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Eco de un grito

En el Museo de Arte Moderno (MOMA) de la ciudad de Nueva York se encuentran algunos de los cuadros más representativos de la pintura universal. Junto a obras maestras de los grandes creadores, se puede observar uno de los lienzos más dramáticos, más estrujantes, jamás pintados.

En su obra Eco de un grito, David Alfaro Siqueiros, plasma el horror de la guerra y del desdén de los poderosos por la parte más bella y más importante de la humanidad: los niños.

La admiración por Picasso, el arrobamiento con Van Gogh, las dudas por el arte moderno, se despejan cuando se llega a la galería donde se exhibe el cuadro de Siqueiros. No hay forma de escapar al cúmulo de emociones que despierta. Los grises, los ocres, los púrpuras rasgados por la nota roja, van desde el asombro, la ternura, el sentimiento de culpa y la solidaridad con la humanidad doliente representada por el pequeño tan desamparado en medio de la destrucción.

Eco de un grito

David Alfaro Siqueiros nació el 29 de diciembre de 1896 y formó, junto con Rivera y Orozco, el grupo de los tres grandes del muralismo mexicano. A diferencia de los otros, fue un activista político desde su temprana juventud, identificándose con las corrientes de izquierda comunista y socialista, lo que lo llevó a prisión en el famoso penal de Lecumberri, donde siguió pintando y escribió un libro. Por su formación castrense en el Ejercito Constitucionalista de Venustiano Carranza, fue conocido como el Coronelazo, mote que alentó con sus acciones beligerantes, como su incursión como voluntario en la Guerra Civil Española en defensa de la República.

Se le menciona como uno de los integrantes del grupo que atentó contra la vida de León Trotsky, quien finalmente fue asesinado con un golpe de piolet en el cráneo. Si hubiera que encerrar a Siqueiros en la breve espacio de una etiqueta, habría que decir que fue un innovador que no se conformó con hacer arte a partir de las técnicas y los materiales disponibles; sino que exploró caminos nuevos, creando ye recreando un arte mexicano de dimensión universal.

Pintó en el Instituto Politécnico, la Universidad Nacional Autónoma de México, la Secretaría de Educación Pública, en Instituto Mexicano del Seguro Social, en Chapultepec y en el extranjero.

Pero, su gran obra como muralista quedó plasmada en el Casino de la Selva de Cuernavaca y en el Polyforum Cultural Suqueiros del Hotel de México, ambos con el apoyo del empresario don Manuel Suárez y Suarez. En Lecumberri logró pintar más de 200 cuadros de caballete.

Eco de un grito, es una obra de enorme fuerza expresiva que irrumpe en la consciencia como un golpe de denuncia. Quizá quien mejor haya podido definirla sea Koke en su blog Malhadada poesía: “...un grito, un grito desnudo, un grito desnudo y desolador, el desgarro visceral de la tierra, el abandono y la guerra aunándose, revolcándose sobre la soledad y el miedo, la perdición de niños muriendo de hambre y de frío, el desamparo gimiendo en la noche dolorida del espanto, la fugitiva esperanza ahogándose de angustia, congelándose bajo el terror y las llamas, oscuridad de la vida, desolada, magullada, arrastrándose en el barro y la sangre, bajo las balas el terror sonriéndole a la muerte y el sufrimiento, el llanto, el desprecio alzándose, prepotente, sanguinariamente, aplastando los cadáveres, pudriéndose los niños de tanta desgracia socavándoles la tripas, asqueados de no haber sido jamas ellos, ni infancia y el desenlace prematuro de sus demacradas vidas dejadas de lado, muriéndose en un aislamiento desolador, como de perros atropellados en las carreteras del mundo, olvidados, aplastados, devorados por la indiferencia, retorciéndose de tristeza, tanta prepotencia sobre sus ojos denigrándolos, separándolos, apartándolos, en el vacío tremendo de las mercancías y los basurales tercermundistas, botados, enmoheciéndose de soledad, de tremenda, de oscura soledad macabra teñida de miedo y espanto, un grito, un grito de horror, y la riqueza, solazándose de orgullo en sus siniestras mansiones de la necedad cimentada sobre la muerte y el olvido…”.