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Algo se cuece en el bar de Eusebi

Se reedita el último fotolibro de Salvi Danés, una inquietante narración visual con aires de ‘thriller’ inspirada en el barrio del Eixample de Barcelona

En la calle Nicaragua, esquina con Provenza, en la parte izquierda del barrio barcelonés del Eixample, justo en frente de la Modelo, la vieja cárcel, se encontraba el bar de Eusebi. Salvi Danés (Barcelona, 1985) lo recuerda bien. Solía frecuentarlo durante su etapa de estudiante de Secundaria. Atraído fundamentalmente por el morbo que suscitaba aquella variopinta clientela, compuesta por los habitantes del barrio, los empleados de la prisión, los familiares de los presos, y algún que otro presidiario que, en régimen abierto, paraba a tomar el último trago antes de pernoctar en la institución penitenciaria. Pero en la mente del autor también tenían cabida las múltiples historias que se contaban sobre el presidio. Entre otras muchas, la gran evasión que, en 1978, protagonizaron 45 presos, a través de un túnel que conectaba con la red general del alcantarillado. Tras el cierre de la tasca, hace una década, los parroquianos se diseminaron por los garitos más próximos. Con el tiempo, la cárcel también cerró, pero año y medio antes, en 2015, el fotógrafo había comenzado a dar forma a una inquietante serie fotográfica con aires de thriller, concebida en forma de fotolibro: A les 8 al bar de Eusebi.

Una de la fotografías del fotolibro A les 8 al bar Eusebi.Algo se cuece en el bar de Eusebi

“El proyecto nace de la intención de hacer una especie de humilde homenaje a esta parte en concreto de la ciudad. Al entretejido social fruto de la convivencia entre la cárcel y el vecindario. Me atraía su atmosfera y he pretendido de alguna forma recuperar su memoria”, cuenta el fotógrafo. “El bar es una de las columnas vertebrales de la historia, pero también lo es la cárcel. De ahí que vayan apareciendo de forma paralela, como dos espacios con fronteras poco definidas que convergen a lo largo del relato, tejiendo la historia sugerida a partir de las imágenes”. Publicado por primera vez, el pasado otoño, por Socarrel Edicions, en una edición de 100 ejemplares numerados, el fotolibro ha sido reditado de nuevo por Dalpine. El autor ha realizado también un corto documental donde aparecen antiguos clientes del bar, así como el propio dueño, que sirve de tráiler para vestir con un poco de realidad esta historia.

Con el instinto de un voyeur, Danés sitúa su cámara en diferentes lugares estratégicos dentro de los altos edificios que se han ido construyendo alrededor de la prisión. Allí, establecida su torre de control, alcanza a observar las distintas partes de la cárcel, así como el movimiento de los clientes de los bares de alrededor. Elige enfoques más bien indirectos, realizados desde ángulos muy precisos. El fotógrafo ve sin ser visto. A veces aguarda desde el interior de su coche. Pacientemente. Siempre desde la distancia. “El voyerismo es uno de los grandes temas de la fotografía”, destaca el autor. “Hago uso de este recurso hasta rozar el límite, con el fin de establecer una tensión visual. Se trata de irrumpir en la intimidad desde las distintas atalayas para empezar a disparar y desatar una especie de misterio en cada gesto o registro del lugar”. Todo parece indicar que algo se está tramando. A través de su cámara, el fotógrafo nos conduce con sigilo por los entresijos de lo que podría ser una investigación criminal. Los posibles encuentros que de forma cotidiana tienen lugar entre anónimos y sombríos personajes, van perfilando una intriga basada en una serie de pistas, con las que el espectador estimula su imaginación, y pasa a ser un agente activo dentro de la narración.

Las dinámicas urbanas siempre han suscitado el interés del artista, que a pesar de su corta edad goza de un buen reconocimiento nacional e internacional y cuenta ya con seis libros publicados. “Al nacer y vivir en Barcelona, ha surgido una relación de amor odio con la ciudad”, cuenta. De ahí que “siempre encuentre en las grandes urbes una motivación para contar cosas”, como lo hizo en Blackcelona (Dalpine), donde a través de su morfología, y de sus habitantes ahonda en la policromía más lúgubre y poética de la ciudad. O en Black Ice Moscow, y Dark Isolation, Tokio, donde profundiza en el aislamiento social que se vive en las grandes ciudades.



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