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Los fundamentos de la economía mixta

Recién se recibió una videoclip con parte de la entrevista a Pepe Mugica, expresidente y exsenador de Uruguay, en la que señala que, cuando menos en estos días, el capitalismo es la única manera de dar solución a los problemas que padece la humanidad y lo resume en una fórmula simple: tu tienes la capacidad y la energía para crear una empresa, ¡adelante!, genera riqueza y crea empleos; yo te cobraré los impuestos que la ley señala a fin de lograr los propósitos de atemperar la opulencia y la indigencia. 

Aunque en estos momentos puede resultar una idea novedosa y certera, en realidad, la propuesta de don Pepe viene de muy atrás, desde que la Revolución Mexicana, la primera revolución social del siglo XX produjo la Constitución más avanzada de su época bajo la idea del nacionalismo revolucionario, la economía mixta con rectoría del Estado y la democracia con justicia social, los tres pilares del régimen político que dio a México la más extensa época de paz, estabilidad y desarrollo que registra la historia.

Los fundamentos de la economía mixta

La idea de que el Estado suplante al capitalismo es tan absurda como la idea de que el poder del pueblo pueda generar, por sí mismo, los portentosos avances científicos, las obras maestras en las disciplinas artísticas o la santidad de los seres humanos que dedican su vida al servicio de Dios, entendido éste como la humanidad entera por cuanto dice la Biblia: "Lo que haces al más humilde de mis hermanos, me lo haces a mí". Todo lo que resulta extraordinario, es producto del talento y el esfuerzo personal.

Por ello, los regímenes revolucionarios crearon obras colosales mediante inversión pública para dar beneficios directos a la población; pero, también para estimular la inversión privada con rentabilidad justa y adecuada, y pago de impuestos. Un ejemplo muy ilustrativo de ello fue la construcción de la presa Marte R. Gómez en el municipio de Camargo, con lo cual el régimen de don Manuel Avila Camacho permitió la creación del Distrito de Riego número 26 y la dotación de agua a las poblaciones fronterizas.

Durante las décadas de crecimiento a niveles superiores al seis por ciento con una economía mixta, se permitía la creación de riqueza y su justa distribución mediante la acción social del Estado. El mismo presidente Avila Camacho creó el Instituto Mexicano del Seguro Social que no era una instancia para la atención de la salud únicamente, sino que extendía sus beneficios para el bienestar integral de las familias mexicanas y las adecuadas pensiones y jubilaciones para un retiro decoroso en la vejez.

No fueron pocos los estudiosos de prestigiosas instituciones extranjeras que vinieron a México para conocer el fenómeno que fue bautizado como el ´desarrollo estabilizador´. Por un lado, un extraordinario crecimiento económico durante el periodo 1941-1982, con una tasa de 6.2% promedio anual del PIB que llegó al 11 % durante el gobierno de Adolfo López Mateos. Durante estos siete sexenios, México nunca reportó una caída de su economía, y el país resultó un gran atractivo para la inversión extranjera.

El último gobierno revolucionario, el del presidente don Gustavo Díaz Ordaz, difamado por esa gran mentira que fue la Matanza de Tlatelolco, permitió el crecimiento de la economía de un 6.84% anual, equivalente a un crecimiento acumulado de 48.74% en el sexenio, mientras que el promedio anual de la inflación en el sexenio fue 2.7% y el tipo de cambio o paridad peso-dólar se mantuvo fija en $12.50 durante todo el período. El porcentaje de la Deuda Externa con respecto al PIB inició su incremento y terminó en 11.99%. El éxito en la lucha contra la pobreza, registró un promedio de 4.6% crecimiento anual del salario mínimo sobre la inflación y el 3.58% promedio anual al que creció el PIB per cápita.

Pero, cuando tomó el poder la alta burocracia, que fue incapaz de igualar la habilidad de los políticos y luego la tecnocracia, con jóvenes educados en las universidades de los Estados Unidos, tal y como recomendaba Robert Lansing, comenzó el declive de la economía y, mediante las jugadas perversas de Carlos Salinas, entre ellas la cena de los 30 millonarios que aportaron 25 millones de dólares para tener carta y cancha en la subasta de las empresas creadas por el Estado mexicano para hacer llegar a la gente bienes y servicios de primera a precios bajos, empezó la acumulación de la riqueza en muy pocas manos. 

Visto el daño que ha hecho el neoliberalismo, montado en la globalización, ahora se buscan alternativas que no pueden ser las viejas fórmulas de la economía ortodoxa. Una vez más, México sigue su propio camino hacia una pronta recuperación y éste no pasa por el capitalismo salvaje, menos por el estatismo.