Columnas > ERNESTO SALAYANDIA GARCÍA

Creciendo al lado de la droga

Hogar disfuncional

Hogar disfuncional

Empecé a drogarme a los 8 años, comencé a probar, a experimentar, en las reuniones de las familias la mayoría eran adictos, consumían marihuana,  pastillas, inhalantes, alcohol, muchas veces yo llegaba, me sentaba y me pegaba el olor de la marihuana, me hacía efecto, empecé a ver cómo consumían y veía donde dejaban la sustancia, yo les robaba la droga, a la mejor inconscientemente, de ahí me empezó a gustar, después fui creciendo y me di cuenta de la realidad,  comencé a ver los problemas que estaban sucediendo en la casa, ver los pleitos entre la familia, cuando mi mamá le reprochaba a mi papá y veía los panchos que mi papá hacía, y ahí empezó mi rebeldía, empecé a rebelarme con ellos, a darme coraje, a darme cuenta de lo que era el problema y me juntaba con personas más mayores que yo; en la escuela, iba en tercer grado y me juntaba con los de sexto y les seguía el ritmo al irme de pinta con ellos, nos íbamos a vagar a otros lados, empezar a hacer maldades, de andar insultando a la gente, entrar a los comercios y robar un dulce, unas papas, cualquier cosa y en esa etapa, llegó el divorcio de mis padres y como que se me cargó más porque mi papá ya no estaba con nosotros ,y así era porque mi mamá tenía que ir a trabajar y ahí empezó mi ingobernabilidad, dejé la escuela porque nadie me cuidaba, en ese proceso, comencé a usar más sustancias, atascándome con los inhalantes, comencé a juntarme con los chavos del barrio que eran mayores que yo, entonces, batallaba para que aceptaran porque yo estaba muy chavalo, y había una cosa que me justificaba de mi problema de adicción, porque había primos, familiares cercanos  que también eran adictos, no batallaba para conseguir la sustancia, los inhalantes tener, Resistol, ya de ahí empecé a experimentar a consumir más drogas, como marihuana, pastillas, Rivotril, Tafil, Lexotan, cualquier tipo de medicamento controlado, no tenía precaución, ya como a los 13 años de edad, comencé con la heroína.

Creciendo al lado de la droga

La negra, de las más peligrosas

La primera sensación con la heroína, sentí que tenía mucho sueño, me dio mucho vómito, tomaba agua y la vomitaba, fue algo así como un relajante muy padre, muy sabroso, recuerdo ese síntoma cuando la consumí, a la vez, me dio miedo el inyectarme porque nunca lo había hecho, no pensé llegar a hacerlo y me gustó la negra, recuerdo que buscaba la manera de comprar, cooperábamos entre tres o cuatro y juntábamos 50 pesos y con cualquier cantidad me hacia el efecto que duraba tres o cuatro horas, comencé a consumir diez rayas de una jeringa de insulina entonces, poco a poco mi cuerpo ya me pedía cada vez más sustancia, y ahí fue cuando  perdí el control para consumirla, fue de todas las sustancias la que más me gustó y sustituí todas las drogas por la heroína, luego, fue el tener que mezclar la heroína con cocaína, el sprit bolo o un licuado con agua y me inyectaba, la quemaba cuando venía muy sucia la heroína o cuando la cocaína era pura marranada para poder limpiarla un poco, el efecto, era sentir como me ponía a sudar, me aceleraba el corazón, palpitando al chingadazo y sentirme bien arriba y me bajaba cuando me pegaba la heroína, llegó el momento en que de tanto que me inyectaba, ya no me hacía tanto efecto, solo buscaba estarme inyectando muy seguido, a cada momento, ya era pura ansiedad lo que me quedaba por andar consumiendo desde los 13 a los 22 años de edad.

Una enfermedad muy cruel

Empecé a robar en mi casa que era lo más fácil, empecé con pequeñas cositas que estuvieran a mi alcance, un anillito pequeño que no se notara, luego fue descaradamente, las planchas, los artículos de mi hermana, perfumes, secadora, videocasetera, un aparato de juego, un tanque de gas, ya no tenías límite, porque sabía que mi familia era endeble y no me iba a denunciar, después, empecé a dañar a la sociedad, a los vecinos, empecé dañando a la gente diciéndoles que tenía algo que vender, qué necesitaba dinero, me lo daban y ya no volvía, claro que me sentía mal cuando me decían que no, luego prenden los parabrisas o adelantan el carro, me sentía mal, cuando mis amigos de la niñez me señalaban, yo me quería juntar con ellos, pero me rechazaban porque traía otra mentalidad, cuando llegaba a ese grupo me sentía muy mal porque se retiraban y me dejaban ahí solo.

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