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Los pobres al centro

El nacimiento del Salvador es un hecho tan importante y prodigioso que marca el inicio de una era que dos siglos después sigue vigente

La Habría que reconocer una inspiración superior en el pensamiento y las palabras del Papa Francisco que cada día sorprende más por su sapiencia, erudición y capacidad de reflexión. Al referirse a las crisis que han afectado a la humanidad, señaló algunas de las más importantes, para culminar con la crisis que debió sufrir el Redentor del mundo, cuyo natalicio está por celebrar la comunidad cristiana mundial. 

Expresó el jefe de la Iglesia Católica que: "Más tarde, Jesús se enfrentó a una crisis indescriptible en Getsemaní: soledad, miedo, angustia, la traición de Judas y el abandono de los Apóstoles. Por último, llegó la crisis extrema en la Cruz: la solidaridad con los pecadores hasta el punto de sentirse abandonado por el Padre. A pesar de ello, Él, con confianza total, entregó su espíritu en las manos del Padre. Y su abandono pleno y confiado abrió el camino a la Resurrección". Explica que crisis no es conflicto.

Los pobres al centro

Antes, al principio de su homilía, había hecho una reflexión profunda acerca de la vida y la muerte: "La Navidad es el misterio del nacimiento de Jesús de Nazaret que nos recuerda que «los hombres, aunque han de morir, no han nacido para eso sino para comenzar», como observa de modo tan brillante e incisivo Hanna Arendt, la filósofa hebrea que desmonta el pensamiento de su maestro Heidegger, según el cual el hombre nace para ser arrojado a la muerte. Sobre las ruinas de los totalitarismos del siglo veinte, Arendt reconoce esta verdad luminosa: «El milagro que salva al mundo, a la esfera de los asuntos humanos, de su ruina normal y 'natural' es en último término el hecho de la natalidad. […] Esta fe y esperanza en el mundo encontró tal vez su más gloriosa y sucinta expresión en las pocas palabras que en los evangelios anuncian la gran alegría: Les ha nacido hoy un Salvador". Uno que se entrega a sí mismo.

El nacimiento del Salvador es un hecho tan importante y prodigioso que marca el inicio de una era que dos siglos después sigue vigente. Sigue imperante su mensaje que trae la buena nueva del amor, el rumbo por el cual el ser humano alcanza la plenitud de su esencia. Jesús nació en Belén y padeció el suplicio de morir crucificado en medio del rechazo y del escarnio de aquellos a quienes corrió del templo. Pero, su enseñanza persiste y cobra sentido inusitado con su resurrección de entre los muertos. 

Al respecto, el pontífice explica: "La novedad introducida por la crisis que desea el Espíritu no es nunca una novedad en oposición a lo antiguo, sino una novedad que brota de lo antiguo y que siempre la hace fecunda. Jesús usa una expresión que explica este pasaje de un modo sencillo y claro: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si cae en la tierra y muere, da mucho fruto». El acto de morir de la semilla es un acto ambivalente, porque al mismo tiempo marca el final de algo y el comienzo de otro. Llamamos al mismo momento muerte-descomponerse y nacimiento-germinar porque son la misma realidad. Ante nuestros ojos vemos un final y al mismo tiempo en ese final se manifiesta un comienzo nuevo". 

En los días que corren, cuando algún ahíto inconsciente asegura que pagar cinco pesos más por día a los trabajadores que sobreviven con el salario mínimo, pondrá en crisis al país, el Papa hace un llamado a los hombres de buena voluntad para que, juntos, se pueda construir una nueva realidad que ponga en práctica las enseñanzas del recién nacido que como hombre predicó las grandes virtudes de la fe, la esperanza y la caridad. Que dio tanto a sus hermanos que entregó su propia vida sin morir con ello.

Dijo el Papa Francisco: "Permítanme que les pida expresamente a todos los que, junto conmigo, están al servicio del Evangelio, el regalo de Navidad: Su colaboración generosa y apasionada en el anuncio de la Buena Nueva, especialmente a los pobres. Recordemos que conoce verdaderamente a Dios quien simplemente acoge al pobre que viene de abajo con su miseria, y que en esta misma capacidad es enviado desde arriba; no podemos ver el rostro de Dios, pero podemos experimentarlo en su vuelta hacia nosotros cuando honramos el rostro de nuestro prójimo, del otro que nos compromete con sus necesidades. El rostro de los pobres. Los pobres están en el centro del Evangelio. Me viene a la mente lo que decía aquel santo obispo brasileño: “Cuando me ocupo de los pobres, dicen de mí que soy un santo; pero cuando me cuestiono y pregunto: ‘¿Por qué hay tanta pobreza?’, me dicen ‘comunista'".

Terminó diciendo: "Y, por favor, recen siempre por mí, para que tenga la valentía de permanecer en crisis".