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Amenaza radioactiva de la URSS sigue viva

En Mailuu-Suu se produjeron más de 9.000 toneladas de mineral de uranio y se generaron más de dos millones de metros cúbicos de desechos que aún hoy están repartidos en 23 vertederos en las inmediaciones de la ciudad.

“Cuando Daniel crezca nos iremos, tal vez a Bishkek (la capital de Kirguizistán), tal vez a Rusia, donde hay más posibilidades de encontrar trabajo y donde la vida es más fácil que en Mailuu-Suu”, dice Beguimai Suegénova, mientras mece en sus brazos a un bebé de tres meses. Mailuu-Suu (22.000 habitantes) está situada en las escarpadas riberas del río del mismo nombre, a unos 25 kilómetros de la frontera con Uzbekistán. Este entorno deprimido y con graves problemas ecológicos fue la primera “ciudad cerrada” de Asia Central, donde, de 1946 a 1968, se extrajo de la tierra y se procesó mineral de uranio para el programa de armamento de la Unión Soviética.

Amenaza radioactiva de la URSS sigue viva

Mailuu-Suu y otras localidades mineras de Kirguizistán, Uzbekistán, Tayikistán y Kazajstán fueron los eslabones centroasiáticos de la cadena de producción de uranio de la industria bélica de la URSS. Todas aquellas “ciudades cerradas” dependían del llamado “Sredmash” (abreviatura del gigantesco Ministerio de Construcción de Maquinaria Media, cuyo heredero en la Rusia actual es Rosatom).

En Mailuu-Suu se produjeron más de 9.000 toneladas de mineral de uranio y se generaron más de dos millones de metros cúbicos de desechos que aún hoy están repartidos en 23 vertederos en las inmediaciones de la ciudad. A ellos se suman minas y diversos recintos donde se efectuaba el primer procesamiento del mineral.

Una parte de aquel complejo de producción de uranio centroasiático sigue funcionando hoy con fines comerciales para Kazajstán, el país que ha tenido recursos para rehabilitar su medioambiente, y para Uzbekistán. Sin embargo, otra parte, incluida Mailuu-Suu, quedó abandonada y se transformó en un foco de peligros tras la desintegración de la URSS, cuando se desmantelaron los servicios de vigilancia que cerraban el paso a los intrusos o al ganado, se interrumpieron los trabajos de mantenimiento y rehabilitación y los empobrecidos habitantes locales arramblaron con los metales o materiales de construcción para venderlos como chatarra o emplearlos en sus propios hogares a riesgo de exponerse a dosis elevadas de radiación.

En los casi 28 años transcurridos desde que la URSS desapareció se han hecho varios esfuerzos internacionales para remediar el amenazante legado de la minería del uranio en Asía Central. Los intentos, no obstante, han sido parciales y en ocasiones solapados, sin abordar el problema de forma global.

Los materiales radioactivos de baja intensidad que se acumulan aún en las explotaciones de uranio de Asia Central suponen un riesgo de contaminación para su sistema fluvial y sus aguas subterráneas. La mayor urgencia es el garantizar la seguridad de los depósitos y vertederos de desechos radioactivos que en muchos casos están en las riberas escarpadas de los ríos, en zonas expuestas a los derrumbes, filtraciones pluviales, terremotos y erosión.

La Unión Europea junto con la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA), el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD) han emprendido un programa para la regeneración prioritaria de siete instalaciones de obtención y procesamiento de uranio en Asia Central. De ellas, tres (Mailuu-Suu, Min-Kush y Shekaftar) están en Kirguizistán, dos en Tayikistán y otras dos en Uzbekistán . En el caso de Mailuu-Suu se trata de impedir que los residuos del uranio sean arrastrados al sistema fluvial del Syr Daria y lleguen al valle de Ferganá, la zona más poblada y más fértil de Asia Central.





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