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Ternura para la pandemia

Es la ternura la que me interesa. Ese es el don que me conmueve, que me sostiene, esta mañana, igual que todas las mañanas.

Raymond Carver

Ternura para la pandemia

Si a usted le preguntaran ¿qué entiende por ternura, cómo la vive, cómo la expresa, qué contestaría? Tal vez hablaría de una mirada, una caricia, un gesto, un detalle. Si es usted adulto y hombre, quizá le resulte incómoda, cursi. El diccionario la define como un sentimiento de cariño entrañable. Y cada quien la expresa o la siente a su manera. Lo cierto es que es una expresión humana muy poderosa pues desarrolla vínculos afectivos trascendentes y transmite valores profundos. La ternura nos da fuerza decía Oscar Wilde. Bueno es recordarlo ahora, cuando más la necesitamos en medio de una pandemia interminable.

Y la ternura está en nosotros desde el vientre y se reafirma en los brazos de nuestra madre, en sus ojos, en su pecho dándonos la vida. En esa conexión se gesta el sentimiento que nos acompañará toda la vida. Tal vez por eso la infancia es fuente inagotable del don de la ternura. De los niños principalmente, es el reino de la ternura. La leche de la human ternura diría Shakespeare. Esa expresión que sin ostentaciones, es capaz de penetrar al corazón más duro. Porque la ternura no necesita dinero, ni grandes manifestaciones para alegrarnos. Es parte de las "diminutas dichas que se aferran con sus mínimas garras a la vida", como diría el gran poeta cubano Eliseo Diego. 

Pero en este tiempo de insensibilidad globalizada, la ternura se vuelve revolucionaria: Frente al frío dominio del consumismo, apostar por lo que no se compra con dinero. Porque hasta los niños van perdiendo el don, perdidos como están en las pantallas. Por eso es fundamental revalorarla, hacerla presente en medio de la crisis, en los cuidados de los enfermos por supuesto; pero también en los gestos de la vida cotidiana, al interior de nuestras casas, con familia, amigos, compañeros. Y aun cuando es un sentimiento espontáneo, es necesario hacer conciencia de su valor, de su inmensa fuerza para mover y conmover.

Para ilustrarlo, pregunté a varios amigos cómo expresan la ternura o dónde la ven o la sienten y tuve respuestas muy interesantes. Una amiga me dijo que en las mascotas, en el cuidado y cariño a los animalitos ella ve la ternura.   Otra mencionó a los niños y a los ancianos, a los matrimonios jóvenes, que la enternecen al ver el esfuerzo por sacar a sus hijos adelante. Un amigo me dijo que ya de muy adulto aprendió a expresarla, pues antes tenía muchas barreras para dar y recibir. Alguien más me dijo haber conocido la ternura en el momento después del encuentro amoroso, en ese estar dos cuerpos, más que juntos, en comunión. Ya lo decía Joubert: la ternura es el reposo de la pasión.

Hay muchas formas de dar y recibir ternura. A nuestros amados por supuesto, pero también puede sentirse o expresarse ante gente desconocida. Hay profesiones que favorecen el gesto: maestros, enfermeras, cuidadores. Ahora mismo, he escuchado el testimonio de un sobreviviente de Covid, quien dijo haberse salvado gracias a la mirada tierna de su enfermera. Esas personas que muchas veces se ignoran, están salvando al mundo, digo con Borges. Son esos pequeños gestos marcando la diferencia en la vida de las personas e incluso trascienden la muerte. Nunca olvidaré la mirada tierna de mi padre en sus últimos años, cuando ya no podía hablar y con sus ojos y su sonrisa nos fortalecía. 

La ternura nos sostiene, dice bien el gran Carver, pero en un país machista y sin mucha "educación sentimental", es un activo en peligro de extinción, algo que se deja a los niños, a los viejos o a los cursis. Pero dejen les cuento que los especialistas hablan de la sicología de la ternura como un "campo de interés cada vez más emergente". Invertir en ternura es urgente, dicen los sicólogos, pues gracias a esa dimensión nos conectamos con ese registro emocional donde emerge la calma, la positividad y la confianza". Los japoneses tienen bien claro el valor de la ternura y promueven constantemente su práctica para darle calidad a los vínculos humanos.

Este tiempo de pandemia, olvídese de seguir en modo Juan Camaney y prodigue sus "miguitas de ternura". Nada mejor para aliviar el estrés cotidiano que dar y recibir ternura, pues según otro estudio también garantiza la sobrevivencia al despertar el deseo de cuidarnos unos a otros. Este es el tiempo de la ternura, la empatía, la solidaridad, el amor en todas sus formas. Ya lo dijo bien Auté: "No me hace falta la luna ni tan siquiera la espuma. Me bastan dos o tres segundos de ternura".