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Once veces presidente

La vida política de uno de los personajes más siniestros del México independiente fue azarosa desde el principio. En un año fue tres veces gobernador de su estado natal, Veracruz, y en las tres ocasiones dejó el cargo para atender asuntos personales. La primera ocasión fue en el mes de marzo de 1829, luego en noviembre y posteriormente en diciembre. Así fue toda su vida, inconstante y ambicioso, siempre presto a entregar lo que se le confió al mejor postor. Incluso, puso una agencia de ventas en Nueva York.

Once veces fue presidente de México Antonio López de Santa Anna y las once veces debió escapar al extranjero, cargando en sus maletas el poco o mucho dinero de la República. En su libro Santa Anna, espectro de una sociedad, el maestro Agustín Yáñez pinta una imagen precisa de la sociedad que hizo posible que este personaje regresara al poder luego de los resultados desastrosos de sus gobiernos. En 1948, los liberales lo acusan de traición a la patria y debe salir huyendo, luego de haber firmado el Tratado de Guadalupe, por medio del cual, México cede a los Estados Unidos los territorios de Colorado, Nuevo México y California, para poner fin a la invasión militar.

Once veces presidente

En 1852, los simpatizantes de Santa Anna proclamaron en Guadalajara el Plan del Hospicio, mediante el cual se desconocía al presidente Mariano Arista y se convocaba a la formación de un gobierno fuerte. Una comisión fue a Colombia para invitar a Santa Anna a gobernar. Así regresó a encabezar su último gobierno; de inmediato, fue elevado al rango de Alteza Serenísima, nombrado presidente vitalicio, con opción de nombrar sucesor. Santa Anna, ebrio de poder se entregó a la más escandalosa de sus dictaduras.

Como para poder gobernar requería fondos económicos, elevó los impuestos y creó otros absurdos, como el impuesto a las ventanas. Cedió también, mediante el Tratado de Gasdsen, a los Estados Unidos una porción de Chihuahua, llamada La Mesilla. En ese mismo acuerdo, se eximía a Estados Unidos del punto 10 del Tratado de Guadalupe-Hidalgo, por el cual se responsabilizaba de las tropas indígenas que hostilizaban desde aquel país al nuestro y daba paso libre comercial y militar por el Istmo de Tehuantepec.

En el tratado, firma como: "Antonio López de Santa Anna, benemérito de la Patria, general de división, gran maestro de la nacional y distinguida Orden de Guadalupe, caballero Gran Cruz de la Real y distinguida Orden Española de Carlos III y Presidente de la República Mexicana". Pero, no duró mucho en el poder; mediante el Plan de Ayutla que se proclamó el 1o. de Marzo de 1854, en la población de Ayutla de los Libres, Guerrero, se declaró la destitución del General Antonio López de Santa Anna como Comandante del Ejército y titular del Poder Ejecutivo. Se adhirieron a este Plan la mayor parte de las poblaciones del sur del país, principalmente del estado de Guerrero, secundados por los de Michoacán. En la capital se proclamó el 13 de julio de 1855.

Según Roberto Blancarte, el libro de Yañez: "Revela no solo las hazañas de una de las figuras más controvertidas de la historia de México, sino también las complejidades del ambiente en que fueron realizadas. Siguiendo esta hipótesis, Agustín Yánez considera que la figura de Santa-Anna reúne la suma de gustos, estilos, convencionalismos, modos que transitoriamente adoptan los grupos sociales predominantes, en particular cuando no han llegado a la plena formación de una conciencia nacional". 

Pero, al incorporar a estas imágenes de la sociedad mexicana en los inicios de su vida independiente el aspecto providencial, venido de la idea primigenia de Yáñez plasmada en su ensayo El hombre providencial del Romanticismo, no alude precisamente a las fuerzas ajenas que determinarán el futuro del conjunto social; sino a la energía de la propia colectividad para encontrar rumbo y caminos por los cuales llegar a su destino. Con la biografía de Santa Anna, Yáñez hace un llamado a la nación para dejar de atenerse a los hombres providenciales, que no lo son, como reiteradamente lo demostraron, y ajustarse a sus propias posibilidades, materiales y espirituales, para seguir adelante a pesar de todas las vicisitudes y descalabros. 

Es el pueblo el que debe manifestarse con energía para encontrar los caminos de la justicia y razón que den validez a los postulados de libertad, igualdad y fraternidad legados de la Revolución francesa. Lo dijo Octavio Paz: "A mi modo de ver. la palabra central de la tríada libertad-igualdad-fraternidad, es fraternidad. En ella se enlazan las otras dos".

Que no vuelva a padecer México un nuevo Santa Anna, ni en una persona, ni en una camarilla.