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Sin soberbia

Si quieres hacer reír a Dios cuéntale tus planes. -Woody Allen

Hace un año por estas fechas, me tocó saber de mucha gente haciendo planes.

Algunos en relación a compras, otros a viajes, unos más hablaban de amores, negocios fabulosos y también de fiestas espectaculares. Cerca o lejos, amigos, conocidos y también personajes de la vida pública, expresaron a voz en cuello, sus metas y proyectos para el redondo año 2020. Algunos políticos incluso hacían cuentas alegres de victorias, obras, acciones y recaudaciones. Pero todo se derrumbó como diría la canción. O casi todo. Y nuestros planes cambiaron.

Sin soberbia

También muchos de nuestros propósitos se frustraron, porque la radical transformación del entorno con la aparición del temido virus, nos hizo retroceder o aplazarlos. Aunque paradójicamente, algunos propósitos como leer o escribir más, estar más en casa con la familia, darle más tiempo al jardín, hablar más por teléfono con amigos y familia; se cumplieron porque las circunstancias así lo favorecieron. Pero es evidente que muchos planes fueron aplazados y mucha gente se quedó en una extraña pausa, que aún no termina. El miedo a la enfermedad, fue tal vez el mayor detonante. Cuando el temor se instala en nuestra psique, los planes se desdibujan. No tenemos estadísticas, pero sin duda hubo millones de proyectos frustrados, aplazados, rechazados.

Basta checar los medios de hace un año para ver cómo la mayoría de la gente hablaba de sus grandes planes. El presidente del vecino país por ejemplo, estaba seguro de su reelección y alardeaba encantado de su buena estrella. Los dirigentes de los equipos deportivos ya hacían cuentas alegres con sus ganancias. La Feria Internacional de Turismo arrancaba con grandes expectativas el año 2020, inaugurada por la reina Leticia. Las grandes “estrellas” del espectáculo referían sus sensacionales giras por el mundo, mientras encumbrados científicos ya anunciaban la derrota de la muerte. Y los ciudadanos de a pie, soñábamos con un año próspero y pleno de salud.

No sé lector querido(a), cuáles serían sus planes 2020, ni tampoco sé cómo se vieron alterados, pero sin duda todos fuimos afectados por la presencia de un diminuto desconocido. Por supuesto, lo más lamentable y triste, han sido las pérdidas humanas, la desoladora ausencia de tantas personas en tantos hogares. Nada es comparable a la muerte de un ser querido. Los planes, mientras hay vida, podemos posponerlos, incluso cancelarlos. Ya vendrán otros. Este tiempo incierto ha sido de lecciones profundas y trascendentes. Hemos aprendido, entre otras cosas, a valorar lo que tenemos, el tiempo, la gente, los seres vivos que nos rodean. Porque hasta los objetos más queridos, pierden valor ante lo irremediable. 

Este año nuevo nos está dando la posibilidad de renovar también los planes, metas y propósitos. Pero con otra mirada. Ya no hay cabida para la soberbia y la arrogancia. Menos cuando vemos que este 2021 también llegó cargado de imprevistos. El ataque al capitolio en el país vecino, las tormentas de nieve en Europa, la nueva cepa del virus en nuestro territorio. Hacer proyectos, sí, pero conscientes. Tener planes y propósitos porque son motor y aliento para vivir, pero reconociendo la inevitabilidad de la muerte. Sin soberbia. “Memento mori”, dicen que le susurraban sus ayudantes a los emperadores victoriosos en su procesión de triunfo. “Recuerda que eres mortal”, le subrayaban, precisamente cuando los poderosos sentían el vértigo de la victoria. También la gente común debemos recordarlo siempre. No para la tristeza, sino para la conciencia, para celebrar el gozo de la irrepetible vida.

El 2020 nos puso a prueba. Enfrentemos el tiempo nuevo con alegría y renovados planes. Fortalecidos por la experiencia. Pero con humildad. Agradeciendo cada día el milagro de abrir los ojos, de vernos en la mirada de nuestros amados, de recibir caricias con el alma, de vivir rodeados de la belleza natural. Lo decía bien Montaigne: el valor de la vida no está en la duración de los días, sino en el uso que hacemos de ellos. Aprovechar cada día como el primero, como el último. Construir nuestras vidas conscientes de lo esencial. Sin soberbia. Sorprendernos otra vez con la caricia del sol, los murmullos del fuerte viento y el milagro de nuestro corazón latiendo. Todo eso que de tan natural apenas notamos pero se constituye en el fundamento de nuestro acontecer. Un tiempo nuevo para sentir, para compartir, para soñar y celebrar la vida con sus claroscuros.

2021 tiene muchas páginas en blanco. Yo deseo para ustedes la salud, el amor, la alegría y el cumplimiento de sus anhelos, en la esperanza de un año benigno para la humanidad.