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Hasta entonces, mamita

Con mucho respeto y cariño comparto las palabras de Mayté Barrientos Reyes, alumna de la UTT, para su amada madre

Apenas hace unos días te fuiste de mi lado y no sabes cuánto te extraño. Siempre fuiste mi sostén, mi fortaleza, mi alegría, y hoy más que nunca me hacen falta todas esas cosas que tú me dabas.

Hasta entonces, mamita

Mamita linda:

Pensar en ti en estos momentos me provoca sentimientos tristes y dulces a la vez. Tristes, por obvias razones, porque ya no podré verte, ya no podremos jugar y bromear como las grandes amigas que siempre fuimos, ya no podremos ir a esos viajes que teníamos planeados, porque voy a extrañar cada momento vivido contigo.

Dulces, porque en estos pocos años que Dios me permitió vivir a tu lado como tu hija, me dejaste grandes enseñanzas, enseñanzas que estarán siempre presentes, así como tu recuerdo. Como dijo recientemente un afamado personaje, ‘la ausencia es imposible en la mente y en el corazón’. 

Aprendizajes

Aprendí de ti a ser fuerte. En todos tus años de enfermedad y dolorosos tratamientos, nunca te vi quejarte, al contrario, me veías y cambiabas tu expresión de dolor por una sonrisa, y sé que lo hacías porque no querías que yo sufriera junto contigo. Yo también te sonreía, pero también sufría por dentro. Y así, sonrisa a sonrisa, sobrellevamos cada día de la mejor manera, como un dueto invencible.

Aprendí de ti a superarme, porque te esforzarte en darme las oportunidades que tú no tuviste, trabajaste y te esforzaste para que yo pudiera tener una vida mejor, y te prometo, mamita, que no permitiré que todo tu sacrificio en ese sentido sea en vano, daré lo mejor de mí en mi trabajo todos los días, y a ti te dedicaré mi esfuerzo y los logros que eventualmente llegue a tener.

Y sobre todo, aprendí de ti a amar. A amar sin condiciones. A amar como solo una madre sabe hacerlo. Fuiste plenamente para mí, me amaste sin importar mis muchos defectos y mis ocasionales rebeldías de adolescente, consagraste tu vida a hacerme feliz y muchas veces te privaste de cosas para ti para que yo pudiera tener algo que me hiciera feliz. En estos momentos, trato de aferrarme al recuerdo de ese amor para poder seguir adelante.

Un gran privilegio

Realmente fue un gran privilegio ser tu hija, mamita. Eso lo sentí desde niña, cuando me llevabas de la mano por la calle y yo sentía crecer una gran admiración por ti, me sentía afortunada, me sentía protegida, me sentía grandemente amada. Quisiera que Dios me diera, no otra vida, que me diera mil vidas más para escogerte nuevamente como mi mamá en cada una de ellas.

Tengo la tranquilidad de que no me faltó decirte nada. Incontables fueron las veces que te dije que te amaba, incontables las veces que te abracé y te expresé todo lo que significabas para mí. Incontables los besos que te di y que tú, amorosa, me devolvías multiplicados.

Aun así, siento un gran vacío dentro de mí por todas las cosas que nos quedaron pendientes. Por ese viaje que planeamos y que ya no tendremos la oportunidad de realizar. Por esa casa que recién había comprado para que tú y yo la habitáramos y que ahora se siente tan vacía. Por las tiernas bendiciones que me dabas antes de salir a trabajar y que me harán tanta falta. Por tus mensajes, tus llamadas y aún tus regaños que gustosa me encantaría seguir recibiendo. Por nuestro sueño de que me vieras casarme y pudiera darte un nieto. Te prometo que si algún día tengo un hijo o hija no me cansaré de platicarle de su abuelita, del extraordinario y maravilloso ser humano que fue. Te prometo enseñarle a amarte como yo le hecho y lo seguiré haciendo hasta que mi corazón deje de latir.

El único consuelo que me queda en estos momentos es saber que ya no sufres, que tus dolores y enfermedades han quedado atrás. Que has ganado la batalla de la vida y lo has hecho con dignidad, dejándome la gran responsabilidad de seguir tu ejemplo.

Pero por favor, mamita, por favor, no me sueltes de tu mano, sígueme guiando desde donde estás, sígueme haciendo sentir si voy bien, sígueme dando tu amor y tu bendición cada mañana, sígueme dando tu luz, esa luz maravillosa que me guio desde que nací.

Te amé en vida, te amo ahora que ya no estás, y te seguiré amando eternamente, hasta que nos volvamos a ver. Hasta entonces, mamita hermosa. Descansa en paz.

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