Columnas > ERNESTO SALAYANDIA GARCÍA

Un dolor que cala hasta los huesos

Cierto olor a tristeza, 

a frustración e impotencia

Un dolor que cala hasta los huesos

Era una mujer de éxito, educadora de profesión y directora de un jardín de niños, se distinguía por su creatividad, le encantaba su profesión y daba lo mejor por  sí misma a los niños, se había ganado el respeto de los padres de familia por su entrega y profesionalismo, desde muy joven cascada de éxitos, se vino a la borda, comenzaron los accidentes de tránsito, fuertes impactos en el periférico y en el viaducto de la ciudad de México, pérdidas totales de los autos, desfiguros, la distinguida directora del jardín de niños, borracha, amenazaba con cerrar un antro, debido a que el cantinero se negó a venderle más alcohol, fue capaz de romper botellas y vasos, indignada, se subió a la pista y bailo, semi desnuda,  retando a golpes a los meseros, el alcohol la hizo cometer grandes errores, una noche, con cuchillo en mano, tenía amedrentado a un niño de 11 años quien se metió debajo de la cama y del susto se hizo pipi, con el pasar del tiempo sus borracheras eran agresivas, violentas y muchas otras llenas de resentimientos y de llantos, la familia no sabía qué hacer con ella, ya había perdido el jardín de niños, dejando una pésima imagen y una gran pérdida económica, estuvo en clínicas y en anexos, muchas veces, pero recaía y recaía una y otra vez, entro a un grupo de Alcohólicos Anónimos, el padrino la enamoro y se casó con ella, a los tres meses, regreso a la casa de sus papas, muy maltratada con el rostro lleno de golpes como el de un boxeador derrotado, pasaron los años, tuvo sus tiempos sobrios, tapo la botella, pero destapo las pastillas, carbamazepina, se hizo fármaco dependiente y muchas noches se intoxicaba con alcohol y pastillas, no aceptaba que tenía una adicción.

     Hablo de mi hermanita Ely.-le gusto la fiesta y basto una decepción amorosa para refugiarse en la botella y toda esa, por mi parte, no la deje sola, nunca, pero no pude hacer nada por rescatarla, finalmente murió.

Mi madrina Ely. 

Hubo, entre ella y yo, un puente solido de comprensión y de comunicación, cuando  aún no tenía el problema yo del alcohol, me toco ir a rescatarla a los antros, a las delegaciones de tránsito, a sacarla y cargarla del jardín de niños, me toco llorar frente a ella en las clínicas y centros de rehabilitación, disfrute mucho sus años de sobriedad cuando se pegó de lleno al programa de los doce pasos de AA, ella, se sentía muy orgullosa de mi, cuándo la revista Plenitud de la Central Mexicana de Alcohólicos Anónimos me hacia el favor de publicar mis artículos, todo el tiempo, me amadrinaba, me daba la suave sin que yo lo pidiera, fui creciendo con mi militancia y ella con su adicción a las carbamazepinas, la tumbaban, por las noches, drogada se caía, vomitaba, no comía y llego a pesar nada, una mañana se calló de la azotea rompiendo un domo, cayó al tropezarse a 6 metros de altura, recibió 7 fracturas en su cuerpo, no murió de milagro, nos dijo un doctor que gracias a que su cuerpo estaba anestesiado, no hubo resistencia y eso evito mayores daños, en un tiempo, vivo con nosotros, mis hijos adoraban a su tía Ely que cuando destilaba sus resentimientos, me inspiraba mucha ternura, era una niñita quejándose de todo y de nada, viví ese proceso, trate de ayudarla, de que se aceptara como adicta, como drogadicta,  la convencí de que se internara en un Centro de Rehabilitación en Chihuahua, duro tres meses limpia, pero comenzó a manipular y obtuvo sus pastillas y por supuesto, una sobredosis, cuando fui a verla al IMSS, estaba inconsciente, los doctores no sabían de qué se trataba, me tiraron a loco, cuando les dije, es una sobredosis,. 

    No, me dijo un doctor es un serio problema cardiaco.- 

     Ella anestesiada dormida en una camilla, pasaron más de 5 horas y nadie la atendía no nos decían nada, la tome en mis brazos y la regrese al centro de rehabilitación, al día siguiente, feliz de la vida, tan platicadora como siempre. 

   No recordaba nada de  la tormenta.