Ríe un poco con ‘Las calaveras’ de los famosos
La Parca a los famosos embosca y les sigue sus andanzas y aquí te mostramos los que inspiran con sus tranzas
LUIS MIGUEL
cantaba alguien al Luismi.
“Ahora mismo yo te llevo”, dijo la Flaca alterada.
“Esa canción no me gusta, ya está re’quechoteada”.
Y de un susto se llevó al que tanto criticaba.
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El hombre entonó otra canción, que a todas enamoraba.
Y la Calaca advirtió que de a poco le llegaba.
“Es mi canción, soy el Sol”, le dijo a la otra entregada.
Y Luismi hizo un acuerdo, para que en paz lo dejara.
“¡Gracias!”, le respondió Micky. “Ya no estés más demacrada,
que cuando te vea de nuevo, serás mi fan más preciada”.
ENRIQUE GUZMÁN
El Guzmán bien decidido fue a confesar sus pecados,
pues estaba re’afligido por lo que todos decían.
Ahí frente a la homilía,
la Muerte estaba escuchando lo que el cantante sabía,
pero nadie le creía.
La Flaca, re’atenta entonces, decidió dejar de lado tanto mitote guardado,
y lo arrastró derechito hasta el averno entregado.
El “Rock de la cárcel” suena, y la fiesta no termina,
pero en la Tierra no olvidan lo que ya dijo su nieta:
Frida tiene voz y habla como toda una profeta.
Que el que hace la paga, aunque haga su rabieta.
DIEGO LUNA
“Todo va a estar bien”, decía Diego contento
sin detenerse a pensar lo que de su boca salía.
Una serie presentaba grabada en plena pandemia,
cuando esquivó los contagios y orgulloso repetía,
“que sólo así se podría salvar a la economía”.
La Calaca lo escuchó y prendió el televisor,
pa’ ver si era tan real todo ese su gran show.
“¡Diego!”, dijo ya enojada al Charolastra de noche:
“¡Qué hiciste con el programa, que suena ya bien fantoche!”
“Es de política y clases, y de violencia también”, le explicó Luna asustado, esperando comprensión.
E incluso lenguaje inclusivo usó él en su moción.
Pero la Flaca no estaba en la misma sintonía,
así que no compró nada y al camposanto partieron,
que allá quizá sí armaría esa revuelta fallida o su gran revolución.
GUILLERMO DEL TORO
Pobre Del Toro, que trabajando seguía,
cuando la Muerte le dijo, “hola” en plena travesía.
“Maldita, ¿qué haces aquí?”, dijo el gordito querido.
“Yo creo que te equivocaste”, añadió bien sorprendido.
“Lo siento, Memito”, le respondió la Calaca.
“Sé en lo tuyo ya andabas, pero te necesitamos,
que en el Santo Cementerio Batman y otros héroes falsos ya nos tiene bien cansados”.
El tapatío gritó sin que nadie lo que escuchara.
Y se fue pa’ su museo para esconderse entre faunos.
“No huyas”, gritó la Calaca, con su voz bien tenebrosa.
“Dame tan solo un motivo para que siga la cosa”.
“Soy mexicano”, le dijo, y la Calaca dudó.
“Ahora me quedo contigo”, y siempre lo acompañó.
LAURA BOZZO
Laura Bozzo llegó riendo con sus bailes de salón,
junto a Huicho Domínguez, en el programa de Hoy.
Pero poco duró el gusto porque la Muerte llegó enojada
y con papeles de Hacienda le reclamó:
“A ver, Laura, dime, ¿dónde el dinero quedó?”,
le dijo toda furiosa, a lo que la otra opinó:
“Yo no hice nada malo, una inocente yo soy.
Que pase otro desgraciado, yo por ahora me voy”.
Allá va Laura corriendo, bien derechito al panteón.
Escapando a los de Hacienda, el Gabriel Soto y su amor.
Ahí estará un buen ratito, hasta que pase el sustito,
que no hay mal que dure 100 años y menos con dinerito.
INES GOMEZ-MONT
Si este año no quería pasar desapercibida,
la Calaca una vida de opulencia, glamour y, sobre todo de riqueza tenía que mostrar.
Pensando y pensando, a la Flaca en busca de Inés Gómez Mont se le ocurrió ir.
La Parca buscó y buscó: México, Europa y Estados Unidos, y en ningún lugar la encontró.
A su paso dio mejor con Laura Bozzo pero la rechazó,
también se encontró con Galilea Montijo pero tampoco se animó.
Sin esperanza, de pronto de paso vio
a media decena de niños parecidos entre sí, ropa costosa y accesorios de lujo notó.
A la Parca no se le dificultó deducir
que eran los hijos de Inés.
Gómez Mont se resistió y dinero ofreció
pero al final a la Parca acompañó,
pues para la ojiverde era mejor al infierno ir
que un uniforme café tras las rejas lucir.
VICENTE FERNANDEZ
¿Es este el rancho de Chente?”, preguntó ella sonriente.
“Es que yo busco y no encuentro a ese cantante imponente”.
“¡Uy, no!”, le dijo un sirviente. “De un mal paso se cayó y ya anda bien convaleciente”.
“¿Aquí está Vicente?”, fue preguntando la Muerte.
“¿Y usted quién es?”, le dijo el pasante inerte.
“Soy un pariente lejano que lo he buscado insistente”.
“¡Que pariente ni que nada, se va usted a la salida!”
mientras, Chente siguió vivo contra la flaca rendida.