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Ciudad de México: chelistas y justicia

El sábado 10 de diciembre, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, tres jóvenes mujeres, integrantes del cuarteto de cuerdas Dolcissimo, fueron agredidas por policías antimotines

El sábado 10 de diciembre, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, tres jóvenes mujeres, integrantes del cuarteto de cuerdas Dolcissimo, fueron agredidas por policías antimotines. Tres mujeres armadas con violonchelos contra varios policías bien equipados —un video muestra imágenes del “desalojo”. Música clásica versus justicia, variedad versión Ciudad de México. Música en la vía pública como arte y necesidad de sustento versus la fuerza ciega de la policía, que considera al violonchelo y a tres jóvenes mujeres como enemigos del orden público.

De acuerdo a la fuerza policial del doctor Mancera, las chelistas obstruían el paso peatonal; de acuerdo a las jóvenes, el tránsito peatonal no se había afectado. El brete, aparentemente sencillo, es todo menos sencillo: las chelistas afirman que otros artistas, tenores, saxofonistas o acordeonistas han sido agredidos y expulsados de la calle 16 de septiembre; una foto presenta a dos policías, bien pertrechados, sosteniendo y desplazando a una de las chelistas, mientras que en el video otra exige a la policía del doctor Mancera que no rompan su violonchelo.

Ciudad de México: chelistas y justicia

La agresión contra las intérpretes no sólo es contra ellas, es contra la ciudadanía, contra los derechos humanos y contra la libre expresión. De acuerdo a las integrantes del grupo, conseguir el permiso expedido por las autoridades de la Ciudad de México para tocar en la vía pública es imposible, pues la Secretaría del Trabajo y Fomento al Empleo ha dejado de emitirlo. “Tenemos colegas músicos”, explica Sharon Pérez, integrante del grupo, “que tienen el permiso, el cual, a pesar de no ser vigente, lo portan por protección para ellos, pero los oficiales se los han roto”.

Las jóvenes chelistas contaban con un amparo ante la Ley; la autorización fue desdeñada por los oficiales, quienes adujeron que ellas mismas lo pudieron haber escrito o copiado de Internet. Como en tantos otros rubros, la odisea de las chelistas, una fue golpeada y a otra intentaron subirla a la patrulla, es execrable y sin salida: las autoridades solicitan permiso para laborar en la vía pública y ese permiso no existe. Lo anterior revive a Breton: el surrealismo no es europeo es mexicano.

La imposibilidad de conseguir el permiso y la obstinación de las fuerzas policiales, a pesar de las reclamaciones de los transeúntes, convierten a los artistas que tocan en las vías públicas en delincuentes, y a los defeños en testigos, en testigos obligados; la ecuación es simple: toda la fuerza y eficacia contra las chelistas; toda la fuerza y eficacia contra ladrones/pobres que roban para comer; mínima fuerza y discreta eficacia contra ladrones/ladrones (los de los grandes centros comerciales); nula fuerza y cero eficacia contra políticos/ladrones o contra políticos/narcotraficantes.

André Breton es tan mexicano como nauseabundo el acto contra las chelistas. Enfatizo: se agrede a mujeres jóvenes, en la vía pública, frente a la ciudadanía y nada, nada sucede. Mientras escribo éstas líneas no he escuchado explicación alguna por parte de los dirigentes de la Ciudad de México ni se han ofrecido las disculpas debidas a las integrantes del cuarteto Dolcissimo.

Si Breton viviese nos explicaría las razones del altercado. Diría, creo —¡perdón Breton!—, que el intento de linchamiento se debió a desacuerdos propios de los miembros del gabinete del doctor Mancera, ya que, mientras que el encargado de Justicia es devoto de Yo-Yo Ma, el de Cultura gusta más de Pau Casals y el de Tránsito y Viabilidad (¿existe esa administración?) tiene la colección completa, en discos de vinyl, del legendario Mstislav Rostropovich, a lo cual, para colmo de males, debe agregarse que las jóvenes artistas quizás son devotas de la escuela de Jacqueline du Pré.

Bajo la lógica kafkiana, nunca ilógica, y pocos días después de la celebración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer (25 de noviembre), Monserrat Medina, Sharon Pérez y María de Lourdes Pérez, son responsables de los sucesos por portar chelos, por contagiar música, por reproducir las vivencias musicales callejeras de muchas ciudades en todo el mundo, y por no contar con el imposible permiso para ejercer sus derechos y tocar en las calles. Pregunto: ¿qué hubiese sucedido si los ejecutantes fuesen varones? Y me pregunto, junto con Breton, ¿el equipo del doctor Mancera aceptaría que las jóvenes toquen flauta y no chelo, bajo la lógica que la flauta es pequeña y no obstruye el paso peatonal?

Notas insomnes. ¡Pobre Ciudad de México: tan cerca de Breton, tan lejos de la justicia!