Editoriales > ANÁLISIS

Reforma burocrática

El gobierno de México ha operado un criterio inexplicable para hallar solución al severo conflicto de la burocracia obesa, cuyo costo gravita sobre el presupuesto oficial y que entorpece, en lugar de agilizar, la dinámica de la función pública. Hasta el momento, se echa mano de las jubilaciones; pero, eso, en lugar de aportar una solución, hace más grave el problema.

El gobierno de México ha operado un criterio inexplicable para hallar solución al severo conflicto de la burocracia obesa, cuyo costo gravita sobre el presupuesto oficial y que entorpece, en lugar de agilizar, la dinámica de la función pública. Hasta el momento, se echa mano de las jubilaciones; pero, eso, en lugar de aportar una solución, hace más grave el problema. 

Como nada hay nuevo bajo el sol, bueno sería echar una mirada a la reforma del sistema del funcionariado japonés, en el que se pretende no reducir el número de burócratas; sino aumentar la calidad de su desempeño.

Reforma burocrática

Se buscó una reforma burocrática aplicable en otros países que tienen problemas con el exceso de personal y malos resultados en la gestión pública, entre los cuales, necesariamente, se debe contar a México.

Según el estudio y la propuesta de Haruko y Kazunari: “Hasta ahora se han venido realizando recortes en el número de funcionarios y en su salario, con el objetivo de reducir el despilfarro en el gasto anual; pero, no se puede decir que sea muy acertado el argumento de que, con reducir el número de puestos de trabajo o el salario a capricho, los problemas como la descentralización y la falta de transparencia e inefectividad que la acompañan, el clientelismo que afecta a la contratación, el bajo nivel de productividad, etc., vayan a resolverse”. De hecho, no se resuelven; generan otros.

Según la Autoridad Nacional de Personal de Japón, los puntos principales de la reforma empiezan por, en primer lugar, un cambio hacia una gestión de recursos humanos basados en la capacidad y los resultados y, corrigiendo drásticamente el sistema de exámenes para la contratación de funcionarios y, tras el reclutamiento, implementar un sistema de ascensos según la capacidad y los resultados obtenidos en el trabajo.

En segundo lugar, cambiar el sistema actual por un marco independiente de exámenes, dirigido a posgraduados, que los divida atendiendo a la coordinación, de cara a explotar nuevas fuentes de recursos humanos. En tercer lugar, para asegurar un espectro lo más amplio posible de funcionarios en esa división de coordinación, se buscarán medidas para examinar dando importancia a las habilidades básicas de planear y organizar un proyecto, al mismo tiempo que se creará un marco de exámenes dirigido especialmente a los trabajadores con experiencia en empresas privadas, entre otros.

En cuarto lugar, poner un énfasis especial en la inteligencia y la capacidad de discusión y planificación, con base en un concepto de conocimiento más amplio: examinar la habilidad básica centrada en el pensamiento lógico y la aplicación práctica al trabajo, más que en la cantidad de conocimientos y la capacidad de deliberación.

Lo que más llama la atención de todo esto es la creación de un marco independiente de exámenes dirigido a los posgraduados y el énfasis en examinar las habilidades básicas para planear y organizar un proyecto con el propósito de diversificar el personal.

Aunque hasta ahora los funcionarios estatales habían carecido de la capacidad necesaria para establecer una estrategia de gran calado, multidisciplinaria y de comunicaciones flexibles, por hallarse encerrados en el agujero de sus especializaciones y chocar con los problemas sistemáticos derivados del muro que representa la administración vertical, al contratar en gran número a trabajadores que hayan recibido una educación superior, no sólo aumentará la especialización, sino que también se logrará una disposición más flexible ante un amplio rango de disciplinas.

Es de esperar que la contratación activa de recursos humanos provistos de una visión internacional traiga consigo una reforma en la cultura burocrática de los ministerios. Si existe una educación bien cimentada en varios campos también se podrá evitar la fragmentación de los conocimientos basados en especializaciones de alto nivel. Y el pernicioso influyentismo que agobia a México.

La propuesta es muy clara por cuanto señala que: “Al tiempo que se avanzará en una reforma que elimine los elementos negativos que dan lugar al malgasto y la ineficiencia del favoritismo, el tráfico de influencias o el clientelismo, comprenderemos la necesidad de ir fomentando el que se reconozcan el atractivo del trabajo de los funcionarios, especialmente entre el estrato más joven”.

En México se debe caminar hacia allá. Más aún cuando los retos presentes y futuros son colosales. Malo sería echar por la borda la recomendación del viejo y conocido refrán que dice: “A grandes males, grandes remedios”.