Deportes

Salvador Sánchez

Salvador Sánchez Narváez, su muerte prematura invita a la especulación sobre qué hubiera sido de su futuro si..., pues a los 23 años se encontraba en su mejor momento. El hecho es que triunfó en 44 peleas, 32 de ellas por nocaut; perdió 1 y empató otra. Récord casi perfecto. Conquistó la corona de manos de Danny "Coloradito" López, al derrotarlo en el Veteran's Memorial Coliseum de Phoenix, Arizona, el 2 de febrero de 1980, por nocaut técnico en el 13º asalto; a tan rudo y honesto pugilista le concedería la oportunidad de recuperar su título y lo volvería a noquear, pero ahora en el round 14.
  • Por: El Mañana
  • 25 / Diciembre / 2013 -
  • COMPARTIR

Segunda y última


Leyó la nota:

"Esta tarde de 12 de agosto de 1982 quedará marcado como uno de los días más tristes de la historia del deporte mexicano.
El boxeo mundial está de luto.
En un accidente automovilístico cerca de Querétaro, murió Salvador Sánchez, campeón mundial de los Pluma, con tan sólo 23 años de edad.
La policía ha iniciado las investigaciones.
Hasta ahora, todo parece indicar que el campeón conducía su Porsche 928 blanco, a las cuatro de la mañana por la carretera federal que va de San Luis Potosí a Querétaro, cuando se produjo una colisión entre dos camiones.
Uno de ellos pegó en la parte trasera del Porsche 928 y lo hizo impactarse de frente contra un Dina Torton que avanzaba en sentido contrario.
Según peritos de tránsito, el campeón murió de manera fulminante, como un desgraciado recto en la mandíbula .
.
.
"
Con los ojos llenos de lágrimas, pensó en su madre, en lo preocupada que debía estar al enterarse de la noticia.
"José María, ¿en dónde estás? -preguntaría- o ¿Estas bien? ¿Cómo lo tomaste? Hijo mío, hijo mío, son cosas de la vida, la muerte siempre avanza en sentido contrario, lo que sucede es que a veces no nos damos cuenta de ello, hijo mío, ven que te abrazo".

Abrió la puerta y su madre veía las noticias en la tele.

-Se ha ido.
.
.

-Sí, madre, todo es una pesadilla.

Lo abrazó, le preparó un té de manzanilla y le trajo un par de toallas secas.

-Te vas a resfriar, José María.

-No importa, eso será lo de menos.

En la tele pasaban fragmentos de entrevistas del campeón, quizá del último gran ídolo del boxeo mexicano, del campeón, tan joven, tan hombre.

"Me preocupé siempre por mí mismo -decía Sal, como si estuviera vivo, como si nada hubiera sucedido, vivo, tan vivo como siempre-; comprendí que si seguía cambiando golpes mi carrera sería más corta y menores mis posibilidades de salir bien y colgar los guantes.
Me cuido el rostro porque así, indirectamente, protejo mi cerebro.
Entonces me puse a boxear, y eso me gusta más.
Ahora recibo menos golpes y conecto mucho más.
Para mí ese es el gran secreto de mi profesión.
.
.
"
¿Quién te lo hubiera dicho?, pensó José María al ver al campeón en la tele.
¿Quién te lo hubiera dicho, Sal Sánchez, que las protecciones en el ring valen de tan poco afuera, que el cerebro bien cuidado dentro de la pelea sirve de bien poco cuando se rebasa la velocidad en un Porsche blanco? ¿Quién te lo hubiera dicho?
La tele pasaba imágenes de la pelea del 21 de agosto de 1981 ante Wilfredo Gómez, en la que Sal acababa con la reputación del puertorriqueño.
En el octavo, después de sonarle una zapatería, le dio los golpes necesarios para volverlo un montón de ladrillos mal pegados.
Una pelea histórica para el boxeo mexicano, en efecto, porque Gómez había mandado a la lona a varios peleadores mexicanos.
Había mucho morbo alrededor de la función.
Podía decirse, sin exageraciones, que esa cascada de realidad convirtió a Sánchez en el más imaginario, en el más fantástico de los boxeadores nacionales.
Luego vino la mitología, la elaborada explicación del ¿por qué?
Su madre se sentó a su lado.
Tomó el estambre.
Se puso los lentes.
Y comenzó con el tejido.
Sal decía en otra entrevista en la tele:
"Yo soy Sal.
No busquen apodos.
Subo dos kilos y medio entre peleas.
Mi máxima disipación es disfrutar del aroma a manzana del tabaco de pipa.
Tengo una chica.
Nos llevamos bien.
A parte de las chicas, lo que más me gusta es comprar.
Nací y crecí en Santiago Tianguistenco, un pueblito de 3 mil habitantes.
Vivimos del maíz.
Tengo 10 hermanos.
Mi padre es dueño de una pequeña compañía de construcción y siempre deseó que a sus hijos no les gustara cargar arena y ladrillos.
A mí no me gustaba eso.
De chico, lo que me gustaba era ganarle a los otros niños en los golpes.
Decían que yo tenía cara de muñeca y luego comenzaron a decirme "niñita".
Al final de clases me los agarraba.
Hubo muchas narices sangrantes y muchos ojos morados.
Algunas veces, debo decirlo, fueron míos.
Mi ídolos no eran boxeadores sino luchadores, Black Shadow y, sobre todo, El Santo.
Soñaba con subir al ring enmascarado y dar patadas voladoras.
Pero un día mi mejor amigo, José Sosa, me llevó al gimnasio, conocí el boxeo y me olvidé de la lucha.
Debuté a los 13 años como amateur.
Terminé la prepa y quería estudiar medicina, pero comprendí que sólo el boxeo podía darme todo lo que aspiraba".

