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OEA: espectáculo retro y populismos a debate

Despotismo iletrado. Muy cerrada resulta la competencia para decidir cuál populismo es peor en el ejercicio del poder: el de Trump o el de Maduro. Y este dilema se actualizó ayer en Cancún con el debate entre el subsecretario de Estado estadounidense y la canciller venezolana durante la sesión plenaria de la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) que concluirá hoy

Por momentos ha parecido un espectáculo retro, en correspondencia con las regresiones del momento ‘trumpiano’ de Washington y del estilo ‘bolivariano’ de Caracas. Ambos, en abierto contraste con el avance de la democracia en el continente, que le había restado peso a las funciones punitivas del organismo.

Y hay otras competencias playeras en el Caribe mexicano. En un carril se desplaza el anacronismo del discurso del chavismo según el cual toda inconformidad interna y toda crítica externa provienen de “perritos falderos del imperio”, acompañado de la insustancial maniobra de distracción de su propuesta sobre México, el país más abierto del Continente a la observación y las investigaciones del sistema interamericano sobre la situación de los derechos humanos y los procesos democráticos. En el otro carril va la hipocresía del discurso pro derechos humanos e integridad democrática de los Estados Unidos de Trump, insostenible frente a los mensajes cotidianos del presidente: la xenofobia y el odio antimigrante, o el despotismo iletrado y su particular ética política, que lo tiene acusado por 200 congresistas de su país por lucrar desde la Casa Blanca con gobiernos extranjeros.

OEA: espectáculo retro y populismos a debate

Moisés Naím comentó el domingo en “El País” que el actual gobernante estadunidense “acabó con la idea de que la corrupción y el nepotismo sólo florecen en repúblicas bananeras”. Quizás por eso no tuvo la resonancia que buscaban en EU los actores políticos mexicanos que llevaron al encuentro de la OEA sus querellas electorales, pasadas y futuras, cuando en aquel país se encuentran concentrados en la investigación del apañamiento del proceso que llevó a Trump a la presidencia.

¿Qué fue primero? No se trata de pasar por alto las transgresiones de Maduro con el argumento de que las de Trump siguen por ahora en la impunidad tanto en el ámbito doméstico como en el internacional. Más bien se trataría de abonar en las copiosas exploraciones que se realizan en el mundo sobre las causas de los fenómenos regresivos del chavismo y del trumpismo, junto a los demás populismos en ebullición en otros puntos del planeta, México incluido.

Así, con el saludable ánimo provocador que caracteriza su trabajo académico y periodístico, así como su activismo progresista por los derechos de los homosexuales, el especialista en políticas, cultura y gobierno Jonathan Rauch, investigador del centenario Instituto Brookings de Washington, actualiza en The Atlantic los hallazgos de su e-book Polictical Realism con una serie de explicaciones sobre cómo la política en su país se volvió paso a paso “demente” (insane) sobre todo ya con la llegada de Trump. Pero Trump no causó el caos, aclara, sino que el caos causó a Trump, precisa antes de enumerar una serie de medidas y narrativas antiestablishment que acabaron por deslegitimar la intermediación de los políticos tradicionales y alentar el auge populista.

Intolerancia. Rauch ofrece causas específicas del caos en su país, pero aporta también una serie de factores comunes —que nos suenan por demás familiares— que han contribuido a desmantelar, como él dice, el sistema inmunológico de los sistemas políticos y a abrir paso a los trastornos que dan lugar a los populismos: la polarización y la incapacidad de alcanzar acuerdos, la pérdida de lealtades de partido, el incentivo al individualismo de los actores —el líder populista contra el sistema o la ‘mafia del poder’— y el “odio neurótico contra la clase política (o el establishment) como la última forma aceptable de intolerancia” —o de fanatismo— en los países vulnerables al caos pre populista. 

(Director general del Fondo de Cultura Económica)