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El ‘problema mexicano’ en EU

Los trabajadores de EU no están perdiendo su empleo a manos de los mexicanos, sino de profundos cambios en el seno de su país

Los trabajadores de EU no están perdiendo su empleo a manos de los mexicanos, sino de profundos cambios en el seno de su país

Durante su campaña electoral, Donald Trump alimentó el enojo y el miedo de millones de trabajadores estadounidenses. Les dio un chivo expiatorio a quien culpar de su disminuido estatus social y del temor de perder su empleo: los mexicanos.

El ‘problema mexicano’ en EU

El sentimiento antimexicano ya existía de mucho tiempo atrás, pero Trump le echó leña al fuego.

Sabía que el ataque a los migrantes mexicanos le redituaría mayores beneficios que costos electorales.

Para el grueso de la población estadounidense, la palabra “mexicanos” evoca a personas con tres características: son de piel morena, hablan español y realizan trabajos que los estadounidenses no harían por tan bajos salarios. Así hayan nacido en Guatemala, El Salvador, Honduras o Colombia, “son todos mexicanos”. Muchos de ellos no tienen papeles para trabajar, por lo que tratan de pasar desapercibidos.

Sin embargo, el odio y el racismo desconocen papeles. Un amigo migrante me comparte su angustia: el mensaje que recibimos cada hora de cada día es: “los necesitamos, pero no los queremos”.

Aquí es donde se origina de manera artificial “el problema mexicano”.

Los inmigrantes han estado en la mira de campañas de odio a lo largo de la historia de Estados Unidos. Ayer fueron los irlandeses, los italianos y los judíos. Hoy somos los mexicanos.

Los trabajadores estadounidenses no están perdiendo su empleo a manos de los mexicanos, sino de profundos cambios estructurales en el seno de su país.

En 1945, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos tenía tres características destacadas: su economía representaba 50% de la producción mundial, su poder militar no tenía rival, y contaba con una clase media con un amplio horizonte de movilidad social ascendente para cada nueva generación.

En un mundo crecientemente multipolar, la Unión Americana sigue siendo el mayor poder bélico, pero su lustre se ha perdido en los otros dos objetivos: en 2015 su PIB fue de apenas 21% del total mundial, mientras que la clase media se contrae en un contexto de incremento de las grandes fortunas financieras, de dramático crecimiento de los niños en situación de pobreza, y de profundas divisiones raciales y de clases sociales.

Ah, pero los mexicanos tenemos la culpa del Ébola y del terrorismo, llevamos enfermedades contagiosas y, además, somos violadores, ladrones y criminales —Trump dixit.

Los hechos no importan en un contexto dominado por prejuicios y temores.

El señor Gregory Hayes —presidente de United Technologies, propietaria de Carrier, persuadido por Trump de no mudar algunas de sus operaciones a México— declaró a la cadena CNBC que los empleados de su compañía en México “tienen un gran talento… los empleados mexicanos son más dedicados, eficientes y 80% más baratos que los estadounidenses… una combinación perfecta: mano de obra barata, dedicación, y un ausentismo laboral de sólo 1%”.

Las élites económicas y la clase política encumbrada en México están conectadas con sus homólogos estadounidenses, pero no conocen ni han experimentado la ansiedad de los trabajadores, ni los de aquí, ni los de allá. Donald Trump hizo campaña jactándose de que él representa a los trabajadores estadounidenses olvidados por las élites, pero sus nombramientos apuntan a que gobernará como oligarca.

Nuestra tarea es defender y proteger a los mexicanos aquí y allá. Sin embargo, no se vale tomar a Trump como excusa. El verdadero “problema mexicano” es que se pretenda prolongar con vida artificial un sistema político caracterizado por la corrupción, la depredación, la impunidad y los privilegios de unos pocos. Más allá de lo que haga o deje de hacer Trump, ése es nuestro más importante desafío.

Twitter: @Carlos_Tampico