza narrando en medio folio la historia políticamente correcta, pero no de Brasil, sino de cualquier país latinoamericano, en la que solo hay que cambiar los espacios con una X por un país latinoamericano, y las Y por un país rico el hemisferio norte. En el resto, todo es igual. Empieza con un pueblo pacífico e igualitario con una economía de subsistencia que de repente se ve sometido por un imperio que lo explota. Luego se ven liberados por un hombre «de gran coraje, esperanza y bigote», que trata de «disminuir las contracciones inherentes al capitalismo». Pero al herir los intereses de la nueva élite del país X, con el apoyo del país Y se masacra a los rebeldes. Y remata: «En consecuencia de tantos siglos de opresión, X vive hoy graves problemas sociales y económicos».

Estos días Narloch está aprovechando el derribo de estatuas para promocionar en Twitter su última obra, Esclavos, digna de acabar un día de estos en cualquier fogata en EEUU. En ella se citan hasta 60 ejemplos, documentados con partidas de bautismo, testamentos y cartas de libertad del siglo XIX, recopilados por el historiador brasileño Joao José Reis, de esclavos que tuvieron esclavos mientras eran esclavos. «No hay motivos para que el movimiento negro se irrite con la divulgación de estas historias, porque muestran a los negros, no como seres pasivos, como los retrató la historiografía marxista, sino como protagonistas que cambian conforme a los valores de su tiempo», tuitea Narloch, quien recomienda sus obras para quien quiera «distanciarse de la caza de brujas, y dejar de ver la historia como un proceso de condena».



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