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El INE en la disputa de poder

El INE, sus consejeros y las reglas electorales, han sido una obsesión permanente de la clase política, prácticamente desde su creación en 1990

La renovación de cuatro consejeros del Instituto Nacional Electoral (INE, antes IFE) ha desatado una polémica de interpretaciones, advertencias, mensajes, rumores y trascendidos, que no dejan lugar para la duda: esa operación es una pieza central de la disputa polarizada por el poder entre el gobierno morenista y la oposición. ¿Está realmente amenazado el INE como organismo autónomo?

El INE, sus consejeros y las reglas electorales, han sido una obsesión permanente de la clase política, prácticamente desde su creación en 1990. En esa institución se ha representado de forma emblemática las luchas, avances y retrocesos de la construcción democrática de las últimas tres décadas. Un sistema de partido que pasó de la hegemonía a una condición dominante y luego a un régimen plural, con alternancia en todos los niveles de gobierno. El IFE primero y luego el INE, han administrado los procesos electorales mediante un nutrido y sofisticado conjunto de leyes, al grado de convertir el campo electoral en un espacio de alta especialización. Sus resultados han sido variables, ha tenido grandes éxitos, como las elecciones de 1997 y la alternancia en el año 2000, pero también ha pasado por situaciones muy problemáticas, como la sucesión presidencial de 2006. El mundo electoral registra elecciones indiscutibles (2000 y 2018) y otras muy problemáticas (2006) o relativamente complicadas, como la de 2012, en donde el abuso del dinero del candidato ganador le ganó a una fiscalización eficaz de recursos. Aquí están los expedientes que hoy son nota: el vínculo de Peña Nieto y Lozoya con Odebrecht, OHL, Monex, la “Estafa Maestra”, etc. En la memoria de expedientes negros quedan también las elecciones locales de 2017 en el Estado de México y en Coahuila, como un monumento al fraude.

El INE en la disputa de poder

En voz del presidente de la República se han escuchado reclamos al INE y a sus consejeros. La elección del 2006 es una herida que no ha cerrado para López Obrador, cuando acusó de fraude y dijo “al diablo con sus instituciones”. Sigue enganchado como si en la historia no hubiera cambios, etapas, sujetos diferentes e incluso, reglas distintas. 

A pesar de que la renovación de consejeros no ha sucedido, ya hay un clima de tensión y exigencia que presagia un escenario complicado. Las renovaciones de consejeros del IFE-INE han obedecido a una lógica de acuerdo entre los partidos políticos que han optado por tener cuotas, de acuerdo a su fuerza en el Congreso. Por supuesto que la calidad de los consejeros ha variado y se han dado casos de exclusión, como la renovación de 2003 que dejó fuera al PRD y sólo se hizo entre PAN y PRI, lo cual fue como veneno para la confianza y el desempeño de la institución. Desde hace tiempo la renovación de consejeros se hace de forma escalonada, por eso ahora se nombrará a cuatro de once, un 36.3 % del Consejo General. El discurso de catástrofe que viene de Coparmex y compañía, no se sostiene, incluso si Morena nombra a cuatro de los suyos.

Si las variables para elegir son pertenencia o cercanía partidista contra autonomía y calidad, se pueden dar dos escenarios: se puede seguir con la misma lógica de cuotas y que lleguen al INE cuatro personas muy cercanas al gobierno. O se puede pensar en un nombramiento de consejeros con prestigio e independencia, que no se definan por la cercanía a ningún partido político. Por supuesto que Morena y su coalición de diputados pueden optar por el escenario de la autonomía y dar un golpe de timón para librar al INE de las cuotas. Nadie quiere que se repita el caso de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, que de un plumazo se ha ubicado en un lugar complicado, no sólo por la cercanía al gobierno, sino por la falta de calidad de su trabajo.

Si el 2018 fue un realineamiento electoral mayúsculo que nos llevó a un nuevo régimen de partido dominante, Morena puede ser diferente del viejo PRI o reproducir sus peores prácticas. La polarización del país puede llevar a una mala salida, como la cuota partidista. Lo que se necesita garantizar en el INE, “por el bien de todos”, como diría AMLO, es: autonomía, certeza, equidad y pluralismo.