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Aladino el chino

Cuando supimos del nefasto caso, hace ya algunos años, de aquel oriental que se hizo célebre con la frase “copela o cuello”, muchos tal vez dijimos “ah, ladino el chino”

Cuando supimos del nefasto caso, hace ya algunos años, de aquel oriental que se hizo célebre con la frase “copela o cuello”, muchos tal vez dijimos “ah, ladino el chino”. Pero no es a ese chino ladino a quien se refiere el título de esta columna, sino a Aladino, sí, el de la lámpara maravillosa de la cual brotaba el genio que le concedía lo que deseaba.

Aladino el chino

El famoso genio

Pero olvidándonos del gentilicio, la parte que todos conocemos bien, repito, es el regalo inesperado que Aladino obtiene. La lámpara que, al frotarse, liberaba al omnipotente personaje que finalmente le ayudaría a realizar sus sueños.

Cuántos de nosotros no habremos deseado alguna vez tener un artefacto así, con un monigote que estuviera a nuestros pies y nos dijera “pide lo que deseas, amo, que yo te lo concederé”. Un genio. Suena genial, no?

Pero Dios, en su infinita sabiduría, se aseguró de que no obtuviéramos nuestros deseos en forma tan sencilla, porque eso frustraría sus planes de ayudarnos a convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos. Y no nos dio una lámpara, pero sí nos dio al genio: nuestro genio interior. Nos dio la imaginación, la creatividad, el coraje y muchas otras cosas, para “liberar al genio”, pero a veces ese genio es más difícil de encontrar que si estuviera en la más lejana cueva, porque lo mantenemos encerrado bajo las impenetrables llaves del “No puedo”. Así que, si queremos liberar al genio, empecemos por abrirle las puertas a la voz de “Ábrete, Sésamo” (oh, perdón, eso es de otro cuento).

Ceremonia fúnebre

Recuerdo haber leído el caso de una maestra de primaria que en una ocasión pidió a sus alumnos que en un pedazo de papel escribieran todos sus “no puedo”. No puedo entender los problemas razonados. No puedo hablar enfrente del grupo. No puedo aprenderme las tablas de multiplicar, etc. Cada niño anotó sus “no puedo” y luego la maestra les pidió que pusieran esos pedazos de papel en una caja de zapatos que había llevado.

Acto seguido, tomó la caja y se llevó a todos los niños al fondo del patio de la escuela, les pidió que cavaran un hoyo en la tierra, colocó ahí la caja con todos los “no puedo”, la volvieron a cubrir con tierra y puso una especie de lápida con el nombre del “difunto”.

Pidió a los niños que hicieran un círculo alrededor de la “tumba” y les dijo lo siguiente:

“Amigos, estamos reunidos aquí el día de hoy para honrar la memoria del ‘No Puedo’. Mientras estuvo con nosotros en la Tierra, afectó la vida de todos, las de algunos más que las de otros. Le hemos proporcionado al ‘No Puedo’ una última morada y una lápida que contiene su epitafio. Le sobreviven sus hermanos ‘Puedo’, ‘Lo Haré’ y ‘Comenzaré de Inmediato’. Ellos no son tan conocidos como su famoso pariente, y ciertamente aún no son tan fuertes y poderosos, pero quizá algún día, con la ayuda de ustedes, tendrán un éxito mayor. Que descanse en paz el ‘No Puedo’ y que todos los presentes restablezcan sus vidas y salgan adelante en su ausencia, Amén.”

Liberar al genio interior tiene mucho más ventajas que tener una lámpara maravillosa porque, como le ocurrió a Aladino en algún momento durante la historia, la lámpara le fue robada. Cuando dependemos de algo externo a nosotros para ser felices o para que nos motive, siempre tendremos el riesgo de que, si ese algo desaparece, junto con él se irá la felicidad y la motivación. 

Si has de depender de alguien, que ese alguien sea solamente Dios. Así que, con su ayuda, entierra tus “no puedo”, libera tu genio interior, y lánzate a luchar por aquello que deseas.



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