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Enseñanzas de mis pelos tercos

Mi cabello es como el Río Bravo. Por encimita parece dócil, manejable, pero bajo la superficie corren unos "remolinotes" que han hecho zozobrar a más de una estilista.

Por ejemplo, en la parte derecha de la nuca, justo arriba del crecimiento, hay unos pelos que crecen para el norte, otros para el sur y otros para el poniente. Para mayor lujo, exactamente en la línea de crecimiento tengo varios lunares, así que el meter la maquinita para delinear esa parte es todo un reto, sobre todo para aquellas estilistas que tienen "pulso de maraquero".

Enseñanzas de mis pelos tercos

Pasando al parietal izquierdo (de la línea del apartado hacia abajo), ésa es otra zona de alta turbulencia. Si me lo dejan medio centímetro más largo de lo que deben, no se me acomoda para ningún lado. Si me lo dejan medio centímetro más corto de lo que deben, parece que me hubieran puesto el penacho del Gran Jefe Caballo Loco. Mi cabello es más rebelde que un hijo adolescente.

Cada que voy con una nueva estilista, tengo que darle un largo curso de inducción antes de que meta tijera para reducir el riesgo de que provoque daños irreversibles. Las estilistas no me cortan el cabello, se pelean con él, y a más de una, cuando llego a regresar, la he visto poner cara de "oh no, aquí viene otra vez el remolino con patas".

Ahora entiendo que para mi madre, el peinarme de pequeño debe haber sido toda una prueba de paciencia, y me imagino que ésa fue la razón por la que, después de cansarse de tener que echarme limón todos los días, prefirió traerme toda mi niñez al estilo "sorcho", solo con un chopito en el copete. Fue hasta que pude peinarme solo, que me lo dejó crecer. Como que dijo "ésa ya es tu bronca, m´ijito, aquí tienes el peine; buena suerte".

Con todo y esto, mis pelos tercos me ayudan a recordar algunas lecciones importantes de la vida, como las siguientes:

No les saques la vuelta

En una ocasión, ante el desafío de mis remolinos de la nuca, una estilista tuvo "la brillante idea" de meter la maquinita y rasurar POR ENCIMA de ellos. Quedé como si me hubieran puesto una cacerola y hubieran cortado todo lo que sobresalía de ella, y no se diga al día siguiente. Se me veía toda una franja oscura al empezar a crecer el cabello. Cuando estaba con alguien y me despedía, me iba caminando para atrás, como platicando y despidiéndome, para que no me vieran ese esperpento de corte (esperpento: dícese de una cosa notable por su fealdad, desaliño o mala traza, según la Real Academia de la Lengua). Esa ingrata experiencia me recuerda que cuando intentamos sacarle la vuelta a los desafíos o resolverlos sin esfuerzo, la situación puede volverse peor. Los problemas hay que afrontarlos, no intentar huir de ellos.

Revisa todas las áreas

Me he dado cuenta también que cuando me queda mal cortada una parte del cabello, todo el peinado batalla para acomodarse, es decir, si algo está mal en una zona del cabello, esto repercute negativamente en todo lo demás. Eso me recuerda una frase de Gandhi: "Nadie puede hacer bien las cosas en un área de su vida, si al mismo tiempo está tratando de hacerlas mal en otra área; la vida es un todo integrado". Si sientes que algo está mal en tu vida, revisa todas sus áreas, no sea que alguna de ellas la traigas "trasquilada" y necesites corregirla para beneficio de las demás.

Dos puntos más

Por otro lado, cuando una estilista le "atina" al punto y todas las zonas de mi cabello las deja en la proporción exacta, el peinado casi sale solo y no necesito ni gel para mantenerlo en su lugar. Pienso que la vida también es así. Cuando logras el equilibrio adecuado en cada faceta de tu vida, personal, laboral, espiritual y emocional, la vida se siente bien, te sientes pleno, así que vale la pena que luches por lograr ese equilibrio.

Finalmente, con todo y sus imperfecciones, siento que extrañaría mucho mi cabello si no lo tuviera; eso me recuerda la importancia de ser agradecidos por lo que tengo, y no esperar a perderlo para apreciarlo. "Valora lo que tienes, antes de que se convierta en lo que tenías".

Agradezco a mis humildes pelos tercos lo que me enseñan, y solo lo siento por aquellas estilistas que seguirán sufriendo con ellos (mientras los tenga). Pero véanlo por el lado positivo: Después de aprender a cabalgar por ese territorio indómito que es mi cabello, no habrá melena que no sean capaces de dominar.