Columnas > ERNESTO SALAYANDIA GARCÍA

Tatuajes del niño mal hecho

La complejidad de la enfermedad se centra en lo toxico de los pensamientos de un adicto, en sus orígenes, en que no ha trascendido las heridas profundas del alma

La complejidad de la enfermedad se centra en lo toxico de los pensamientos de un adicto, en sus orígenes, en que  no ha trascendido las heridas profundas del alma, no ha borrado los tatuajes emocionales que lo han marcado de por vida, no es libre, esta encadenado a su pasado, hundido en el pantano de sus pensamientos psicóticos, patológicos y mediocres, no quiere cambiar de actitud, no le importa recae una y otra vez emocionalmente, hasta que al final, se revienta como esparrago con sustancia, y no hace otra cosa masa que engrandece  el pozo de la mediocridad, donde se acostumbra a vivir, entrando y saliendo de las garras de esta perra enfermedad, al pasar del tiempo, la rutina se hace costumbre y la costumbre se hace ley, el adicto, se estaciona en la mediocridad, no hace ningún esfuerzo por controlare y disminuir su ansiedad, no lucha por bajar sus niveles de ansiedad, le recomiendas técnicas, tips y le das tarea para atacar la ansiedad y le vale monjas, no hace nada por su recuperación, le sugieres que rompa con sus contactos y no lo hace, le recomiendas una y mil sugerencias que se las pasa por el arco del triunfo, simplemente, porque no tiene la estructura emocional para mantener en lo alto el respeto, para aplicar en la vida los valores con hechos, no palabras, no hace nada y se le lleva de pechito, simplemente porque es un nacido para perder, el mediocre de los mediocres.- ¿Has hecho la respiración con la vela?  No, no he tenido tiempo.-

Científicamente está comprobado que hijos de abuelos y padres alcohólicos nacen propensos  para caer en las garras del alcoholismo, la enfermedad es genética, el adicto crece en su neurosis en un hogar disfuncional, donde la enfermedad emocional de los padres está a flor de piel, ante la ausencia de valores, de indigno ejemplo, el adicto, se hace toxico e ingobernable, egocéntrico, narcisista, neurótico, es ahí donde los tatuajes emocionales marcan su vida emocional, carece de orden, de higiene personal, en su casa, es el emperador, se siente el rey, por demás soberbio, adquiere muy malos hábitos como el hablar con groserías, el contestar cada vez que se le llama la atención, es de los que no le jala al escusado después de usarlo o deja la tapa miada, la ropa tirada, lo domina, la pereza, el conformismo y la apatía ante la vida, así se va formando el pensamiento toxico del adicto, que comanda la soberbia y cuando entra a un proceso de recuperación, no puede logarlo, no tiene los hábitos y la costumbre, no tiene respeto ante la sustancia y sus actitudes, no puede cumplir con una cuadro de sugerencias para lograr el cero recaídas, por ello, fracasa en su relación de pareja, no ofrece ningún cambio, por ello, lo corren de los trabajos o fracasa en cualquier negocio que emprende, debido a la ausencia de disciplina, compromiso y respeto.

Tatuajes del niño mal hecho