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El Teatro Nacional está de luto

El teatro nacional ésta de luto, se murió su huapanguero, sí estoy en lo correcto, Tomás Urtusástegui, además de ser un gran dramaturgo con  más de quinientas veinte obras escritas fue un gran bailador de huapango, bueno de ese y otros géneros musicales; el gusto por la música norteña y el baile lo sacó de su estancia en Comales, Tamaulipas, dónde realizó su servicio social como de pasante de medicina.

Mientras que su afición, por el huapango tal vez lo obtuvo en Tampico, cosa que veo difícil, pues cuando acudió al Puerto, como médico de la naval, no creo que haya tenido tiempo para ir a bailar, pues los dos viajes que realizara en avión fueron ricos en sorpresas y hechos de riesgo, como el de no poder aterrizar por fallas mecánicas en la aeronave o por haberse volcado la lancha que los llevaba a rescatar damnificados; gran paradoja, mientras ellos iban a rescatar, resultaron ser rescatados, pues al equipo médico que acudió a la zona de desastre, causada por el Huracán Hilda, hubo de ser auxiliado para salir del agua. 

El Teatro Nacional está de luto

Fueron 10 días de Huracán, mismos  que conmovieron la zona sur de Tamaulipas: Altamira, Madero y Tampico, hasta ese punto del Estado llegó Tomás Urtusástegui y su gran amigo Juan José Pinto; a  ambos los unió la medicina y su presencia en las tareas de auxilio fue  feliz coincidencia donde se fortaleció una amistad que duró casi, 70 años, hasta que falleció el tamaulipeco reconocido.

De auxiliador a auxiliado, Tomás de pronto estaba en lo alto de un poste de luz, abrazado a la madera aquella que le salvo la vida, “pues la frágil lanchita que los trasportaba “hizo agua”, no soporto tanto peso; el maestro nos comentaba que Pinto y él fueron los primeros en abordar la lancha, colocados hasta la parte delantera, justo atrás del conductor  de la pequeña nave, y ellos vieron como subía y subía gente, cargada con sus pertenencias.

Tomás advirtió del peligro “no me hicieron caso, poco tardo en hundirse, la pequeña lancha, la gente empezó a tirarse al agua,  de cualquier manera queríamos llegar a la orilla, la experiencia de nadadores no era grande y todo nos pesaba, nos fuimos desasiendo de los que podíamos, zapatos, camisa, mochila, lo que podíamos dejar, dejamos, se trataba de salvar la vida;  cuando pude me agarré de aquel poste que ya estaba semienterrado en la arena; fueron por mí, después de muchas horas y al sacarme, grande fue mi sorpresa, en la pérdida de peso hasta los pantalones me quité… lo bueno es que la trusa aguantó”.

De aquella experiencia en los mares del sur tamaulipeco nació una gran amistad con Juan José Pinto, dos médicos uno pediatra y otro traumatólogo, después ambos serían escritores; Tomás se jubiló del IMSS a los 50 años de edad y se dedicó a la literatura, se inscribió en el taller de Vicente Leñero y con ello inició  una gran carrera como escritor, donde la dramaturgia tuvo un papel privilegiado.

A su muerte el día 8 de abril, dejó un gran legado para la dramaturgia nacional, dejó cuentos, uno de ellos dedicado a Tamaulipas y tal vez la única canción que escribió fue para Tampico.

El cuento a Tamaulipas lo escribió al recibir, del Congreso del Estado, el reconocimiento de tamaulipeco, mientras que la canción fue escrita para estrenarla al recibir la presea “Jaiba de Oro”, con la que el Centro Tampico de México, reconoce a los mexicanos que han aportado al desarrollo del País.

Descanse en paz el incansable escritor, tamaulipeco por decisión propia, Matamoros fue la tierra donde sus abuelos echaron raíces, y el sitio en que disfrutaba sus veranos inolvidables,  su bonhomía, amor al teatro y a la cultura lo ubica como uno de los GRANDES de la cultura en México del siglo XX y Siglo XXI.