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En vida hermana, en vida

En memoria de Nora Danwing, con amor filial

No tuve el gusto de conocer personalmente a Ana María Rabaté, pero sé por relatos de amigas y conocidas que fue una mujer extraordinaria. Nacida en Tampico, tierra de arte y tradiciones culturales; la poesía surgió de su interior como crecen las flores en tierra fértil. Definida como una mujer amorosa, divertida, sensible, sagaz, sencilla en el lenguaje pero profunda en su observación al ser humano, sus letras son amalgama de todo su ser en plenitud. Palabras que trascendieron su tiempo en la tierra y siguen siendo aliento vital para quien se detiene a leerlas.

En vida hermana, en vida

Entre sus poesías, tal vez la más conocida sea la que dice: "Si quieres hacer feliz a alguien que quieres mucho, díselo hoy, sé muy bueno, en vida hermano, en vida. Si deseas dar una flor, no esperes a que se mueran, mándala hoy con amor, en vida hermano, en vida. Tú serás muy, muy feliz, si aprendes a hacer felices, a todos los que conozcas, en vida hermano, en vida". Una poesía sencilla que encierra una filosofía de enorme significado. Tal vez por eso se sigue repitiendo tanto. Dar y darnos en vida. Aprovechar nuestros días sobre la tierra para conjugar el verbo dar en todas sus formas. 

En vida hermana, en vida. Hace unos días una amiga así citó a la escritora para recordarme lo que en vida nos dimos y acompañarme en el dolor por la partida de Nora Danwing, mi queridísima cuñada, una de mis mejores amigas, mi hermana. Y en efecto, es la vida lo que nos une, aun en su dolorosa muerte. La vida compartida: el tiempo, la conversación, las afinidades, las pérdidas, los dolores, los anhelos. Todo eso que se va tejiendo poco a poco con los años y sostiene con enormes raíces una relación importante. Nora y yo tuvimos mucha vida juntas. Porque en vida nos dimos y nos dijimos, lo mismo las esenciales y las más pequeñas cosas.

Conocí a Nora siendo muy jóvenes y desde el primer momento hubo una conexión profunda entre las dos. Un vínculo que se fue estrechando con el paso del tiempo y las diversas experiencias compartidas. Pienso en ello ahora y la recuerdo plena de vida, hermosa siempre, con sus expresivos ojos de largas pestañas observándolo todo; detallista y creativa, esmerada en su arreglo personal, pero más todavía en sus infinitas formas de dar y darse. Porque Nora fue de esas personas que con la cadencia de sus pasos hacía volver la mirada, pero quienes la quisimos, sabemos que lo mejor de su esencia era invisible a los ojos. 

Bella en muchos sentidos, lo fue con las manos para hacer los mejores platillos y sus pasteles en los cumpleaños, así como sus recetas fascinantes, con las que siempre nos acompañó en las celebraciones familiares. Cierro los ojos y vuelvo a ese feliz ayer de vida en común. Los gratos recorridos a los viveros y a las librerías para buscar plantas y libros en la gran ciudad, pasiones compartidas en   horas llenas de alegría. Y cómo olvidar nuestro tiempo de bordados, enlazando con hilos el amor a los hijos y gozando  intercambiando modelos y puntadas. Guardo todavía algunos bellísimos vestidos bordados, regalados por la tía Nora a mis hijas en su cumpleaños. Bordar, cocinar, arreglarse, dar, acompañar, eran algunas de sus formas de decir te quiero y lo expresaba especialmente con sus hijos, sus dos grandes amores, su motivo para luchar, hasta en los días más difíciles.

Somos nuestra memoria, decía bien Borges. Y yo elijo recordar a Nora en la plenitud de su vitalismo, como buena hija, buena madre, buena hermana. No en el dolor de la adversidad, sino en su valor para enfrentarla, estoica hasta el final. Amanecí pensando en ella el día de su muerte, sin imaginar que ya no vería la luz del nuevo septiembre. Después vino el hachazo, la noticia, el salto en el corazón. Se adelantó en el camino que todos llevamos y nos duele en el alma su partida, pero siempre nos queda lo esencial, eso invisible pero siempre presente. "Morir es alzar el vuelo; sin alas, sin ojos y sin cuerpo", dice Nandino. Vuela alto Nora queridísima. Nos dejas mucho en vida. La esencia de tu ser y la luz de tu mirada en los ojos de tus dos nietas amadas; tu bella huella sobre la tierra.

Desde aquí mi abrazo a la familia toda para quienes repito los versos del poeta inglés: "Puedes llorar porque se ha ido o puedes sonreír porque ha vivido. Puedes cerrar los ojos y pedir que vuelva o puedes abrirlos y ver todo lo que ha dejado". Yo agradezco a Dios todo lo compartido. En vida hermana, en vida.