Julujama, el artista que dejó de pintar
En los años setenta, Juan Luis Javier Marí despuntaba en el arte. Medio siglo después, el galerista José de la Mano redescubre su obra
Este bodegón de 1980 logra una fuerte carga de intimidad.
Julujama es Juan Luis Javier Marí, pero también JL Javier y Xavier Mari, entre otros.
Sorprende cómo, en apenas una década de producción, este pintor figurativo nacido en Valencia en 1952 estampó en sus obras al menos media docena de firmas distintas. Como si quisiera reinventarse cada poco tiempo.
En un giro aún mayor, abandonó los pinceles antes de cumplir la treintena, con su regreso a España tras una larga estancia en Suiza, para dedicarse a otras causas.
Debía ser al contrario: por fin había recuperado una casa, su paraíso de la adolescencia del que su madre lo había desterrado, y el plan original era pintar allí sus mejores obras. Pero nada salió como estaba previsto.
ORIGEN
Tampoco podía preverse que, cincuenta años más tarde, el galerista José de la Mano encontraría, arrumbados en un pequeño almacén, aquellos cuadros con vocación transgresora que podrían haberse pintado anteayer, aunque algunos se hubieran realizado bajo la dictadura franquista.
Ese fue el origen de la exposición Julujama. ...olvidado por esta libertad. Pinturas [1973-1981], que estará en la galería José de la Mano de Madrid hasta el 28 de julio.
De la Mano se ha especializado en recuperar artistas históricos olvidados, pero en esta ocasión tenía otro objetivo: "Iba detrás de la obra de Lola Bosshart, una pintora geométrica exquisita de la Valencia de los años 60 que falleció en 2012?, recuerda el galerista. "Tras unos años investigando, al fin dimos con su taller.
Juan Luis es quien lo había preservado, así que entramos en contacto con él, que nos enseñó sus pocas obras como pintor al óleo, y entonces decidimos exponerlas.
Tiene una enorme importancia histórica, porque como pintor que ya estaba haciendo arte queer en la España de principios de los 70. Y ese capítulo de la historia del arte no tiene muchas páginas".
- El día antes de la inauguración, con las obras ya colgadas por el comisario Joaquín García, Juan Luis parece sentirse extraño, al mismo tiempo implicadísimo y algo ajeno a lo que sucede a su alrededor: "Imagínate, estoy asombrado, hace cincuenta años que estos cuadros no se exponen", dice. Este capítulo de la historia del arte no se entendería sin otra historia, que es la suya.
Juan Luis Javier, Julujama, era artista desde niño y contra todo, en especial contra las expectativas de sus padres. "A ellos les contrariaba mucho, porque pensaban que no podría ganarme la vida. Y es verdad que vivir de la pintura o es fácil cuando quieres expresar cosas, que era mi caso".
El plan trazado para él era que se hiciera constructor, como su padre, o que se limitara a administrar el patrimonio inmobiliario de la familia. El mar de fondo no tenía tanto que ver con su futuro profesional como la tendencia sexual que se deducía de sus intereses artísticos. Pero él se obstinó.
Y el resultado fue que a los 14 años lo internaron: "Dos veces, dos psiquiatras distintos. Y en el mismo lugar, el hospital de San Onofre, en Cuart de Poblet, una institución regida por monjas y con enfermeros muy rígidos. Era un manicomio, aunque se llamaban casa de salud. Fue una experiencia traumática".
-¿Por qué motivo?
-Por aquella disciplina que me aplicaron contra mi voluntad y contra mi necesidad de desarrollo. Algo contra natura. De hecho, allí fui violado por otro paciente. Me quejé, pero no me hicieron ni caso. Éramos carne de rapiña.
Pero de ese horror salió reforzado. Consiguió que le permitieran estudiar Bellas Artes en la Escuela de San Carlos de Valencia, aunque nunca llegó a terminar la carrera porque aquel último año, dice, estaba enfocado a convertir a los alumnos en profesores: "Y yo no quería ser un funcionario sino pintar mis cuadros, libre y errante".
Las visitas al psiquiatra no tuvieron el efecto esperado, pero al menos le depararon un encuentro fundamental: un día, en una sala de espera, aquel muchacho conoció a Lola Bosshard, que tenía treinta años más que él. Congeniaron de inmediato, y ella le reservó un espacio en su estudio y le animó a seguir su práctica artística.
Con Lola fue a la casa familiar de la playa de Alcossebre (Castellón). "Estar en aquel sitio era entonces mi mayor inspiración", recuerda. "Yo solo quería pintar su paisaje. Pero, cuando mi madre supo que me había llevado allí a Lola, me echó de la casa. ¡Qué no habría hecho si me llego a llevar a un hombre, sabiendo que fue por mis tendencias por lo que se me había internado!".
Un nuevo trauma: "Perdí mi modelo y mi estímulo, y tuve que volverme a Valencia donde no tenía nada, salvo el pequeño ático del barrio del Carmen que me dejaron mis padres para que me arreglara. Allí no pinté nada, pero al menos pude hacer mi vida bajo la luna de Valencia".
Bajo aquella luna, a mitad de los años 70, la sociedad era, según él, mucho más abierta que Madrid: "Había hasta tres lugares de encuentros gais, donde iban los chicos a conocerse. Y yo en Madrid por aquel entonces presencié cómo echaban a dos chicos del café Gijón solo por mostrarse como eran, algo que en Valencia no habría ocurrido".
Sin embargo, en los estertores del franquismo, nuestro país aún era un lugar oscuro donde la libertad de expresión, como otras muchas, no existía: "Una vez expuse mis pinturas en la Casa de Cultura de Cuenca, y allí colgué también algunos dibujos, estudios de desnudo algo atrevidos.
Pues el director del centro, que era del Opus Dei, los retiró después de la inauguración. Pobre España, qué tristeza".
Juan Luis Javier Marí, tras el reflejo de los árboles sobre una de las ventanas de la galería donde ahora expone.
Un autorretrato de 1981, el último cuadro personal pintado por Mar.
Fragmento de espejo, autorretrato de 1975.
