Domingo Cultural

2. Pescar las botellas para hacer ropa

Desde un barco de arrastre, seguimos la metamorfosis de los desechos plásticos que se sacan del mar. Las botellas y objetos abandonados se convierten en hilo y luego en prendas que presumen de su fabricación sostenible.

  • Por: Elsa Fernández-Santos
  • 19 / Junio / 2016 -
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2. Pescar las botellas para hacer ropa

Los pescadores recogen el plástico en las redes.

Excepto un lingote de hachís, que vuelve de la red directo al mar como una papa caliente, toda la pesca es útil en el Playa del Moro, el barco arrastrero que ha zarpado a las 4.30 del puerto de Villajoyosa (Alicante). Entre redes y aparejos, los cinco pescadores que forman la tripulación han admitido un nuevo trasto a bordo: un cubo de basura azul que aguarda a babor para contener los zapatos, compresas, cristales y botellas de plástico que cada día se pescan junto a los salmonetes, pulpos, rapes, espardeñas, peces gato o pescadillas. Puntuales, llegarán 12 horas después a la lonja del puerto.

Mientras el pescado se subasta, el cubo de basura emprenderá un intrincado camino que convertirá gran parte del plástico pescado en prendas de ropa. Una aventura sostenible que lleva el sello de Ecoalf, la empresa española que desde 2009 ha logrado convertirse en una marca puntera en ropa reciclada y que desde el pasado septiembre está embarcada en un ambicioso proyecto de fabricación textil a partir de la basura recogida en el fondo del mar.

El Playa del Moro es de los pocos barcos que tenían por costumbre no devolver la basura al mar y por eso fue de los primeros en apuntarse a la iniciativa de Javier Goyeneche, presidente y director creativo de Ecoalf. En el bar del puerto, a Goyeneche, de 45 años, le conocen como “el de los plásticos”. “Buen muchacho este Javier”, dice el capitán, Jerónimo Sellés, sobre el creador de una marca cuyo mensaje sostenible seduce a diseñadoras como Sybilla, que prepara una colección cápsula, y luce el público más variado. “Me gusta pensar que somos una marca transversal”, asegura Goyeneche.

En pocos meses, lo que nació como una idea algo peregrina dado el mal estado de la basura marina se ha consolidado como un proyecto de futuro que, bajo el nombre de Upcycling the Oceans, pretende tener un efecto dominó. Solo en el Mediterráneo, destaca Goyeneche, se pudren más de tres millones de toneladas de basura, de los cuales la mitad es plástico. Una botella de PET (el tereftalato de poliestireno con el que Ecoalf fabrica muchos de sus tejidos) tarda alrededor de 400 años en degradarse. De momento, los datos son optimistas, y desde septiembre se han recogido 34 toneladas de basura y se han fabricado 13.000 metros de tejido. Además, según pasan las semanas, aumentan los barcos que se apuntan al proyecto de forma altruista. “Si se llega a pagar, lo suyo sería hacerlo a las cofradías”, apunta Goyeneche. Para los arrastreros, se trata también de una sutil operación de lavado de cara de un oficio perseguido por los movimientos ecologistas, que consideran que su forma de pesca ejemplifica el dicho popular de matar moscas a cañonazos, una práctica que destroza el hábitat cada vez que remueven con sus redes (unas tres veces por jornada de trabajo) el fondo marino.

Ante las críticas, los pescadores tienen su particular filosofía. Con las botas cubiertas de agua y de fango en el puente de su barco, Sellés lo resume así: “Dicen que los arrastreros nos cargamos la posidonia (planta endémica del Mediterráneo), pero cuando mi abuelo pescaba ya no existía. Esto es como cuando se remueve la tierra del campo, saca los minerales para que se los coman los peces. No es malo. En la tierra se cargan los pinos y nadie dice nada. Bien no lo hacemos ninguno”. Dicho esto, los arrastreros parecen tener los días contados. En el Playa del Moro, una embarcación con ese aire desvencijado y rudo del barco de la película Tiburón, la tripulación lamenta la muerte de su oficio: “Hoy los jóvenes no quieren saber nada de esta vida, es demasiado dura. Todo el día en el mar para luego llegar a casa y solo poder dormir del cansancio”.

