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Yarrington, el priísta tamaulipeco

“Soy un mexicano enamorado de su país. Descubrí desde muy joven mi vocación por los asuntos públicos. Creo en la política, como el instrumento para construir realidades más dignas y con mejores perspectivas para los pueblos”, escribe Tomás Yarrington Ruvalcaba en su portal personal. 

Fue un estudiante destacado, de origen humilde, formado en universidades de élite. El PRI lo hace alcalde de Matamoros, diputado federal y gobernador de Tamaulipas (1999-2004). Su esposa, Tony Morales Loo, ofreció a través del coro del DIF Tamaulipas una opción de desarrollo personal a muchos niños y jóvenes. Durante su gestión el Festival Internacional Tamaulipas y el festival Letras en el Golfo fueron una celebración de la creación artística y la cultura.

Yarrington, el priísta tamaulipeco

¿Qué pasó entonces con ‘‘el licenciado Tomás’’? Circula por ahí un video donde una hermana de su sucesor dice que era ‘‘una buena persona’’.

Como gobernador tenía a los tres poderes en un puño. Ningún grupo empresarial, ni un medio de comunicación, ningún obispo, ni un organismo de la sociedad civil podían criticarlo. Disfrutaba de ‘‘la plenitud del pinche poder’’, Fidel Herrera “dixit”.

Pero Tomás quería más. La fiscalía texana señala que desde 1998 tejió alianzas con el narcotráfico; hoy lo buscan por cargos de conspiración para traficar drogas, lavado de dinero, crimen organizado y fraude bancario, y señalan que usó a la policía tamaulipeca para recibir ‘‘mordidas’’ por parte de narcotraficantes. Al mismo tiempo, su esposa, mujer respetable y respetada, impulsaba —ironías de la vida— la campaña ‘‘Construye tu vida sin adicciones’’.

Y Tomás desató el infierno en la tierra. ¿Cuántas familias de Nuevo Laredo a Ciudad Madero y de Matamoros a Tula fueron desplazadas por la violencia, lastimadas por secuestros y enlutadas por homicidios del crimen organizado, al que, señala El Universal, Yarrington se unió en lugar de combatirlo? 

Hoy el cinismo político de las autoridades mexicanas se cuenta solo. Saludan con sombrero ajeno: no jugaron papel alguno en el arresto. Los gobiernos de Italia y de EU hicieron lo que México no quiso: detener a TYR el 9 de abril de 2017.

Yarrington fue expulsado del PRI el 16 de diciembre de 2016. Nomás les tomó a los priístas once años, diez meses y doce días darse cuenta de qué tipo de sujeto es. El priísmo tamaulipeco está hoy en la orfandad. 

Menudea en los medios la certeza de que el Estado mexicano no es el mejor preparado para realizar justicia en el caso Yarrington.

Su escepticismo es fundado: cuando Humberto Moreira, expresidente del PRI, fue encarcelado en Madrid en 2016, la fiscalía española señaló que debía permanecer preso porque sus delitos eran muy graves. Los Pinos, la PGR y la Embajada de México se aplicaron a fondo, no en defensa de la presunción de inocencia de un compatriota, sino para garantizarle impunidad a un contribuyente mayor a la campaña de Peña Nieto. A los pocos días Moreira fue liberado.

La trayectoria de Yarrington me evoca la serie “Breaking Bad”. Ésta nos muestra cómo Walter White, un modesto profesor de prepa, se convierte en el mayor y mejor productor de metanfetaminas, cabeza de una organización criminal. Hasta que cae.

Mientras tanto, continúa desde el gobierno federal la fallida guerra contra el narco y la economía criminal sigue viento en popa. Yarrington no actuó solo; la lista de prestanombres, cómplices o encubridores es muy larga y está encabezada por sus dos sucesores priístas. Ninguno de ellos debe seguir impune.

Profesor asociado en el CIDE

Twitter: @Carlos_Tampico