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Una contraseña me cambió la vida

Mi mañana iba de maravilla hasta que me senté frente a mi computadora en la oficina. “Su contraseña ha expirado”, decía un mensaje del servidor en la pantalla, junto con instrucciones para cambiarla

Una contraseña me cambió la vida

 

Pensar en una nueva clave no parece plantear ningún problema, a menos que trabajes en mi empresa, donde es obligatorio cambiarla una vez al mes, usando al menos una letra mayúscula, una minúscula, un símbolo y un número. 

Ah, el password tiene que incluir al menos ocho caracteres, y no debes utilizar ninguna de las contraseñas que hayas usado en los últimos tres meses.

De repente, estaba yo furioso. No me ayudaba en absoluto la profunda crisis depresiva en la que me encontraba luego de mi reciente divorcio. No podía dejar de pensar en lo que mi ex esposa me había hecho, y eso era todos los días.

En la pantalla, el cursor parpadeante me apremiaba para que escribiera una contraseña, la cual tendría que teclear muchas veces en los 30 días siguientes. Recordé algo que mi ex jefe dijo una vez: “Usaré una contraseña que me cambie la vida”. 

No lograba concentrarme en mi trabajo con ese estado de ánimo. Había señales claras de lo que debía hacer para recuperar el control de mi vida, pero no podía prestarles atención. 

Mi contraseña se convirtió en la señal definitiva: me recordó que no debía permitirme ser la víctima de mi ruptura matrimonial, y que era lo suficientemente fuerte para hacer algo al respecto. La clave nueva que escogí fue ésta: Perd0nal@. 

Tenía que escribirla varias veces al día: cada vez que la computadora se bloqueaba, cada vez que aparecía el protector de pantalla con la foto de mi ex mujer, cada vez que regresaba de almorzar solo. En mi mente, todos los días escribí “Perdónala”. 

Esa acción sencilla cambió la forma en que veía a mi ex esposa. Ese recordatorio constante de reconciliación me hizo aceptar las cosas que habían ocurrido al final de mi matrimonio y afrontar mi depresión de una manera diferente. 

Conforme el mes transcurría, fui sintiendo un grato alivio. Cuando se cumplió el mes y el servidor me pidió que hiciera un nuevo cambio de contraseña, me sentía libre. 

Al cabo de un mes, el servidor me pidió modificar la clave otra vez, y entonces pensé en lo siguiente que deseaba hacer. La contraseña que elegí —Dejadefum@rpara5iempre— se volvió un nuevo propósito. 

Dejé de fumar de la noche a la mañana. Confieso que fue un suplicio escribir esta clave a lo largo del mes, pero hacerlo me ayudó a tener la meta en mi mente todo el tiempo, me motivó para cumplirla. 

Al mes siguiente, mi contraseña cambió a AhorraparaT@iland1a. 

Adivina a dónde viajé tres meses después: ¡a Tailandia! 

Darme cuenta de cómo estos recordatorios me ayudaban a hacer realidad mis objetivos me mantuvo motivado y lleno de entusiasmo. Aunque a veces es difícil alcanzar la meta siguiente, perseverar acarrea grandes beneficios. 



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