Ecoalf ha tenido la complicidad de Nacho Llorca, presidente provincial de cofradías, que vio en la iniciativa una forma de cambiar la imagen de los pesqueros. “La basura que recogemos llega en su mayoría de los cauces de los ríos, arrastrada por la lluvia al mar. Nos alegramos de contribuir a limpiar el fondo marino”.

Actualmente, 160 barcos de arrastre de la costa de Levante sacan entre cuatro y seis kilos de desechos por barco al día. Aproximadamente el 60% es plástico y el 18% de botellas PET, esas de las que bebemos el agua o los refrescos. La basura que llega del mar, y que ya en tierra se deposita en tres cubos metálicos enormes, seguirá un proceso de selección para que se pueda fabricar la materia prima de escama y granza que acaba en hilo y tejido. “Parte de la complejidad del proyecto está en la baja calidad de los residuos que sacan los pescadores; el sol, la sal y el agua convierten en inútil para reciclaje mucha de la basura”, explica Goyeneche.

En sus etiquetas, Ecoalf presume del carácter sostenible de sus prendas (“esta chaqueta se ha fabricado con 40 -botellas de plástico”, reza una de mujer) y del origen de sus tejidos, ya sea de redes de peces, botellas o neumáticos de Corea, Taiwán y Portugal. El círculo perfecto de la sostenibilidad se podrá cerrar el día que estas prendas recicladas se puedan a su vez reutilizar para obtener nuevos tejidos, algo que ya se está investigando en otros países.

De la costa de Valencia, donde se selecciona el plástico útil para convertirlo en granza de polímero, es decir, en bolitas de plástico, se traslada a ANTEX, una fábrica en Anglés (Girona) encargada de procesar el

polímero para generar el filamento de los hilos que viajarán a la última parada, en Santander, donde se confecciona el tejido.

Marta Molist, directora de investigación y desarrollo de ANTEX, asegura que el hilo de reciclado no es una moda pasajera, “es algo que ha llegado para quedarse, cada vez fabricamos más”. Hasta ahora, matiza, con residuos terrestres. “Es la primera vez que lo hacemos con desechos marinos, hemos tenido que adaptar nuestras máquinas hasta lograr un filamento con buenas propiedades. 

Empezamos con pruebas piloto, para ver si era posible una producción industrial, y ahora incluso estamos trabajando con grosores de hilo diferentes”. Juan Pares, presidente de Textil Santanderina, explica la complejidad de transformación de ese hilo en tejido. Desde su empresa familiar, nacida en 1921, llevan una campaña de sostenibilidad cada vez más avanzada. “Desde nuestra fábrica (en Cabezón de la Sal) vemos los prados verdes, las ovejas y las vacas, y quizá ese paisaje nos ha hecho tomar conciencia. Tenemos la obligación de lograr que las tendencias de moda sean cada vez más sostenibles y, en ese sentido, empresas como Ecoalf o las americanas Patagonia y Ellen Fischer, son una verdadero ejemplo”. Explica que cada vez hay más marcas, incluidas Inditex o H&M, preocupadas con estos asuntos, pero pocas coherentes al 100%. “Nosotros trabajamos en moda y en tejidos técnicos, como la ropa de los bomberos de Múnich o del ejército de tierra español. Ecoalf es pequeño y para nosotros supone un gran esfuerzo, pero merece la pena por su concepto”.

Quizá la aventura de limpiar el fondo del mar con unos cuantos barcos pesqueros sea una quimera similar a barrer el desierto con una escoba, pero resulta conmovedor ver a un viejo pescador, curtido por el sol, el agua y la sal, arrastrar un cubo de basura con ese orgullo que los hombres rudos le imprimen a todo y sentenciar orgulloso: “Si nosotros no hacemos esto, no lo hace nadie”.


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