Columnas > ERNESTO SALAYANDIA GARCÍA

Narrativa de una manera inútil y mediocre de vivir

 ¿Por qué recae el recaído?

A mí me costó mucho trabajo derrotarme, soy recaído, tuve que vivir mi propio proceso y hoy no me las dos de muy cuco, pero de acuerdo a mi propia experiencia, comprendo que somos muchos los del problema, pero pocos los elegidos  con la solución. No se trata de que los grupos de autoayuda no funcionen, al igual que clínicas y centros de rehabilitación, donde comprobado está que, de cada diez internos, nueve recaen. En cuanto a los grupos de autoayuda, son aves de paso los anexados, que juegan al bote pateado, pisan la base, duran poco tiempo y luego vuelan, otros se quedan, aprenden al pie de la letra toda la literatura, se convierten en padrinos de padrinos, en madrinas de madrinas, pero en sus casas son un verdadero fraude, por sus pésimas relaciones familiares, por el mal manejo de la comunicación y quieren convivir a programazos con la familia. Les sale el tiro por la culata, se llenan de soberbia espiritual, convirtiéndose en farol de la calle, oscuridad de su casa; en el grupo son luz, en sus casas, tinieblas y tormentas. Ver para creer. 

Narrativa de una manera inútil y mediocre de vivir

No basta con tapar la botella

Un adicto se siente merecedor, con derecho a los reflectores y a que le pongan la alfombra roja; llega a su casa después de tres meses de proceso de internamiento, pero sin la más mínima piscacha de humildad, lleno de soberbia, se siente merecedor, es un chabelote  inmaduro, de 30 años, es irreverente, rebelde e ingobernable, dominado por sus conductas tóxicas, irritable, agresivo, critico, se siente intocable; es gobernado por la pereza física y mental, es tipo aislado con  pésima comunicación, irresponsable, refugiado en sus pensamientos cuadrados con actitudes mediocres, sin duda, está próximo a consumir, a  jugar la parte, a hundirse más y más en las garras de esta maldita enfermedad, perra, perversa del alma, mientras que la familia pierde el control de la situación y se conduce hacia él o ella con miedo; lo tratan  con ´pincitas´,  todo sigue igual o peor debido a que no hay recuperación, ni en la familia ni en el adicto, sólo hay que esperar a que el hilo se reviente por lo más delgado.