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Línea de golpeo

Entre un parlay -vas a altas o bajas-, una emoción extranjerizante de un deporte de contacto que parece ser ajeno a una cultura hispanoamericana más hecha para gritar gol que touchdown, pero que se vuelve familiar por ese fenómeno cross-border que te hermana también, de este lado del Río Grande, con las alitas picantes y las costillitas BBQ; y del otro lado, con el guacamole y los “tortilla chips”.

Aquí se suma de seis en seis, o de a siete y hasta de a ocho. Todo con un tufillo real, o imaginario, a pavo horneado, relleno, emulando el de navidad -más cercano a tus costumbres vernáculas con mezcla de romeros en mole y tal-, agregado por la jalea de arándano y el pastel de calabaza.

Línea de golpeo

El día de acción de gracias que se acerca a ti por la vía del consumo masivo en los medios electrónicos sin resonancia cultural porque el catolicismo no documentó a los Pilgrim’s en su conquista al viejo oeste.

Quizá por resabios confesionales o ideológicos, quizá como una negación de la memoria por ese viejo oeste que alguna vez fue católico, novohispano y casi mexicano.

Por encima de los goles de campo y los primeros y dieces flota ese concepto de las gracias y las reuniones fraternales de una sociedad de familias desintegradas pero que muy organizadamente han dado en el clavo para juntar los retazos de un núcleo familiar, generando demanda en el consumo de vuelos domésticos, guajolotes, apuestas deportivas...

Pero ya puestos a disfrutar de las banalidades de la globalización que han desprovisto de estigmas cristianos y nacionalistas a todas las costumbres, poniendo en perspectiva que el origen étnico de estas tierras no prohijó al Papá Noel ni mucho menos, y que en las montañas del sur de México hay señores gordos, pero sin barbas blancas y sacos de terciopelo rojo repletos de regalos.

Ya puestos a ello, decía, y con la vocación de asumir costumbres extranjerizantes como diferenciadores sociales que nos hagan parecer exóticos, vaya, muy cool, asumiéndonos parte de una pandilla de pieles rojas, carneros, vaqueros, osos, acereros o lo que sea, miramos alrededor con miedo o reticencia porque no estamos tan seguros de que vaya a haber algo el siguiente día del pavo, es decir en noviembre de 2019, por lo que hayamos de dar las gracias en estas tierras mesoamericanas de mayorías esquizofrénicas e ignorantes en el Honorable Congreso de la Unión, de consultas públicas ilegales que funcionan como coartada a la indecisión.

Así, totalmente versados en los tecnicismos del fútbol americano, con barbarismos y anglicismos diversos muy a modo a la hora de ser los intelectuales del juego, pero muy ajenos a los fundamentos de que la suma de once, con fuerza descomunal en los muslos, los dientes bien apretados y una idea clara de hacia dónde transportar el balón, es lo que hace que esa particular comunidad de once pueda aspirar a ganar, de riñones, lo que solamente se vislumbra como un sueño lejano y lleno de gloria.

Un puñado de seres humanos en torno a un balón, así como tu familia alrededor de ese guajolote con relleno y cranberry jam, luchando juntos por un sueño, batiéndose en la vida por un bien colectivo, sin importar quien asuma qué magistratura, sin importar si el equipo cambia de dueño, o de sede, si modifican los uniformes, si desinflan el balón los tramposos contrarios o se hace una consulta entre uno o dos aficionados que ni siquiera llegaron a la tribuna.

Actos colectivos heroicos en el emparrillado, tan efímeros como un día de acción de gracias, un día de los trescientos sesenta y cinco que tienes para vivir, trabajar, crear, reír y llorar en tu México !carajo!

Tan efímero como tu vida cotidiana que en colectivo puede transformar un país para siempre, sin importar quien tome el turno de gobernar; sin importar los sainetes políticos ni los arrebatos de poder.

Una lucha que deja de ser efímera cuando asumes tu papel transformador y, haciendo un segundo esfuerzo, ganas yardas que te acerquen a esa gloria que solamente viviremos cuando pongamos juntos toda nuestra fuerza, integridad e inteligencia, en el fiero choque de la línea de golpeo.