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La china poblana

Para la mayoría del pueblo mexicano es desconocida la historia que relata el origen de la china poblana, siendo wsta uno de los íconos que nos identifican con nuestra patria.

Pintura de Cutberto Escalante que representa a la china poblana.La china poblana

Así se cuenta que en 1684 el pirata inglés Sir William Dampier trató de apoderarse de la bahía de Acapulco donde se encontraba anclado un buque cargado con valiosas mercancías, plan que no logró debido a la valerosa defensa que hicieron los acapulqueños. Otros filibusteros fueron Harris y Shys, Sir Francis Drake, John Hawkins y también hubo mujeres piratas como Anne Money y Mary Read.

De Sir William Dampier, muy reconocido pirata, se sabe que con dos buques organizó una expedición punitiva hacia los mares del sur en busca de barcos españoles a quienes asaltar. Sucede que uno de sus marinos de origen escocés, Alexander Selkirk, tuvo cierta dificultad con uno de sus superiores, por lo que solicitó que lo abandonaran en la isla del archipiélago Juan Fernández —perteneciente ahora a Chile—. Al conocerse el suceso en el mundo, le sirvió al escritor inglés Daniel Defoe para escribir su célebre novela “Robinson Crusoe” en 1719.

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Virrey don Diego Carrillo, Mendoza y Pimentel Marqués de Gelves

SU ORIGEN

Pero volviendo a la historia de la china, cuenta la leyenda que una joven princesa llamada Mirrha, se hallaba paseando como lo hacía todas las tardes acompañada de un reducido séquito por las calles de Delhi, India y que un grupo de rufianes mal encarados y de horrible aspecto, asaltó al grupo de la princesa haciéndola prisionera. No se sabe con exactitud si fue Dampier el inglés o algún pirata chino, filipino, malasio o tal vez portugués el que cometió el secuestro.

Para esas fechas los gobiernos del mundo permitían la trata de esclavos. Así, en China o la India, la venta de personas libres convertidas en esclavos era cosa común y corriente. El Rey de España, Felipe II, había abolido la esclavitud pero ante la necesidad de recursos, otorgó a un portugués que era gobernador de Angola la concesión mediante el pago de 160 mil ducados para que suministrara cuatro mil 500 esclavos negros a las provincias españolas.

La princesa secuestrada Mirrha se hallaba oculta en el fondo del navío en el puerto de Conchinchin, del que partió rumbo a Manila, Filipinas, cuyo gobernador don Juan de Silva, tenía el encargo de comprar algunas bellas princesas solicitadas por el virrey de la Nueva España, don Diego Carrillo Mendoza y Pimentel, Marques de Gelves, quien las necesitaba para adornar su palacio en la Ciudad de México, según él decía.

El gobernador de Manila cumplió con el encargo del virrey y adquirió a los bucaneros portugueses y la princesa Mirrha fue conducida al puerto de Acapulco. Para esto, el mencionado virrey Marqués de Gelves tuvo un serio disgusto con el Arzobispo don Juan Pérez de la Serna, quien acusaba al virrey de conducta desordenada y lo excomulgó. En venganza, Gelves ordenó su destierro, lo que provocó un levantamiento del populacho y el virrey tuvo que huir para España en 1624.

Aparente-mente la princesa Mirrha había quedado sin adquiriente. Antes de que eso ocurriera, el virrey había solicitado a su muy amigo el capitán Miguel Sosa, residente en la ciudad de Puebla de los Ángeles, para que se trasladara a Acapulco donde hizo los arreglos necesarios para adquirir a la princesa del gran mogol.

El capitán Sosa arribó el 14 de marzo de 1624 a la ciudad de Puebla llevando consigo a la princesa Mirrha, quien fue recibida con cierto recelo por la señora doña Margarita Chávez, esposa del capitán Miguel Sosa.

Para cumplir con la religión y las costumbres cristianas, Mirrha fue bautizada siendo sus padrinos sus padres adoptivos don Miguel y doña Margarita, quienes le pusieron el nombre cristiano de Catharina de San Juan. Posteriormente, fue confirmada por el obispo de Puebla don Alonso de la Mota y Escobar. Para continuar con su educación cristiana, fue puesta al cuidado de sor María de Jesús Tomelín, maestra de novicias en un convento católico creándose una amorosa amistad entre las dos damas.

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La china poblana como la queremos los mexicanos.

¿CÓMO SURGIÓ EL TRAJE DE CHINA?

Cuenta la historia que estando Mirrha secuestrada en Manila, la capital de las Filipinas, los mercaderes portugueses le compraron unos “sayales” para que cambiara su indumentaria oriental. Mirrha tenía una mente creativa. A los sayales —sayal: tela muy basta labrada de lana burda. Prenda de vestir hecha con esa tela— los modificó haciendo un refajo o saya —falda— exterior de mucho vuelo, pero corta y se cubría con un lenzuelo —lienzo fuerte—. Una correa o cinta con hebilla o broche de colores se ajustaba a la cintura, lo que señalaba o marcaba el busto y las caderas.

La moda causó gran revuelo entre las damas poblanas, que inmediatamente la copiaron y Mirrha se ganó su cariño y admiración por sus novedades y virtudes cristianas.

Pasaron los años y aunque Mirrha, ahora Catharina de San Juan, quien era muy fina, delicada, hermos y tuvo pretendientes que le ofrecieron matrimonio, ella decidió consagrarse a Dios.

Murió su padre adoptivo don Miguel Sosa y poco tiempo después su esposa doña Margarita Chávez, quien vendió y donó todos sus bienes a la iglesia, quedando Catharina de San Juan, la china poblana, a cargo del padre Pedro Suárez.  Posteriormente fue adoptada por el capitán Hipólito del Castillo, quien le dio cobijo en su hogar.

Nuestra china poblana fue un dechado de virtud. Hizo a un lado las riquezas mundanas y vendió sus vestidos y alhajas para donar bienes a los niños pobres. Fue tan consagrada a Dios, que el pueblo la llegó a considerar una santa.

La china murió el 5 de enero de 1688 y sus exequias fueron fastuosas con gran gentío que llenaba las calles de acceso a su casa. El padre Francisco Aguilera dio el sermón más hermoso que se hubiera escuchado bajo las bóvedas de la iglesia de la compañía, mientras el pueblo lloraba desconsolado la pérdida de quien consideraban una santa.

Su cuerpo fue sepultado en la Compañía del Espíritu Santo. Descanse en paz. Obra consultada: “La verdadera china poblana” de Salazar Monroy.




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