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Tocar un instrumento incrementa la neuroplasticidad del cerebro en los niños

En aquellos menores que reciben instrucción formal en música, se ha observado que se incrementan sus habilidades en otras áreas, no solo auditivas sino también cognitivas

Algunas mujeres embarazadas escuchan música o colocan los cascos sobre su vientre para que las melodías que disfrutan conecten directamente con sus bebés durante la gestación. La mayoría de ellas afirman que cuando posan los auriculares sobre su barriga notan como el feto se tranquiliza, se mueve menos, se queda “en modo pausa” si está especialmente activo. También, muchos de estos niños, cuyas madres escucharon música durante su embarazo, reconocen años después melodías que oyeron durante su periodo fetal. La ciencia asegura que la música proporciona un mejor campo de estudio para la neuroplasticidad del cerebro y si la relación con la música se hace no solo escuchándola sino, sobre todo, aproximándose a ella a través del aprendizaje de un instrumento, el individuo adquiere habilidades motoras, auditivas, entiende el lenguaje musical que es diferente al lenguaje verbal, o demuestra una mayor habilidad para la lectura o las matemáticas.

Tocar un instrumento incrementa la neuroplasticidad del cerebro en los niños

La música es un estímulo complejo que tiene la capacidad de estimular el cerebro a niveles muy diversos. En aquellos estudiantes que reciben una instrucción musical formal, la literatura científica apunta que poseen un mejor rendimiento académico. Las últimas investigaciones realizadas con técnicas de imagen cerebral o estudios correlacionales demuestran que este tipo de instrucción produce cambios estructurales y funcionales en el cerebro. Por ello, según apunta María Teresa Daza González, del departamento de Psicología de la Universidad de Almería, “la música se puede considerar uno de los potenciadores importantes de la neuroplasticidad cerebral”.

María Teresa Daza González señala que, desde un punto de vista científico, lo que le interesa sobremanera es la música como estímulo. En este sentido, prosigue esta psicóloga, “lo que me resulta especialmente interesante son las características rítmicas de un patrón musical. El ritmo es un aspecto musical con el que todos tenemos algún tipo de experiencia. Por ejemplo, cuando escuchamos una melodía, instintivamente, tendemos a sincronizarnos con esa música mediante el ritmo, moviendo el pie, una mano o el cuerpo. Sincronizar con un ritmo requiere que primero tienes que ser capaz de percibirlo y a nivel de percepción es un patrón complejo, con lo cual los procesos perceptivos que se ponen en marcha son ya importantes”. Pero, además, continúa María Teresa Daza González, “cuando se sincroniza alguna parte del cuerpo con una melodía, se inician una cantidad importante de procesos cognitivos de anticipación, de planificación y también motores”.

El hecho de que cuando escuchamos una melodía seamos capaces de reconocerla se debe a que en nuestra memoria hay una huella, una experiencia previa. En el caso de los bebés, según comenta la experta de la Universidad de Almería, “el sistema auditivo es uno de los sistemas sensoriales que se desarrolla antes durante el periodo embrionario. Así, durante el periodo prenatal hay ciertas habilidades para captar estímulos auditivos y, en ese caso, tiene sentido pensar que esa estimulación prenatal puede tener algún efecto en el periodo posnatal”.

Durante las etapas educativas correspondientes a Infantil y Primaria, la doctora Daza González apunta que la música podría ser un potenciador de las funciones ejecutivas, que son funciones cognitivas de orden superior que permiten a las personas ser independientes, llevar a cabo una conducta regulada o adaptada socialmente. Por eso, manifiesta, “la capacidad de sincronizar con la música podría ser un estímulo de esas funciones ejecutivas en este periodo de la población infantil”.

En aquellos niños y niñas que reciben instrucción formal en música, se ha observado que incrementan sus habilidades en otras áreas, no solo auditivas sino también no auditivas. Existe una especie de transferencia; es decir, hay una especie de entrenamiento o una experiencia musical que mejora habilidades, pero no solamente aquellas que son necesarias para percibir la música, sino que puede transferir a otras habilidades cognitivas. María Teresa Daza González explica que “ese entrenamiento con la música como potenciador de las funciones ejecutivas, ya sean estas cognitivas y/o socioemocionales, se refleja en mayores habilidades socioemocionales de los niños mejorando su capacidad empática, su regulación emocional, etc. La capacidad de sincronizar con la música también puede ser un potenciador de saber sincronizar o empatizar con otros, regular la conducta social para maximizar o mejorar las relaciones entre iguales”. Una opinión que coincide con la expuesta por la directora adjunta de la Càtedra de Neuroeducaciò UB-EDU1st, quien opina que “cuando un niño o una niña aprende a tocar un instrumento musical mejora, a través de la práctica, la disciplina, la concentración, la memoria o la capacidad auditiva que son destrezas que pueden ser muy útiles en otro tipo de aprendizajes, incidiendo de esta forma en su rendimiento académico general”. Además, la música crea vínculos sociales, “porque activa áreas en el cerebro que nos sirven para captar las emociones de los demás que son imprescindibles para la comunicación y el aprendizaje por imitación que ha posibilitado nuestro enorme desarrollo a los seres humanos”.

Para que el aprendizaje de la música a través de un instrumento tenga efectos beneficiosos en las funciones ejecutivas es necesario, según la mayoría de los estudios, iniciarse en él en edades tempranas y practicarlo durante el mayor tiempo posible a lo largo de la vida. Pero la psicóloga Daza González lanza un interrogante: “qué pasa con aquellos individuos, adultos, jóvenes o niños, que no es que no reciban una instrucción formal de música, sino que son consumidores importantes de la música porque escuchan música, van a conciertos y en su vida está presente la música, aunque no sea con el aprendizaje directo de un instrumento”

Dados los beneficios que la música tiene en la neuroplasticidad del cerebro, es necesario un cambio en la forma de abordar esta materia en el programa curricular de los colegios. Para la psicóloga Daza González, “el aprendizaje musical tendría que iniciarse en etapas tempranas y la experiencia debería ser una competencia más trasversal. No es tan importante que exista una asignatura específica de música como que se focalice más en el aprendizaje del lenguaje musical. Creo que sería más interesante enseñarles a disfrutar de la música. Es decir, motivarles a que exploren, a ver si son capaces de sincronizar con la música, etc.”



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