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No, presidente, no es por ahí

Hoy calculamos nuestro destino

Vamos a la mitad de la ola. Crecerá como un tsunami. Pronto estaremos en la cresta, confiados en nuestra suerte y atenidos a las medidas que apliquemos en estos meses de crecida. No hay más.

Pero me equivoco: sí hay más. Hay un flujo inagotable de torrentes mañaneros. Al lado del orador suele haber quienes orientan sobre el tsunami que se avecina. Pero luego vuelve el torrente. Salpica con incursiones en el vacío y convocatorias al desconcierto.

No, presidente, no es por ahí

Hoy calculamos nuestro destino. Observamos la angustia de quienes se miran en el espejo de otras naciones. Miramos el esfuerzo de los profesionales de la salud y de los voluntarios que ponen en riesgo su vida. Reconocemos la tarea de quienes mantienen las fuentes de trabajo, contra viento y marea. Nos dolemos de la declinación de la economía.

En esas estamos cuando aparece un tema fulminante. Digamos que ya “éramos muchos, y parió la abuela”. En algunos círculos se volvió la mirada hacia una novedad muy discutible: la revocación del mandato presidencial. Difiero de quienes proclaman sus virtudes. Arguyen que se trata de una medida democrática. Así la presentó quien propuso, en horas de arrebato, el ingreso de la revocación en el orden jurídico de la República. Y ahora el autor de la novedad se exalta por la criatura que engendró.

La revocación se inscribió de pronto en el orden del día. “Mi cargo está a su disposición -dijo el capitán de la nave, en pleno vendaval-. Si los pasajeros lo disponen, deshagamos lo que hicimos, reformemos lo que reformamos y relevemos al capitán” ¡Vaya ocurrencia!

No, presidente, no es por ahí. No será promoviendo discusiones que dividen a los mexicanos, como enfrentaremos la pandemia. No será promoviendo heridas, rencillas y disputas, como mitigaremos los efectos de la ola que nos tiene en vilo. No será generando nuevas divisiones, como resolveremos los malos pasos de una economía que desfallece. No será dejando el timón a los vientos de la demagogia, como llevaremos a puerto la nave que transporta a los mexicanos, dolidos y temerosos.

No, presidente, no es por ahí. No puede tomar la palabra a quienes se la ofrecen en el peor momento y sugerir siquiera la posible salida de la nave por una escotilla. No es aceptable que la revocación tome el lugar que deben tener las reflexiones y las acciones en torno a la desgracia que altera nuestro destino.

No, presidente, no es por ahí, aunque usted recogiera el tema con vehemencia, como alguna vez recogió, para sorpresa de sus compatriotas, otro fantasma: un imaginario golpe de Estado.

Si no es por ahí, ¿por dónde sí? No hay duda: cuando fallan las medidas de buen gobierno, abundan las carencias y las dolencias, reaparecen los enconos y se abren las grietas que alguien extremó en el seno de la sociedad, ha llegado el momento de reflexionar. Por ahí sí, presidente, por ahí sí.

A la sombra de los resultados que hemos cosechado y de las circunstancias emergentes, es preciso rectificar y encauzar la nave con lucidez y responsabilidad. Necesitamos unidad, no discordia. Necesitamos recursos, no derroche. Necesitamos meditación, no palabras que nos dividen. Necesitamos verdaderas medidas de aliento para la economía en picada. Necesitamos, en fin, una honrada y profunda rectificación. Por ahí sí, presidente, por ahí sí.

Hagamos la prueba. Rectifiquemos medidas y encaminemos nuestras fuerzas en una misma dirección, que promueva convergencia. Abandonemos proyectos “insignia” en los que dilapidamos nuestro patrimonio, y rescatemos los fondos que necesitamos para la salvación del país. Dejemos el discurso que incendia, sustituido por un mensaje de armonía con profundo valor político y moral.

Por ahí sí, presidente. En todo caso, hagamos la prueba. Ya conocemos lo que no ha servido. Ahora hagamos lo que no hemos hecho. Acudamos a salvar nuestra nave, convocando a todos los navegantes. Sin ofensa, sin rencor, sin resentimiento, sin complejos. Nuevos tiempos requieren nuevas medidas, a la altura de las circunstancias. Sí, presidente, por ahí sí. Es su oportunidad histórica. Más todavía: es su grave responsabilidad, que no puede declinar ni compartir.