Energía renovable, a pleno sol
Los ingenieros tienen una doble misión: potenciar el autoconsumo y convencer a empresas y autoridades de las bondades de la energía limpia
Andar —con forro polar reglamentario— por el almacén de productos frescos del grupo de supermercados Bonpreu en Balenyà (Barcelona) es lo más parecido a desplazarse por una nevera gigante que nunca supera los 6 grados. Y sin embargo su energía proviene del Sol. El 40% de la potencia que se necesita para mantener tales temperaturas la generan las placas fotovoltaicas que cubren el techo, la mayor instalación de autoconsumo de España y uno de los últimos proyectos de Sud Renovables, una pequeña empresa con sede en la localidad vecina de Vic.
Sus dos socios, Alfred Puig y Manel Romero, nacidos ambos en Sabadell en 1975, fueron al colegio juntos y se reencontraron en la universidad, estudiando Ingeniería Industrial. Ya les rondaba la idea de montar una empresa propia relacionada con la energía limpia y se lanzaron en 2005, con 30 años recién cumplidos y junto a un tercer socio y amigo, Enric Pareja, que fallecía poco después de un cáncer fulminante.
Eran buenos tiempos para el sector de las renovables. En 2008, España llegó a ser el país del mundo que instaló más energía solar: más del 40% de las placas fotovoltaicas se colocaban en la península Ibérica. La empresa, como tantas de un sector entonces emergente, crecía por encima de sus expectativas y acumulaba proyectos ambiciosos como el de la sede de la cooperativa Abacus, cubierta por un gigantesco panel solar que ahorra el equivalente a lo que contaminan 100 coches durante todo un año. En poco tiempo llegaron a facturar unos 10 millones de euros al año. Acababan de ampliar plantilla cuando llegó 2012, el año más negro para las renovables. El Gobierno acabó con las primas que hasta entonces se concedían a las instalaciones limpias y el sector se desplomó. “Ahí tuvimos que plantearnos si nos íbamos a casa o seguíamos adelante”, cuentan. Muchos de sus contemporáneos optaron por lo primero.
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Su solución pasó por abrir una filial en Perú, Norte, que se ocupa de llevar la luz a zonas donde no hay cableado eléctrico. Han llegado a transportar baterías en mula o canoa a pueblos remotos de los Andes. “Es gratificante pensar cómo les cambia la vida a esas personas, que ahora pueden seguir estudiando o trabajando cuando oscurece”, comenta Puig, cuya esposa es peruana. El año pasado, Norte facturó casi seis millones de euros, mientras Sud buscaba su propio nicho de mercado en el autoconsumo energético pese a una legislación que pone impuestos al Sol. “Como el precio de las placas ha bajado hasta en un 80%, siguen siendo rentables aunque no haya primas del Estado”, aclara Romero, que cultiva el evangelismo de la energía limpia entre empresas y autoridades. Se le notan las tablas cuando explica, por ejemplo, porqué el autoconsumo no es poco solidario, como a veces denuncian las grandes eléctricas. “Es como si te acusaran de boicotear el sistema por poner leds en lugar de bombillas o por tender la ropa al sol en lugar de enchufar la secadora”, dice.
El almacén de Bonpreu, por ejemplo, sería autónomo al 100% si España permitiese el balance neto, es decir, “almacenar el sol que te sobra de día para recuperarlo de noche, como la batería de un móvil”. Así lo hacen ya Alemania, Francia, Estados Unidos, México o Brasil.
Placas fotovoltaicas que cubren el almacén del grupo Bonpreu en Balenyà (Barcelona).
Romero y Puig, en las instalaciones de Bonpreu.