Domingo Cultural

Chuck Yeager, la leyenda de la aviación que rompió la barrera del sonido

El as de caza y piloto de pruebas estadounidense ha muerto con 97 años
  • Por: Jacinto Antón
  • 20 / Diciembre / 2020 -
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Chuck Yeager, la leyenda de la aviación que rompió la barrera del sonido

Chuck Yeager apoyado en el X-1 con el que rompió la barrera del sonido en 1947.

Chuck Yeager ha atravesado la última barrera. 

Tenemos que imaginar que lo ha hecho de la misma manera en que lo hacía todo: sin pensarlo dos veces y con muchísimo valor. 

Con Charles Elwood Chuck Yeager (Myra, Virginia, EE UU, 1923), fallecido el martes a los 97 años, según comunicó su esposa desde 2003, Victoria Scott D’Angelo, desaparece una leyenda de la aviación, el mejor piloto nato, un personaje de la altura (y valga la expresión) de los más grandes del aire, que vuela definitivamente para sentarse junto a los hermanos Wright, Lindbergh, Mermoz, Amelia Earhart, el Baron Rojo o James Jabara. 

Para encarnarlo en el cine, en Elegidos para la gloria, hubo que poner a Sam Shepard. Tom Wolfe el autor del libro que dio origen a la película (The right Stuff, que Anagrama editó como Lo que hay que tener), escribió de él lo que hoy suena como un extraordinario epitafio: “El más honorable de todos los poseedores de lo que hay que tener”. Era sin duda el mejor piloto vivo y su muerte nos deja aquí abajo con las alas más cortas.

Aunque era mucho, muchísimo más, es recordado sobre todo por estar acreditado como el primer ser humano que rompió la barrera del sonido, el 14 de octubre de 1947, volando en su famoso Bell X-1 Glamorous Glennis a 13.700 metros sobre el Mojave a velocidad Mach 1 (1.225 kilómetros por hora). El aparato, una golondrina gorda color naranja impulsada por un motor de cohete que hoy se exhibe en el Museo Nacional del Aire y el Espacio de Washington con el Spirit of St. Louis, había sido lanzado desde el vientre de un bombardero B-29. Dos días antes, Yeager se había roto dos costillas montando a caballo: no se lo dijo a nadie y se hizo una cura provisional con un veterinario. Seis años después, Yeager alcanzó un nuevo récord, dos veces la velocidad del sonido.

Sería imposible imaginar una vida aérea más impresionante: Yeager, oficial de la fuerza aérea, piloto de pruebas en todo tipo de aeroplanos hasta los prototipos más improbables y peligrosos -a lo largo de su vida voló en 360 tipos diferentes de aviones-, fue as de caza en la Segunda Guerra Mundial. Logró el paso a la categoría en un solo día en el que derribó la friolera de cinco aviones alemanes: dos cazas Me-109 se estrellaron al chocar mientras huían de él. Durante la contienda, que acabó con 13 victorias, incluso se cargó, a los mandos de su caza Mustang P-51 de hélice (su avión favorito de todos los tiempos), uno de los primeros reactores de la historia, un Messerschmitt Me-262, un verdadero ángel de la muerte capaz de volar a 900 kilómetros por hora, 200 más que el aparato de Yeager. En una entrevista con quien firma estas líneas en octubre de 2010, el aviador recordaba aquella acción con su característico lenguaje directo: “Lo abatí mientras aterrizaba, porque en el aire era frustrante, no podías cogerlos, además procuraban evitar los dogfights e iban a por los bombarderos. Le fui por detrás y le disparé; se estrelló en una nube de polvo y humo. Hubiera preferido tumbarlo en combate aéreo al hijo de puta, pero no fue fácil, con toda la artillería antiaérea de su base tirándome”.

Años después se ha dicho que precisamente un Me-262 habría roto antes que él, en 1945, la barrera del sonido. Seguro que eso le hacía estar doblemente contento de haber tumbado uno. Decía que matar a otros aviadores no era nada personal y de hecho tras la guerra fue amigo de ases del otro bando como Galland y Steinhof.

La entrevista con este diario tuvo lugar durante un homenaje al piloto en Sort (Lleida), adonde Yeager volvió 66 años después de su primera visita en 1944, cuando la resistencia francesa lo pasó a España tras haber saltado en paracaídas de su avión. Lo había abatido un Focke Wulf 190 (que él consideraba el mejor caza alemán de la guerra: derribó 4). Evacuado a Gran Bretaña -luego regresaría a España con los Super Sabres en Morón, Torrejón y Zaragoza y cazaría perdices con Franco, aunque siempre se consideró ajeno a la política-, Yeager volvió al frente a seguir peleando.

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