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¿Por qué los nervios de la médula espinal dañados no pueden volver a unirse y los de una mano trasplantada, sí?

De la médula espinal salen las raíces nerviosas que terminan en los nervios periféricos, que sí pueden regenerarse en mayor o menor medida

La médula espinal, junto con el cerebro, forman el sistema nervioso central. La médula tiene una estructura compleja compuesta por una “sustancia gris” que está en el centro y tiene forma de mariposa y donde se encuentran los núcleos de las neuronas y, rodeando a esta, una “sustancia blanca” compuesta principalmente por los axones de las neuronas que son las prolongaciones largas y estrechas de estas células.

¿Por qué los nervios de la médula espinal dañados no pueden volver a unirse y los de una mano trasplantada, sí?

De la médula espinal salen las raíces nerviosas que terminan en los nervios periféricos. Estos nervios sí pueden regenerarse en mayor o menor medida, según la gravedad del daño del nervio. Cuando hablamos de lesiones en la médula hablamos de un daño que se produce antes de la salida de la raíz nerviosa. Las lesiones en la médula y las lesiones en una raíz nerviosa son lesiones que se producen en estructuras distintas y compuestas por células diferentes.

Las raíces nerviosas pertenecen al sistema nervioso periférico y están compuestas por axones que se agrupan en fascículos. Tanto los axones (endoneuro), como los fascículos (perineuro) están envueltos en una cubierta compuesta por tejido conectivo que los protege y todos los fascículos que contiene un nervio están unidos por el epineuro. Cuando un nervio se lesiona, la interrupción de la función únicamente será de la zona de sensibilidad y función de movimiento que tenga ese nervio. Si el daño del nervio es solo de su cubierta la recuperación puede ser completa. La capacidad de reacción de los nervios a los traumatismos es importante. Según el mecanismo de la lesión, compresión del nervio, estiramiento o sección, la reinervación será más o menos rápida y dejará un mayor o menor número de secuelas.

Cuando se produce una amputación y se hace un injerto de la mano a partir de un donante fallecido sí se consigue que los nervios vuelvan a conectarse. Se trata de una operación complejísima en la que hay que unir el hueso, los ligamentos, los nervios, las arterias y la piel. Pero esa mano puede volver a ser funcional. La explicación es que los nervios periféricos sí son capaces de regenerarse. Podríamos decir que son más “sencillos” que los del sistema nervioso central y, aunque queden secuelas, tienen capacidad de recuperación. Los nervios suelen reinervarse a una velocidad de un milímetro al día, aproximadamente.

Pero eso es solo una parte. Para que una mano se mueva, la orden viene del cerebro. Cuando existe una amputación de un miembro se produce una especie de desorganización a nivel de la corteza cerebral motora. Ya no existe ese miembro y hay una falta de conexión entre la corteza cerebral primaria y esa mano que ya no existe. Cuando los rehabilitadores trabajan con una persona a la que se le ha trasplantado una mano, además de la regeneración paulatina del nervio y la estimulación que se realiza para favorecerla, se establece un tratamiento orientado a favorecer la reorganización de la corteza cerebral. El objetivo no es movilizar la mano, sino darle funcionalidad para que consiga una autonomía en su vida diaria. Pero se ha comprobado que el cerebro es capaz de hacerlo, es capaz de volver a enviar esas órdenes.



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