Ricardo o lo que es lo mismo, Ricki Ricón

En este México nuestro, el idioma que todos hablamos contempla palabras que tienen múltiples y variadas acepciones. 

Por ejemplo, el nombre de Ricardo, en diminutivo, “Ricki o Ricardito”, puede significar que el aludido es rico, pudiente, vaya pues, con vasto dinero.

Ricardo o lo que es lo mismo, Ricki Ricón

Para razonar el porqué del tema, basta recordar que por allá en los años 80´s del siglo pasado, la empresa Hanna-Barbera presentó la serie televisiva de dibujos animados: “Las aventuras de Ricky Ricón, el pobre niño rico”, donde el protagonista principal es un niño de 11 años rodeado de riquezas, servidumbre y comodidades. Pues bien, los episodios terminan en que Ricky o Ricardito, siempre sale avante de cualquier adversidad que se le presenta.

Según se sabe, la serie aludida, Ricky Ricón fue vista y admirada por el actual candidato de la coalición “Al frente por México”. 

El joven Anaya, ha hecho alarde de todas sus destrezas.

Uno de sus atributos que más se reconoce es la laxitud para conceptuar la traición. 

Me imagino que leyó el libro “Elogio de la traición”, de los franceses Denis Jeambar e Ives Roucaute, donde expresan que la traición es imprescindible cuando se trata de preservar los cimientos de la sociedad. Añaden que no traicionar, es una cobardía.  

De ahí que haya traicionado a Gustavo Madero, quién le brindó su amistad y confianza y a quien asestó una puñalada trapera a mansalva. Ahora el pobre Madero está arrinconado en el estado de Chihuahua en un modesto cargo público, después de haber llegado a dirigir el PAN a nivel nacional. 

Caso triste, muy triste.

Otro atributo que se reconoce es no dar valor a la gratitud. Siente que es un estorbo para conseguir sus objetivos.

De ahí, la reciente aseveración de la señora Margarita Zavala, ex panista y ex amiga del joven Anaya, cuando dijo que el candidato del PAN ostentaba un desorden de personalidad múltiple mejor conocido científicamente como trastorno de identidad disociativo.

En verdad, que feo se llevan.

Recuerdo cuando se desvivía por alabar al Presidente Enrique Peña Nieto al lograr las reformas estructurales o a José Antonio Meade, por ser un excelente ser humano y servidor público.

Pero de nueva cuenta, el joven Anaya está en el ojo del huracán porque sus detractores lo acusan de lavar 54 millones de pesos. Por más que se ha esforzado, no ha podido dejar en claro cómo le hicieron, el y su socio Barreiro, para darle la vuelta por medio mundo al dinero y regresado al país completamente lavado.

¡Chin, que feo asunto! 

Y lo más grave es que por más que se analiza el delicado asunto, persiste una duda, ¿de dónde sacó tanto dinero para invertir y multiplicarlo en tan corto tiempo?

¡Sólo nos falta imaginar a un jefe de las instituciones nacionales con esas mañas!

Sin duda alguna, el joven Anaya no batalla nada, pero nadita de nada en pagar la luz, ni el agua, ni la despensa, ni las colegiaturas de la escuela de sus hijos, ni los impuestos prediales, ni los viajes a Atlanta, ni el pago de los préstamos que dice haber adquirido. 

No, la batalla por esos asuntos menores no le preocupan como a la mayoría de los mexicanos.

¿Acaso tuvo la suerte de nacer sin escrúpulos?

¡Nada más eso faltaba!

Solo añado un dato: la serie animada Ricky Ricón, dejó de producirse en 1984. Apenas 4 años después de su aparición…