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La cuarentena ahoga a niños y adolescentes

Lo más impresionante, sin duda, son las tentativas de suicidio de menores de ocho años

París 

Crece el número de menores de edad que requieren atención psicológica o psiquiátrica.La cuarentena ahoga a niños y adolescentes

“Hasta la fecha el coronavirus infecta poco a niños y adolescentes y cuando lo hace es, por lo general, de forma benigna; pero sus efectos secundarios impactan profundamente la salud mental de los jóvenes. Lo que presenciamos es inédito e inquietante. Lo más impresionante, sin duda, son las tentativas de suicidio de niños y niñas de ocho años”, precisa el médico en entrevista telefónica con la corresponsal.

–¿Ocho años?

–Así es. Se trata de un fenómeno nuevo que afecta tanto a niñas como a niños. Y lo peor es que no se trata solamente de gestos suicidas, sino de tentativas muy serias. Detectamos una verdadera intención de morir. Algunos colegas mencionan inclusive casos de reincidencia.

–¿Qué hacen estos niños para acabar con su vida?

–Ingieren los medicamentos de sus padres o buscan defenestrarse… Es lo más común. Antes del covid-19 las tentativas de suicidio o los suicidios consumados concernían a adolescentes a partir de 12 o 13 años y, en general, más a las chicas que a los chicos. Hoy los preadolescentes andan parejos –niños y niñas–, al tiempo que crecen las tentativas de suicidio de los adolescentes de ambos sexos.

MÁS TRASTORNOS

El grito de alarma de Zigante dista de ser aislado. Todos los psiquiatras infantiles y los pediatras de Francia alertan sobre el malestar profundo y las patologías que afectan a menores de edad como consecuencia de un año de pandemia. Lo hacen también quienes encabezan hospitales pediátricos públicos, médicos y trabajadores sociales, expertos y académicos.

La situación es tan grave que, a pesar de la tercera ola de covid-19 que azota Francia, el presidente Emmanuel Macron y Jean Michel Blanquer, ministro de Educación, se resisten a volver a cerrar los centros docentes de primaria y secundaria y acaban de autorizar a los jóvenes la práctica de ciertos deportes al aire libre.

La situación es tan grave que después de empeñarse en mantener abiertos los centros docentes a pesar de la tercera ola de covid-19, Emmanuel Macron acabó capitulando el miércoles 31 y decretó el cierre de las primarias tres semanas y de los colegios y liceos un mes.

Según datos de AP-HP –Asistencia Pública-Hospitales de París, que agrupa a 39 nosocomios de la capital y sus alrededores– las hospitalizaciones en pediatría por trastornos mentales aumentaron 50% entre octubre de 2019 y octubre de 2020: de 2 mil 400 a 3 mil 600 casos.

El equipo del profesor Richard Delorme,­ director del servicio de psiquiatría para niños y adolescentes del hospital parisino Robert Debré, contabiliza dos veces más tentativas de suicidios de menores de 12 y 13 años en 2020 que en 2019. Peor en los últimos cinco meses.

Delorme señala que las “ideas suicidas” crecieron en 100% y que cada día llega al hospital Robert Debré un suicida de menos de 15 años.

Informes médicos de Japón, China, Taiwán, Canadá y Estados Unidos dan cuenta de situaciones similares. La tasa mensual de suicidios de niños y adolescentes japoneses subió 49% durante la segunda ola de la epidemia de covid-19 que se desató en el otoño de 2020. En Estados Unidos la proporción de niños de cinco a 11 años que acabaron en los servicios de urgencia psiquiátrica de los hospitales aumentó 24% a lo largo de 2020, y 31% en el caso de los jóvenes de 12 a 17 años, según el informe publicado el pasado 13 de noviembre por el estadunidense Centro para el Control de Enfermedades.

El 3 de marzo, Henrietta H. Fore, directora ejecutiva del Unicef, recordó que, desde el comienzo de la pandemia, unos 332 millones de menores de edad han vivido bajo políticas nacionales de muy largo confinamiento, obligatorio o recomendado, y recalcó que semejante situación hizo y sigue haciendo peligrar su bienestar y su salud mental.

Los más afectados son los 139 millones de menores, muchos de ellos oriundos de América Latina, que tuvieron que aguantar confinamientos obligatorios durante al menos nueve meses. Destaca México, el país donde las escuelas han estado cerradas más tiempo; siguen Paraguay y Perú…

Fore es categórica: “Cuando día tras día uno está lejos de los amigos y de los seres queridos más distantes, y tal vez incluso está atrapado en casa con un maltratador, el impacto es significativo. Muchos niños se sienten asustados, solos, ansiosos y preocupados por su futuro”.

