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´¡Ay, Tavito! ¿Para qué todas esas velas? ¡Ni que fuera yo Virgen!´

La vida ha sido para mí una generosa amante. Espero que no se moleste si en este papel público hablo de nuestra relación. Me ha brindado pródigamente sus favores, y de vez en cuando también me ha dado sus desdenes.

La noche del pasado lunes me encontré con ella después de más de un año de no verla por causa del coronavirus. Nos abrazamos, y en el abrazo sentí el latido de su corazón.

´¡Ay, Tavito! ¿Para qué todas esas velas? ¡Ni que fuera yo Virgen!´

Le pregunté a la vida: "¿Cómo estás, mi vida?". Respondió: "Como siempre. ¿Y tú?". Le dije: "Como nunca, hoy que vuelvo a estar contigo". Sucede que cuando fui director del Ateneo Fuente -regalo de esa bella dama que antes dije, la señora vida- tuve un alumno excepcional llamado Alfio Vega de la Peña. A más de estudiante de excelencia fue gran jugador de futbol americano, notable corredor de bola que dio al equipo rojiblanco, los famosos Daneses del Ateneo, numerosos triunfos. Pasaron los años -ésa es su principal ocupación: pasar-, y aquel muchacho lleno de inquietudes se convirtió en profesionista de calidad y en servidor público valioso. Lo encontré ahora como director en Coahuila del Conalep, sistema educativo del cual han derivado buenos frutos para incontables jóvenes que en sus planteles han sido capacitados para ser útiles a sí mismos y al país.

Mi antiguo alumno y hoy amigo, Alfio Vega, fue anfitrión de la segunda reunión de directores de colegios estatales del sistema Conalep. Ahí tuve ocasión de conocer al maestro Enrique Ku Herrera, director nacional de la institución y campechano por partida doble: por su nacimiento y por su carácter afable y amable. De él y de los directores de los colegios en todos los estados recibí muestras de afecto y atenciones que quise agradecer por medio de éstas líneas, aunque si con ellas llenara esta plana no alcanzaría a expresarles mi agradecimiento. Saludo la incansable labor que al frente del Conalep ha llevado a cabo el maestro Ku Herrera, y le expreso mi gratitud a Alfio por el honor de haber aquilatado la obra que en cada entidad de la República realizan los directores y maestros del sistema. En medio de tantas cosas malas alienta ver una muy buena.

La reunión que digo tuvo lugar en el espléndido Museo del Desierto, uno de los mayores orgullos de Coahuila. Ahí escuchamos un maravilloso concierto a cargo de la Banda de Música del Estado, que bajo la batuta del maestro José Luis Ulloa ha alcanzado categoría de sinfónica. Un arreglo hecho por ese gran artista con música de nuestra tierra, e interpretado magistralmente por los músicos de la banda, cada uno de ellos un solista de su instrumento, me hizo pensar por su sonoridad y su belleza en el "Huapango" de Moncayo o en los "Sones de Mariachi" de Galindo. He aquí uno más de los muchos orgullos coahuilenses. 

El viejecito le dijo a la ancianita: "¿Recuerdas, mi cielo, que cuando nos casamos me dijiste que me ibas a cambiar? Pues creo que ha llegado el momento de que lo hagas. Acabo de hacerme pipí en los pantalones". Romántico era el novio: se llamaba Gustavo Adolfo Larra y Espronceda, con eso lo digo todo. A su novia le decían sencillamente Chala. Se casaron. En la suite nupcial donde pasarían la noche de bodas ella entró en el baño a fin de disponerse para la ocasión, ausencia que aprovechó el anheloso galán para apagar la luz de la habitación y encender medio centenar de velas, cirios y candelas que había llevado en una maleta de mano especialmente para el evento. Apareció Chala cubierta solo por un lacónico negligé que dejaba a la vista sus formas naturales y vio aquellas velas. Le dijo, divertida, a Gustavo Adolfo: "¡Ay, Tavito! ¿Para qué todas esas velas? ¡Ni que fuera yo Virgen!". FIN

MANGANITAS

Por AFA

´Monreal también aspira

 a la Presidencia, aunque 

no lo mencionó AMLO´

Por eso lo felicito,

pero López Obrador

nombrará su sucesor

al que diga su dedito.