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Pistas sobre alzhéimer

Ofrecen una oportunidad sin precedentes para entender cómo el cuerpo podría oponer resistencia de manera natural

San Luis, MO.

Doug Whitney (centro) heredó la misma mutación genética que hizo que le diera alzhéimer a su madre, hermano y otros parientes durante varias generaciones.Pistas sobre alzhéimer

Doug Whitney heredó la misma mutación genética que provocó alzhéimer a su madre, hermano y otros parientes durante varias generaciones, a la edad inusualmente joven de 50 años. Whitney tiene 73 años y conserva la agudeza mental. De alguna manera, él evadió su destino genético. Los científicos buscan pistas sobre el alzhéimer entre Whitney y otros pocos que eludieron su aparente destino genético.

Lo mismo ocurrió con una mujer en Colombia que esquivó el destino similar de alzhéimer de su propia familia durante casi tres décadas.

Para los científicos, estos escasos “prófugos” no solo tuvieron suerte: ofrecen una oportunidad sin precedentes para entender cómo el cuerpo podría oponer resistencia de manera natural al alzhéimer.

“Son estas personas singulares las que realmente nos permiten avances importantes”, dijo el doctor Eric McDade, de la Universidad de Washington, en San Luis, donde estudian detalladamente el ADN de Whitney en busca de respuestas.

La esperanza: si los investigadores pudieran descubrir e imitar lo que protege a estos prófugos, podrían desarrollar tratamientos mejores —e incluso terapias preventivas— no solo para las familias afectadas por el alzhéimer hereditario, sino para todos.

“Apenas comenzamos a aprender sobre este enfoque de la enfermedad”, dijo el neuropsicólogo Yakeel Quiroz del Hospital General de Massachusetts, quien ayudó a estudiar a la mujer colombiana. “Una persona de verdad puede cambiar al mundo, como en su caso, (por) cuánto hemos aprendido de ella”.

El equipo de Quiroz tiene una idea bastante clara de qué protegió a Aliria Piedrahita de Villegas: una rareza genética adicional que aparentemente contrarrestó el daño de la mutación del alzhéimer de su familia. Pero las pruebas mostraron que Whitney no tiene ese factor protector, así que alguna otra cosa debe escudar su cerebro.

Ahora, los científicos buscan a más prófugos del alzhéimer, personas que simplemente asumieron que no heredaron la mutación de su familia porque siguen sanos mucho después de la edad en que sus seres queridos se enfermaron.

“Piensan que es simplemente como ganar la lotería, y podría ser de hecho que son resistentes”, dijo McDade, investigador de una red de la Universidad de Washington que rastrea a unos 600 miembros de varias familias afectadas, incluido Whitney, el prófugo.

“Supongo que eso me hizo bastante especial. Y comenzaron a pincharme y auscultarme y a hacerme pruebas adicionales”, contó el hombre de Port Orchard, Washington. “Les dije: ya saben, estoy aquí para lo que necesiten”.

Las respuestas no pueden tardar demasiado para el hijo de Whitney, Brian, quien también heredó el devastador gen familiar. Ha llegado a la fatídica edad de 50 años sin síntomas, pero sabe que eso no es garantía.

“Comparo mi genética con ser el misterio de un asesinato”, dijo Brian Whitney, quien se ofrece como voluntario para los estudios de la Universidad de Washington que incluyen la prueba de un fármaco preventivo experimental. “Literalmente, nuestro cuerpo de evidencias es lo que necesitan para resolver el caso”.

CRISIS MUNDIAL

Más de 6 millones de estadounidenses y aproximadamente 55 millones de personas en todo el mundo tienen alzhéimer. El principal riesgo es simplemente envejecer, ya que por lo general, es una enfermedad de personas mayores de 65 años.

Menos del 1% del alzhéimer es causado por heredar una sola copia mutada de un gen en particular. Los hijos de un padre afectado tienen una probabilidad del 50-50 de heredar el gen familiar del alzhéimer. De ser así, es casi seguro que enfermarán aproximadamente a la misma edad que su padre o madre. Esa casi certeza permite a los científicos estudiar a estas familias y obtener información crucial sobre cómo se desarrolla el Alzheimer. Ahora es claro que ocurren cambios silenciosos en el cerebro cuando menos dos décadas antes de los primeros síntomas. lo que abre una ventana potencial para intervenir. Entre los culpables, el beta-amiloide pegajoso comienza a acumularse, seguido por marañas de proteínas tau que matan las neuronas.

¿Qué sucede en cambio en el cerebro de los resilientes?

“Es por eso que estoy aquí”, dijo Doug Whitney, quien durante años ha dado muestras de sangre y líquido cefalorraquídeo, y se ha sometido a escáneres cerebrales y exámenes cognitivos en la búsqueda de pistas. “Es muy importante que las personas en mi situación se den a conocer”.

Los abuelos de Whitney tuvieron 14 hijos y 10 de ellos desarrollaron alzhéimer de inicio temprano. La primera señal de alerta para su madre: el Día de Acción de Gracias de 1971, cuando olvidó la receta del pastel de calabaza que siempre había hecho de memoria.

“Cinco años después, se había ido”, dijo Whitney.

En ese entonces, los médicos no sabían mucho sobre el alzhéimer. No fue sino hasta la década de 1990 que distintos equipos de investigación demostraron que cada uno de tres genes diferentes, cuando mutan, pueden causar esta forma hereditaria única de la enfermedad. Cada uno de ellos acelera la acumulación anormal de beta-amiloide.