Una encuesta realizada por Unicef entre 8 mil jóvenes de América Latina y el Caribe revela que 25% de ellos sufrieron o sufren ansiedad y 15% padecieron o padecen depresión.

“Gran parte de los menores de edad que atendemos en el Centro Médico Psicopedagógico Gustave Eiffel son niños que estaban bien antes de la crisis del covid-19, pero cuya vida fue trastornada por el primer confinamiento muy duro que se dio en Francia, del 17 de marzo al 11 de mayo del año pasado. Durante casi dos meses se cerraron los centros docentes, deportivos y de recreo, al tiempo que se prohibió salir a la calle más de una hora diaria. Luego vino un segundo confinamiento, menos estricto pero cuyas consecuencias se agregaron a los estragos causados por el primero”, enfatiza Zigante.

Prosigue: “El primer confinamiento hundió a los adultos y a sus hijos en un auténtico estado de sideración y una gran ansiedad. Y ahora lo que estoy descubriendo con mis jóvenes pacientes es que no sólo están afectados por miedos propios de su edad, sino que los azota la angustia de sus padres, que absorben sin filtro alguno.”

Y agrega: “Ese va y viene entre el uno y el otro, es un factor esencial y se debe a la proximidad intensa y excepcional entre padres e hijos que se dio durante los periodos de confinamiento e inclusive entre estos periodos. En realidad desde hace un año las familias viven retraídas sobre sí mismas. Y eso genera un fenómeno de mimetismo de síntomas. Los adolescentes se han vuelto ‘adultomórficos’. Cada vez más sus síndromes depresivos se parecen a los de sus padres.

–Me imagino que eso explica la tendencia suicida que se manifiesta entre los más chicos.

–Por supuesto. Muchos padres que se encuentran en situaciones sumamente difíciles, con problemas de desempleo entre otros, se muestran incapaces de contener su angustia y sin quererlo hacen que sus hijos sean partícipes de su pánico. Los chicos reproducen su falta de control, su tentación de acabar con todo.

–Atender a un suicida de ocho años debe ser un desafío nuevo para un psiquiatra infantil.

–Antes de la epidemia de covid-19 traté casos de niños suicidas, pero éstos se daban por una enfermedad mental o eran reveladores de una patología. Ahora ese fenómeno de mimetismo que afecta a jóvenes que no sufrían trastornos mentales vuelve la situación muy compleja. Es difícil trabajar con ellos sobre la causa de sus males, llevarlos a hablar de lo que vivían antes del covid y de lo que pasa en su familia, es difícil inducirlos a reflexionar sobre la situación por la que atraviesan para permitirles deshacer nudos.

“Consideran que lo que viven –irrupción del virus, confinamiento, malestar de los padres– es una fatalidad inexorable. Están convencidos de que lo que padecen está irremediablemente ligado al contexto de la pandemia, que no se puede cambiar ese contexto y que por lo tanto ellos no van a poder cambiar… Confirma su convicción el hecho de que sus padres no pueden protegerlos contra el virus.

–¿También ven al psiquiatra infantil como una adulto impotente?

–Al principio sí. Casi todos los niños que atiendo empiezan diciéndome que yo no puedo cambiar el contexto. Y debo confesar que manifiestan una perspicacia aguda porque tocan un punto muy sensible para nosotros, los terapeutas.

–¿A qué se refiere?

–En tiempo “normal” escuchamos a nuestros pacientes con empatía, pero con distancia. Podemos hacerlo porque no vivimos lo que viven. En cambio, desde hace un año estamos hundidos en la misma situación de vulnerabilidad e incertidumbre que ellos. Eso lo complica todo. Estamos sumergidos en el mismo “baño social”. Nos cuesta más trabajo mantener esa distancia, lo que nos resta un poco de poder terapéutico.

–¿Cómo enfrenta usted la situación? ¿Cómo ayuda a sus pacientes?

–Abriendo espacios para el pensamiento, haciéndoles redescubrir el placer y la fuerza de pensar; trabajando con la imaginación y con procesos mentales de evasión; haciéndoles entender que no estamos presos de la realidad, aun si hay que tomarla en cuenta; invitándolos a recordar lo que hicieron antes y elaborar proyectos para después…



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