José María se imaginaba lo que sucedía en las redacciones de la tele, hurgar datos, récords, peleas memorables, videos, cifras.
"Hay que tenerlo todo en el menor tiempo posible", diría el jefe de las noticias.
"Sí, jefe, todo estará listo", le responderían.
"¿Y cuánto tiempo tenemos para dar la noticia, jefe?" "No sé, es una noticia importantísima, no sé, ocho minutos, diez, no más".
"¿Tanto?".
"Sí, tanto, es Salvador Sánchez, no la princesa de Mónaco".

Y el lector de noticias leía un casi telegráfico guión sobre la trayectoria del campeón, mientras José María terminaba el té y su madre seguía avanzado con un interminable suéter para nadie:
"Salvador Sánchez, el ídolo de ídolos, el campeón recién muerto, nació el 26 de enero de 1959 en Santiago Tianguistenco, Estado de México, ganó todas sus peleas amateurs, catorce en total.
Debutó como profesional el 4 de mayo de 1975, venciendo en Veracruz a Al Gardeno, por nocaut en el tercero.
Ganó las 17 peleas siguientes, 16 por nocaut, hasta que perdió el peso nacional Gallo ante Antonio Becerra en Mazatlán, el 9 de septiembre de 1977.
Esto fue lo que dijo el campeón después de aquella decisión.
.
.
"
Sal Sánchez, a cuadro, molesto:
"Esa fue mi única derrota.
Me robaron.
Todos decimos lo mismo cuando perdemos.
Pero estoyseguro de que esa noche fui muy superior a Becerra.
No me gustó el sabor de la derrota; no volví a perder.
.
.
"
El lector de las noticias, compungido, decía:
"No volvió a perder, en efecto.
Empató con Juan Escobar en Los Ángeles, como peso Pluma, en una pelea histórica para Salvador Sánchez, ya que esa noche de 1978, Escobar lo mandó por primera vez en su carrera a la lona.
Para muchos, la decisión correcta de los jueces debió ser el triunfo unánime para Juan Escobar".

Suceden segundos de imágenes de Sal Sánchez.
Otra vez el lector de las noticias.

"El 2 de febrero de 1980 se hace del campeonato mundial de los Pluma al vencer, por nocaut, a Danny 'Coloradito' López en el décimo tercero.
El 'Coloradito' era favorito 5-1 en Las Vegas.
.
.
"
"El campeón se consolida y defiende exitosamente el campeonato ante rivales de gran talla boxística como Rubén Castillo, cuya pelea es televisada por HBO, Pat Ford, Juan Laporte y Nicky Pérez, al que vence por puntos en el décimo.
En 1981, después del descarado triunfo ante Wilfredo Gómez, es considerado el boxeador del año, junto con Sugar Ray Leonard".

Al año siguiente -dice el lector de las noticias- participa en la película The Last Fight, en la que comparte papeles con Willie Colón y Rubén Blades.

"La última vez que vimos en acción al enorme campeón que se nos ha adelantado en el camino, fue el 21 de julio de 1982 cuando, en una pelea de miedo, venció por nocaut técnico al terrible ghanés Azumah Nelson, en el Madison Square Garden de Nueva York.
Aquí vemos las letales combinaciones del campeón mexicano en ese décimo quinto, vean cómo retiembla la cabeza del negrazo, ya sin defensas ante el asedio del enorme Sal, vean cómo ataca con repeticiones arriba y abajo a un campeón africano disminuido en todos los terrenos a causa del largo peregrinaje del dolor.
Vemos cómo el réferi detiene la masacre y decreta el nocaut técnico a segundos del final de aquel combate, el último de nuestro campeón, que Dios tenga en gloria, porque la gloria nos ha compartido generosamente a ese hombre maravilloso que fue Sal Sánchez, el tercer mejor Pluma de todos los tiempos, el hijo predilecto de Santiago Tianguistenco, que esta noche, queridos amigos, esta noche no dormirá para brindarle silenciosamente dolorosamente el último adiós al que quizá sea el último de nuestros ídolos, el último de nuestros grandes campeones, el último de los hombres.
.
.
Descanse en paz, Salvador Sánchez.
.
.
"
Pasaban los anuncios, cuando José María volteó a ver a su madre, que lloraba silenciosamente.
Sintió ternura, quiso abrazarla, y preguntarle: "Mamá, ¿qué pensaría papá de Sal?
No dijo nada, aquel sustantivo era impronunciable desde el día en que m.

EL MAÑANA RECOMIENDA