Salazar, un dictador de mentira durante dos años
Un libro relata cómo se creó una farsa en torno al déspota portugués para hacerle creer que seguía gobernando cuando había sido sustituido por Marcelo Caetano. Su camarilla llegó a imprimir un periódico falso cada día
El periódico francés L’Aurore publicó en el verano de 1969 una entrevista con el dictador portugués António Salazar. El periodista Roland Faure le pregunta su opinión sobre Marcelo Caetano, su sucesor al frente del régimen. “Es inteligente y tiene autoridad, pero se equivoca al no querer trabajar con nosotros en el Gobierno. Porque, como ustedes saben, él no es parte del Gobierno. Sigue dando clases de Derecho en la universidad y a veces me escribe diciéndome lo que piensa de mis iniciativas”.
Podría parecer que Salazar no estaba en sus cabales, pero la explicación es mucho más bizarra. A su alrededor se había montado una farsa para hacerle creer que seguía gobernando en Portugal a pesar de que Marcelo Caetano presidía el Gobierno desde septiembre de 1968. “Una situación absurda que duró dos años, hasta la muerte de Salazar el 27 de julio de 1970, y comprometió a toda la clase dominante del país”, señala por correo electrónico Marco Ferrari, el periodista italiano que acaba de publicar La increíble historia de António Salazar, el dictador que murió dos veces (Debate).
Durante una visita del callista al palacete de São Bento, el dictador sufrió una caída que obligó a intervenirle. Tras ese accidente se suceden otras crisis vasculares que le dejan en coma. La cúpula del Estado Novo, el régimen autoritario formalizado con una Constitución en 1933, decide sustituirle por Marcelo Caetano. Cuando Salazar se recupera, regresa a su residencia y retoma su actividad oficial sin saber que las audiencias son una pantomima y el ejemplar cotidiano del Diário de Notícias una mentira. Cada día recibía a ministros, gobernadores y policías del aparato represor que fingían estar ante el jefe del Gobierno en una operación urdida por el propio ministro del Interior. “Para dar más verosimilitud a la farsa”, cuenta Ferrari en el libro, “a veces los interlocutores hablaban mal de Marcelo Caetano”.
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Con todo, lo más asombroso ocurrió cada madrugada en la redacción del Diário de Notícias en Lisboa. Su director, Augusto de Castro, reescribía cada noche junto a los tipógrafos un periódico donde se tapaban las noticias sobre Marcelo Caetano y se daba cuenta de las audiencias en São Bento. De ese periódico se imprimía un solo ejemplar destinado a un único lector.
El longevo dictador murió creyendo que seguía al frente de un imperio que hacía agua por todas partes y que nunca visitó ni trató de mejorar. “Gobernó el imperio colonial más grande de 1932 a 1968, desde Hitler a los Beatles. Mantuvo el poder con el apoyo de la Iglesia y los agrarios, suprimiendo los sindicatos, la libertad de prensa y cualquier otro tipo de oposición política o disidencia”, explica Ferrari. El aparato represor de Salazar fue la Polícia Internacional de Defesa do Estado (PIDE), formada por 20.000 agentes y 200.000 informantes que espiaban para el Estado Novo. En cuatro décadas de dictadura fueron asesinadas 22.800 personas. Marco Ferrari, que escribió el libro y el guion de la película A la revolución en un dos caballos, cuenta las historias de algunas víctimas por primera vez.
Uno de los inspectores de la PIDE fue António Rosa Casaco, que participó en el asesinato del general disidente Humberto Delgado y su secretaria, Arajaryr Moreira de Campos, en Badajoz en 1965. Rosa Casaco encabezó el grupo policial que cruzó la frontera en Villanueva del Fresno con matrícula de coche y pasaportes falsos. Los cadáveres aparecieron dos meses después.
António Rosa Casaco fue un policía singular, que lo mismo usaba el crimen para proteger a la dictadura que la fotografía para ensalzar al dictador, como muestran las imágenes que tomó para el libro Vacaciones con Salazar, que publicó en 1952 la periodista francesa Christine Garnier a partir de varios encuentros con el dictador. “Las entrevistas tienen una clara intención de propaganda. Pretendían cambiar la imagen austera y sombría del dictador, dándole una humanidad desconocida en un contexto en el que el país necesitaba ser reconocido en el bloque occidental europeo tras el fin de la Segunda Guerra Mundial”, escribe Filomena Serra en el libro Fotografia impressa e propaganda em Portugal no Estado Novo, publicado por la editorial española Muga.
Durante una visita en 2015 al Museo Reina Sofía, Filomena Serra descubrió “el apasionante campo de estudio de los fotolibros y de la fotografía de propaganda” y acabaría creando un grupo de investigación que durante tres años rastreó las publicaciones durante el Estado Novo para analizar el uso de las imágenes por la dictadura y también, en menor medida, por iniciativas críticas o independientes. Para el volumen editado ahora se han seleccionado 50 publicaciones (libros, fotolibros, revistas…), entre las que figura el volumen que mostró por primera vez la guerra colonial a los portugueses en 1961, Angola los días de la desesperación, escrito por el periodista Horácio Caio. “Es un libro terrible, que fue declarado impublicable fuera de Portugal”, comenta la editora Ros Boisier. “En el fondo sirvió para legitimar el comienzo de la guerra”, añade Serra.
La obra incluía 40 fotografías sobre las masacres cometidas por la Unión de los Pueblos de Angola cuando se subleva contra el colonialismo portugués en marzo de 1961. Muchas eran tan sensacionalistas que provocaron reacciones airadas de intelectuales europeos como Ernst Jünger, que condenó el libro. “Con siete ediciones en tres meses, el libro fue uno de los mayores éxitos de venta en Portugal”, cuenta Afonso Dias Ramos.
Algunas iniciativas críticas no se frustraron con la censura, como fue el caso del trabajo de la escritora Maria Lamas titulado Las mujeres de mi país, publicado en fascículos ilustrados entre 1948 y 1950. Se considera el primer ejemplo del uso de la fotografía impresa al servicio de un discurso contrario a la propaganda del régimen.