Así espiaba la policía política del PRI a Octavio Paz
La Dirección Federal de Seguridad siguió los pasos del Nobel mexicano hasta un año antes de su muerte. El control se intensificó en 1968 tras la matanza de Tlatelolco, ruptura del poeta con el gobierno
Un mediodía de abril de 1939, mientras Octavio Paz almorzaba con unos amigos en un famoso restaurante de la capital mexicana, un grupo de españoles celebraba por la calle la victoria fascista al grito de: ¡Viva Franco! El poeta y sus amigos se levantaron de la mesa y empezó la gresca.
EL INFORME SOBRE UN TREINTAÑERO PAZ
Aún ferviente militante socialista, es uno de los centenares de reportes elaborados por la Dirección Federal de Seguridad (DFS), el brazo del espionaje político del PRI. Parte de estos informes han sido digitalizados recientemente en un esfuerzo conjunto de la universidad estadounidense Northwestern, el Colegio de México, la ONG Artículo 19 y el Center for Research Libraries.
Los expedientes abarcan el trabajo desde finales de los 30 y 1985 de los cientos de agentes que conformaban la DFS. Entre sus objetivos aparecen periodistas como Manuel Buendía, Elena Poniatowska y Jacobo Zabludovsky; políticos como el expresidente Lázaro Cárdenas y Salvador Nava —el primer alcalde independiente—; capos pioneros del cartel de Sinaloa como Miguel Félix Gallardo y Rafael Caro Quintero o el seguimiento a organizaciones campesinas y estudiantiles que significaran oposición al sistema.
LOS ARCHIVOS DEL ESPIONAJE
Más de la sección
DEL MONOLÍTICO PRI
El leviatán que se mantuvo 71 años en el poder mexicano, cobran nueva vida en el 50 aniversario de la matanza del 2 de octubre de 1968 contra estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, en el corazón del entonces Distrito Federal. El acontecimiento supuso un parteaguas en la historia política del país y en la trayectoria pública del propio Octavio Paz.
El poeta presentó el 4 de octubre su renuncia como embajador de México en la India, con una carta dirigida al canciller mexicano Antonio Carrillo Flores.
Terminaba así una carrera diplomática de casi un cuarto de siglo, durante la cual había mantenido un calculado equilibrio político entre crítica y adhesión. Ya fuera de la cancillería, sus dardos al régimen priísta se agudizaron. En “Posdata”, ensayo de 1970, encuadra los sucesos del 68 dentro de una crisis de un sistema autoritario, un Estado anquilosado y una sociedad que demanda democracia.
El seguimiento del aparato de espionaje a partir de entonces fue exhaustivo. Sólo en el verano de 1971, también a las puertas de otra matanza juvenil orquestada por el gobierno, cinco informes siguieron el rastro del poeta durante sus conferencias dando una pródiga descripción de los sucedido en las aulas. Pocos días después, Paz dedicó una conferencia en el Colegio Nacional a los caídos en la masacre de estudiantes del jueves de Corpus del 10 de junio de 1971.
ENTORNO ACTIVISTA
Otra entrada de 1971 resumía en un par de hojas la información personal que tenían del poeta desde que empezó su carrera como funcionario en 1948, cuando fue nombrado segundo secretario en la embajada de México en París. El documento registra su estado civil, el nombre de su hija y de sus padres.
En los documentos, Paz aparece vinculado con distintos entornos activistas. Forma parte de un grupo crítico junto con Heberto Castillo, el político de oposición más importante de la época, además de su amigo Carlos Fuentes y líderes estudiantiles. Uno de los informantes los señala como voces que hacen un llamamiento a los sectores de izquierda intelectuales, profesionistas, obreros, estudiantes, campesinos, mexicanos en general que desean una verdadera democracia en el país.
A partir de los años 80, la frecuencia de los seguimientos baja y el tono de las informaciones se suaviza, cubriendo los premios que el poeta recibía en Madrid o Berlín. En el verano del 84 recibe en Ciudad de México un homenaje por su 70 aniversario al que asisten la plana mayor del gobierno, desde el presidente Miguel de la Madrid, a los secretarios de Educación y Cultura.
Paz había ido mutando también su línea política a la vez que se consolidaba su posición como patriarca cultural en el país. Enfrascado en duras polémicas con otros intelectuales mexicanos que habían mantenido una clara sintonía con distintos gobiernos priístas, reconoció algunas bondades del régimen en un artículo publicado en la revista Vuelta el 21 de agosto de 1978 titulado “El ogro filantrópico”.
Alabó públicamente las reformas privatizadoras de Carlos Salinas de Gortari, quien lo tentó con un puesto de ministro de Cultura.
La concesión del premio Nobel en 1990 no detuvo el seguimiento al único escritor mexicano que conquistó el mayor título de la literatura mundial. Su expediente en la DFS se mantuvo abierto hasta 1998, tan sólo un año antes de su muerte. (EP)