Editoriales > ARTÍCULO DE FONDO

Odio, terror y muerte en Orlando

No sé por dónde empezar. El horror de la matanza en Orlando supera, rebasa, todos los sentidos. Toca simultáneamente tantas fibras de la sociedad moderna que se vuelve difícil de analizar, de poner en perspectiva.

No sé por dónde empezar. El horror de la matanza en Orlando supera, rebasa, todos los sentidos. Toca simultáneamente tantas fibras de la sociedad moderna que se vuelve difícil de analizar, de poner en perspectiva. 

Esa es nuestra tarea, autoimpuesta: los editorialistas, opinólogos, comentaristas, analistas, o como nos quieran llamar, tenemos la obligación de tratar de dar contexto, de ayudar a entender aun los asuntos más complejos, más dolorosos. No todos lo ven así, claro. Hay quienes usan estos espacios para el simplismo, la propaganda, la autoafirmación, y seguramente viven mucho más felices y tranquilos que quienes tratamos, infructuosamente por lo común, de entender las cosas. 

Odio, terror y muerte en Orlando

Mi primera sensación al enterarme de la noticia (domingo por la mañana) es de horror, pero no de incredulidad. Este es uno más de los incontables ataques a mano armada que se suceden cotidianamente en EU, con cifras de muertos y heridos cada vez más escandalosas. Si bien esta es la matanza más sangrienta en la historia de ese país, las que le siguen en numero de muertos son igualmente escandalosas, dramáticas. Hay un punto en el que la estadística pierde sentido frente al horror generado, permitido, propiciado por una legislación que permite que prácticamente cualquiera —sin distingo de raza, creencia o estado de salud mental— pueda adquirir y, en muchos casos, portar armas pensadas y diseñadas para el campo de batalla, no para la sala de una casa, ya no digamos una escuela primaria, un campus universitario o un club nocturno. 

La noche anterior había sido de consternación por los actos de violencia en torno a la Eurocopa de futbol que se lleva a cabo en Francia. La semana anterior, por los odiosos dichos de algunos jerarcas de la Iglesia católica mexicana en torno a la iniciativa de matrimonio igualitario del presidente Peña Nieto. Así que mi ánimo no era el mejor, que digamos: la ignorancia, los prejuicios y/o el odio irracional me ponen siempre de muy mal humor. 

Lo de Orlando combina muchos factores. En todos confluyen odio, ignorancia, intolerancia, doble moral, fanatismo religioso. La mayoría de los análisis de lo sucedido fueron prejuicios en busca de una justificación: Donald Trump fue uno de los primeros en brincar de tuitero gusto para darse la razón a sí mismo acerca de la necesidad de combatir con mayor dureza al “radicalismo islámico”. Su oportunismo es de antología, pero no es único. De inmediato, saltaron muchos a condenar a los inmigrantes musulmanes antes de enterarse de que el atacante era ciudadano estadounidense, nacido en EU, hijo de padres afganos, un país supuestamente liberado por el poderío militar estadounidense. 

Hay, en cambio, muchos elementos para ver como un crimen de odio el del bar Pulse, en este caso de homofobia y fanatismo. El bar Pulse es un centro de reunión social y de actividad nocturna de la comunidad LGBT de Orlando, y en la noche del sábado celebraba una “noche latina”. Se sabe, por declaraciones de su padre, que el atacante se habría escandalizado días antes al ver muestras públicas de afecto entre dos hombres en Miami. Pero su acto de violencia no es ajeno, no puede separarse, del cada vez más ubicuo discurso de intolerancia y exclusión. Predicadores que se dicen cristianos, políticos de extrema derecha, clérigos radicales musulmanes, representantes de la alta jerarquía católica, todos han sido parte de este coro maligno que profesa, bajo la hipócrita manta de la religión, el odio. El odio a los que piensan, sienten, creen diferente. 

¿Es su culpa la matanza? No directamente, por supuesto. Pero tiene que ser deliberadamente miope quien no vea el vínculo entre la retórica que sataniza al que es diferente y actos de violencia como el del sábado en Orlando. 

La única respuesta que los seres humanos de bien pueden dar a estos actos, a estas palabras horrendas, es la de la tolerancia, la apertura, la inclusión, el respeto, el amor. Solo así podremos exhibir a los intolerantes e inhibir a los violentos. 

Así sea. 

gabrielguerracastellanos.com

@gabrielguerrac

Facebook: Gabriel Guerra Castellanos

(*) Analista político y comunicador/El Universal