Editoriales > ARTÍCULO DE FONDO

Trump y los ilusos

Donald Trump ha tenido un par de semanas nefastas

Donald Trump ha tenido un par de semanas nefastas. El multimillonario candidato del Partido Republicano terminó de ofender a los (muy) pocos que faltaban en su lista, se metió con uno de los símbolos más sagrados en la liturgia política estadounidense, vio exhibida a su esposa y profundizó las divisiones en su partido. Las encuestas lo ponen casi 10 puntos abajo.

Visto todo esto en abstracto, podría parecer que Donald Trump no está encaminado a la Casa Blanca, sino, como muy simpáticamente lo presenta la genial Maureen Dowd en su columna del New York Times, a una institución para enfermos mentales. Las incontables e interminables metidas de pata, el disenso dentro de su propio partido, las escandalosas revelaciones sin fin, todo apuntaría para la crónica de una candidatura desahuciada.

Trump y los ilusos

Creer eso sería, cuando menos, optimista e iluso. Y como a mí nadie me ha acusado jamás de ser optimista, quiero advertir sobre los riesgos de pensar que esta elección ya se coció, de que Trump enterró, a punta de barrabasadas y agravios, su propia candidatura.

Ojalá así fuera. Hay, efectivamente, muchas indicaciones que dan aliento a los partidarios de Hillary o a los aun más numerosos detractores de Trump, especialmente a partir del desempeño de cada uno en su convención. Y aquí vale la pena recordar que ambos candidatos son inusualmente impopulares, que en muchas mediciones pesan más sus negativos que sus positivos. Es decir que muchas personas votarán por Hillary a pesar de ella, con tal de que Trump no llegue a la Casa Blanca, y viceversa. Inusitado, y muy buen reflejo del ambiente político que hoy se vive en EU.

Pero de ahí a comenzar los festejos hay un muy largo y sinuoso trecho. Les doy mis razones para, parafraseando al muy extrañado Carlos Monsiváis, documentar mi pesimismo:

En primer lugar, las encuestas no son más que, en el mejor de los casos, una fotografía del momento, una instantánea que recoge, cuando está bien hecha, el sentir ese día, a partir de lo hasta ahí sucedido. No son oráculos, no son pronósticos, y con frecuencia una mala lectura de ellas ha llevado a serios errores de apreciación y de cálculo.

La candidatura de Trump no se parece a ninguna en la historia reciente de EU, pero el mal humor del electorado estadounidense tampoco guarda ninguna relación ni con la historia ni con el sentido común. El pesimismo, la amargura y el resentimiento campean, y no hay estadística ni discurso político que pueda contra un desánimo tan profundo y generalizado como el que invade hoy a la sociedad estadounidense. Ese sí es un mal humor, un enojo, social.

Hillary Clinton sigue siendo una candidata poco carismática, con serios problemas de imagen y con nubarrones de escándalos reales o percibidos que la persiguen a donde va. “Su” convención fue un éxito menos por ella que por la excepcional retórica de Michelle Obama, de Bill Clinton y de Barack Obama, por el poderosísimo discurso del padre del soldado musulmán caído en combate, por el devastador diagnóstico que Michael Bloomberg hizo de Trump.

El entorno mundial es excepcionalmente volátil y cada crisis, cada atentado terrorista, cada acto desestabilizador juega a favor del discurso apocalíptico de Donald Trump, que vaya que sí sabe aprovecharlos con descaro y con absoluto desapego por la verdad o la decencia.

Ese es el entorno, eso es lo que viene. ¿Soy muy negativo? Tal vez. Sólo les recuerdo dos cosas: un optimista es un pesimista mal informado. Y, quien baje hoy los brazos, podría estar contribuyendo, por ilusión, por omisión, a que uno de los personajes más siniestros y peligrosos de la historia contemporánea llegue a ser presidente del país más poderoso del mundo. 

@gabrielguerrac