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Chango que más aplauda

Me tocó en semanas pasadas ser sinodal de varios jóvenes y señoritas que terminaron su carrera en la universidad y presentaron su examen profesional. En los años que me ha tocado realizar esta actividad, he visto de todo; desde los que les entra el pánico escénico y casi casi hay que echarles agua para que se destraben (como cuando al Chavo le daban las chiripiolcas) hasta los que se desenvuelven como pez en el agua. Pero bueno, el caso es que a gritos y sombrerazos, y tras muchos sufrir por el estrés que esto conlleva, ya están del otro lado. Ahora sí, ¿qué sigue?

Bueno, pues lo que sigue es que todos estos muchachos salgan a tratar de ganarse un lugar en el mundo de las empresas. Que salgan a competir en un mundo que está bastante competido para, como decía en alguna columna anterior, tratar de "llevarse los mejores árboles" (los mejores puestos, las mejores promociones, etc.).

Chango que más aplauda

Y recordé una plática que di hace poco a los alumnos del CBTIS 7, quienes me pidieron participar en un congreso con el tema de Liderazgo. Empecé diciéndoles que esa charla llevaba por título "Sobresaliendo en un mundo competido", pero que igual le podría haber puesto por nombre "Chango que más aplauda". ¿Por qué? Pues porque al igual que la canción que dice que la mesa que más aplauda es la que se lleva el premio, hoy en día, el chango que más aplaude, el que sobresale, es el que se lleva el premio de esas cosas que mencioné en el párrafo anterior (perdón muchachos, no les estoy diciendo changos, es solo una metáfora).

El día 9

Compartí en esa plática varias cosas que les podrían ayudar a destacarse, a sobresalir de entre el montón. Me gustaría mencionar algunas de esas cosas en esta columna y, por cuestión de espacio, continuar en sucesivas entregas.

Lo primero que les recomendé fue tener "la actitud del día 9". 

Algunos de ustedes recordarán el famoso caso de "Los sobrevivientes de los Andes", donde un grupo de pasajeros, incluyendo los integrantes de un equipo uruguayo de rugby, viajando en un vuelo comercial, se estrellaron en la cordillera de los Andes, a más de cuatro mil metros de altura, en un lugar inhóspito y con temperaturas muy por debajo de los cero grados.

Cuando fueron rescatados, el caso cobró más notoriedad porque se supo que, para evitar morir de hambre, los sobrevivientes tuvieron que comer la carne de sus compañeros fallecidos.

En un programa de televisión, ya habiéndose recuperado un poco los muchachos, el entrevistador les preguntó cuál había sido el momento más crítico que habían pasado estando allá perdidos. Tal vez esperaba que le dijeran que había sido cuando fueron viendo morir a sus amigos, o cuando tuvieron que consumir su carne. Pero uno de ellos, sin pensarlo, respondió: "El día 9".

Extrañado, el conductor le preguntó por qué, y el joven respondió: "Estando allá arriba, alguien tenía un radio de transistores, y todos los días escuchábamos por la radio las noticias sobre nuestra búsqueda, y en dónde nos iban a buscar al día siguiente. Sin embargo, el día 9, escuchamos que se dijo: ´A partir de este momento, y ante lo infructuoso de las labores de búsqueda, se dan por muertos a los pasajeros del avión y se suspende todo intento por encontrarlos´. Nos dimos cuenta – continuó el joven – que nadie más iba a salir a buscarnos; estábamos por nuestra cuenta. Nadie más iba a hacer por nosotros lo que nosotros mismos no hiciéramos". A raíz de esa devastadora noticia, dos de los jóvenes se aventuraron a salir de la montaña, y tras muchas dificultades y penurias, encontraron un habitante de un poblado lejano, quien avisó a las autoridades y así pudieron ser rescatados los que aún sobrevivían.

Ya no hay más

Muchachos: Hoy es el día 9 para ustedes. Se canceló toda la ayuda posible. Lo que no hagan por ustedes mismos, nadie más lo hará. Lo que sus padres, sus maestros, sus asesores, les pudimos ayudar, ya lo hicimos. Su futuro está en sus manos. Dejen de esperar que llegue el genio de la lámpara, su hada madrina o su tío Rico McPato a resolverles la vida. Nadie más va a hacer por ustedes lo que ustedes mismos no hagan. Dicho de otra manera, y como leí hace poco: "Si quieres algo, ve y haz que suceda, porque lo único que cae del cielo es la lluvia".

Con esa actitud, será más fácil tomar conciencia de lo que hay que hacer para sobresalir. Continuaremos con estos changazos.