Aislacionismo norteamericano

La decisión del Presidente Donald Trump de abandonar el tratado medioambiental de París ha puesto en evidencia que las intenciones de Trump son aterrizar sus propuestas de campaña a fondo. Los pueblos y gobiernos democráticos del mundo están tan acostumbrados a la demagogia que se sorprenden cuando alguien ejerce lo prometido en la campaña. Por eso los europeos y muchos norteamericanos se han espantado con tal medida.
Ahora bien, esta decisión no solo tiene implicaciones medioambientales, sino políticas de gran envergadura. Los países europeos, sobre todo, se están percatando que al menos con la administración Trump no van a encontrar el respaldo para sus alcances colonialistas que ejercieron con administraciones pasadas. Trump está enviando un mensaje muy claro que los Estados Unidos no van a seguir siendo el alcahuete de sus intereses internacionales.
La desestabilización en el norte de África y Libia promovida por Francia o la injerencia alemana en Ucrania dejará de tener el respaldo de los Estados Unidos. Por supuesto que eso no gusta para nada a los europeos quienes gozaban de sus tropelías amparados en el poder militar de los Estados Unidos. Por eso, la Primer Ministro alemana Ángela Merkel se ha lanzado en una nueva agenda independentista de Estados Unidos. Ha hecho ver a sus asociados de la Unión Europea que desde ahora deberán unir esfuerzos para solventar sus diversos retos de forma ajena a los intereses de los Estados Unidos.
Por eso mismo estamos en el mundo frente a un nuevo juego geopolítico manado de la desaceleración de la economía mundial y con motivaciones des globalizadoras. México debe entender este nuevo juego en el cual Estados Unidos busca aislarse del mundo, tanto en lo político como en lo económico. Estrategia que busca fortalecer su economía doméstica. Solo que a diferencia de Europa, México se dedicó las últimas tres décadas a formar una peligrosa dependencia de los Estados Unidos.
Ya no somos un país soberano e independiente más que en el papel. Dependemos de los Estados Unidos totalmente en gasolinas, granos, remesas, y en nuestras exportaciones del campo. Aquellos discursos de los años 60s y 70s de la soberanía alimentaria y energética fueron borrados de la mente cívica de los mexicanos para sustituirlos con valores globalizadores y antinacionalistas. Por eso hoy los mexicanos tienen pavor a volver a aquellos preceptos que nos permitieron crecer hasta al 9% anual. Por eso los mexicanos tenemos terror a las devaluaciones, por nuestra necesidad de los productos importados.
El Presidente Trump, con la salida de Estados Unidos del tratado de Paris ha dejado muy en claro que su prioridad son los Estados Unidos y los empleos. Por eso su política anti migrante y al dureza de su discurso contra los productos mexicanos. México deberá volver a sus convicciones nacionalistas por fuerza. Estar sometidos y amarrados a los vientos del norte nos hace muy frágiles a los cambios internacionales que se avecinan. Los europeos en los próximos años irán forjando políticas que consoliden su presencia mundial sin el aval de los Estados Unidos. Sin embargo México sigue empecinado en seguir pegado a la ubre norteamericana.
El Presidente Trump ha demostrado que las buenas formas no son su fuerte, sino más bien sus decisiones apegadas a un ejercicio político volcado sobre sí mismo, sus ideales de antaño y a políticas duras con el único interés de devolver a los Estados Unidos su poder económico. En ese esquema México estorba. Eso debemos entenderlo claramente y construir una nación sustentada en el autoconsumo y los acuerdos internacionales que nos permitan dejar de depender de la economía norteamericana.
Por supuesto, nuestra vecindad hace de esto algo por demás difícil, pero debemos volver a la autosuficiencia alimentaria y energética, pero con capitales mexicanos, porque eso de bajarse los pantalones para atraer capitales extranjeros ya nos ha causado demasiada pobreza.
México debe volver a ser para los mexicanos.
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