La familia de Doug Whitney solo podía observar y preocuparse mientras su cumpleaños número 50 llegó y se fue. Su hermano mayor había comenzado a mostrar síntomas a los 48 años. (Algunos otros hermanos se hicieron la prueba después y no heredaron el gen, aunque dos todavía no lo saben).

“Pasamos unos 10 años en que los chicos llamaban a casa y su primera pregunta era: ‘¿Cómo está papá?’”, recordó su esposa, Ione Whitney. “Para cuando cumplió 60 años, dijimos: wow, le ganamos al lanzar una moneda”.

Pero no de la manera que él esperaba. En 2010, a instancias de un primo, Whitney se unió a la investigación de San Luis. También accedió a someterse a una prueba genética que esperaba que proporcionara la seguridad de que sus hijos no enfrentarían la misma preocupación, solo para descubrir que, después de todo, él sí había heredado la mutación familiar.

“Se vino abajo con ese resultado”, dijo Brian Whitney.

Si bien Brian heredó el gen familiar, su hermana Karen no, pero ella también es parte del mismo estudio, en el grupo de comparación sano.

GEN MUTADO

Los investigadores estadounidenses no son los únicos que siguen la pista de las respuestas. En Sudamérica, los científicos rastrean a una enorme familia extendida en Colombia que comparte una variante similar que causa el alzhéimer. Los portadores de ese gen mutado comienzan a mostrar problemas de memoria a partir de los 40 años.

En contraste, se estimó que Piedrahita de Villegas, miembro de la familia, tenía “resistencia extrema” sin síntomas cognitivos hasta sus 70 años. Los investigadores llevaron a la mujer al laboratorio de Quiroz en Boston para realizarle escáneres cerebrales. Y cuando murió de melanoma a los 77 años —con apenas signos leves de demencia—, donaron su cerebro a la Universidad de Antioquia, de Colombia, para un examen más detallado.

Su cerebro estaba repleto de placas beta-amiloides características del mal de Alzheimer, pero los investigadores encontraron muy pocas proteínas tau, y extrañamente, no estaban en el centro de memoria del cerebro sino en una región muy diferente.

Claramente, algo afectó cómo y dónde se formó la proteína tau. “Lo que no sabemos con certeza es por qué”, dijo Quiroz.

El ADN ofreció un sospechoso: una mutación extremadamente rara en un gen sin relación.

Ese gen, llamado apolipoproteína E, o APOE, tiene diferentes variaciones, incluida una versión notoria por aumentar el riesgo de las personas para contraer el mal de alzhéimer tradicional de la vejez y otra que se relaciona con un riesgo menor.

Por lo general, la variación APOE3 que tenía Piedrahita de Villegas no afecta en absoluto la demencia. Pero, extraordinariamente, ambas copias de su gen APOE3 fueron alteradas por una mutación rara llamada “Christchurch”, y los investigadores piensan que fue lo que bloqueó la proteína tau tóxica.

Para comenzar a comprobarlo, el equipo de Quiroz usó células conservadas de Piedrahita de Villegas y de otro paciente colombiano para cultivar tejido cerebral en placas de Petri. Las células que tenían la mutación de Christchurch desarrollaron menos proteína tau.

“Todavía tenemos más trabajo por hacer, pero nos estamos acercando a comprender el mecanismo”, afirmó Quiroz.

Esa investigación ya tiene implicaciones para un campo que durante mucho tiempo ha considerado que combatir el beta-amiloide es el paso clave para tratar el alzhéimer.

En cambio, tal vez “solo necesitamos bloquear lo que está en la etapa final”, dijo el doctor Richard Hodes, director del National Institute on Aging (Instituto Nacional sobre el Envejecimiento) de Estados Unidos.

Y dado que Whitney, el hombre de Washington, no tiene esa mutación adicional, “puede haber múltiples vías de escape”, agregó Hodes.

En San Luis, los investigadores investigan otra pista: tal vez hay algo especial en el sistema inmunológico de Whitney que protege su cerebro.

Los hallazgos también impulsan la búsqueda de más prófugos para comparar. El equipo de la Universidad de Washington recientemente comenzó a estudiar a uno que no es pariente de Whitney. En Colombia, Quiroz dijo que los investigadores investigan a otros posibles prófugos.

EXPERIMENTAL

Esa búsqueda de respuestas no es solo trabajo para los científicos. Brian, el hijo de Whitney, calcula que pasa unos 25 días al año sometido a diferentes controles y procedimientos de salud, muchos de ellos lejos de su hogar en Manson, Washington, como parte de la investigación de la enfermedad de Alzheimer.

Eso incluye conectarse cada dos semanas a una bomba que administra un fármaco experimental para combatir el beta-amiloide. También se somete a escáneres cerebrales periódicos para detectar efectos secundarios.

Vivir con la incertidumbre es duro y a veces tiene pesadillas sobre el alzhéimer. Intenta seguir lo que ahora sabe que era el mantra de sus padres: “Aprovecha lo mejor de la vida hasta los 50, y todo lo que ocurra después es un beneficio adicional”.

Se da mucho tiempo para ir de pesca y acampar con su hija Emily, de 12 años, a quien aún no le hablan sobre el gen familiar. Espera que haya algunas respuestas para cuando ella sea adulta y pueda considerar hacerse la prueba.

“Cuando tengo un mal día y decido que tal vez no debería continuar (con la investigación), pienso en ella y entonces todo eso se desvanece”, dijo.



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