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La guardia de Díaz

Mi presidente favorito dijo alguna vez: “Perro con hueso en la boca ni muerde, ni ladra”. Puede que sea cierto

Pacificar el país no es un problema reciente, México a través de su historia ha vivido intensos capítulos bélicos… desde antes que existiera nuestro país como nación ya estábamos en guerra, mantener el orden ha sido un objetivo que han tenido en común muchos mandatarios.

Pensando en cómo resolvió su crisis de seguridad Porfirio Díaz, llegué a “la guardia rural” o “cuerpos de defensa rurales”; el presidente tuvo la idea de crear en el gobierno de Juárez una fuerza montada para que defendiera las zonas rurales en todo el territorio mexicano y poder proteger las diligencias y caravanas de los ataques de bandidos.

La guardia de Díaz

En 1889 este cuerpo policiaco ya contaba con 2,000 efectivos, quienes tenían algunas características “sobresalientes” aquellos miembros que iniciaron esta guardia eran exconvictos que ya habían pagado su condena.

El pensamiento de Díaz al incorporarlos a este grupo de seguridad era que ellos conocían a los grupos delincuenciales, sabían cómo actuaban, conocían los caminos, brechas y veredas, y lo más importante a los bandoleros; el presidente no estaba equivocado, estos grupos de exdelincuentes pudieron reducir abrumadoramente la inseguridad de los caminos.

Con el tiempo ingresaron los desempleados de las zonas rurales, artesanos, agricultores, carpinteros; quienes vestidos con su traje de faena del centro de México –sombrero de ala ancha, pantalón de cuero, botonadura de plata– daban seguridad a los extranjeros que llegaron al país para invertir con la apertura comercial que dio el porfiriato; también funcionaban como escoltas y espías del gobierno.

Con frecuencia estos guardias entraban en conflicto con las autoridades locales, pues se negaban a cumplir órdenes de funcionarios que no fueran de la federación; además prestaban sus servicios de acuerdo a sus intereses –creo que esta parte de la historia se repite– pues los párrocos les pedían ayuda para cobrar el diezmo, dueños de fincas o minas les pedían ayuda para controlar a sus trabajadores o desalojar pueblos, los ferrocarriles para que “cobraran” el pasaje y nadie subiera al ferrocarril de polizón, y todo lo que a usted se le ocurra.

Los guardias rurales poco a poco se identificaron como un símbolo de nacionalismo mexicano, y como suele pasar con los “héroes” la percepción que se tenía de ellos rebasó en mucho a la realidad, malas leyendas los acompañaban; muchos se referían a ellos como represores de movimientos revolucionarios y la aplicación de la “ley fuga”. La ‘‘ley fuga’’ fue impuesta por Juárez y consistía en fingir no darse cuenta que se fugaba un detenido para matarlos en su intento, baleándolos por la espalda.

Los rurales fueron parte importante en los cuerpos de seguridad del gobierno de Díaz, representaban la autoridad del presidente en el campo, su influencia crecía cada vez más así como su número; los extranjeros y viajeros nacionales mencionaban siempre la presencia de estos guardias durante su trayecto, así que el presidente estaba conforme con su desempeño: las carreteras y ferrocarriles del país estaban seguros, la imagen que se daba al mundo era de estabilidad.

La guardia rural sobrevivió a la revolución; después de 1947 dependían de una oficialía militar y se debe integrar por miembros de la comunidad agraria bajo supervisión del Ejército Mexicano, no pueden intervenir en asuntos de competencia civil y deben auxiliar cuando las autoridades locales requieran su apoyo.

A finales del sexenio del presidente Felipe Calderón surgen los llamados grupos de autodefensa comunitaria en el centro y sur de México, inspirados por la leyenda de la guardia rural de Díaz pero con objetivos diferentes, pues su creación no está autorizada por el ejecutivo ni lo representan en las actividades de seguridad del país.

Cabe aclarar que Porfirio Díaz no pretendía negociar con el crimen, ni dar absolución a los pecados ni a los delincuentes, simplemente utilizó su astucia y poderío para enfrentar una crisis de seguridad en un México que despuntaba como potencia, cuya importancia no se enfocaba en los Estados Unidos, a Don Porfirio el vecino país del norte no le agradaba, y los americanos mucho menos, su visión siempre estuvo más allá… “Alemania”. Mi presidente favorito dijo alguna vez: “Perro con hueso en la boca ni muerde, ni ladra”. Puede que sea cierto.